Morfología

2. El género

2.3 Marcas de género

2.3a Como se ha explicado, los sustantivos y los pronombres (en particular, personales, demostrativos y cuantificadores neutros) poseen género inherentemente, mientras que otras clases de palabras lo adquieren por concordancia. Unos y otras manifiestan en ocasiones marcas formales explícitas del género. El género de los pronombres personales se estudia en el § 16.2; el de los demostrativos, en el § 17.2; el de los adjetivos se analiza en los § 13.5d y ss.; sobre el género de los cuantificativos, se hacen algunas consideraciones en los § 2.1f, 2.2j, 2.10g y 19.4. El género de los sustantivos requiere un número mayor de precisiones morfológicas, que se harán en la presente sección y en las siguientes.

2.3b Es muy polémica la cuestión de si existe o no en español un morfema flexivo de género, en el sentido de un segmento al que corresponda esa información morfológica. Resulta natural considerar como tales las terminaciones subrayadas en hij-o, juez-a, jef-a, abad-esa, sacerdot-isa, gall-ina, leon-a y otros sustantivos que designan personas o animales. En estos ejemplos, se produce una alternancia flexiva entre la forma masculina y la femenina (como en hijo/hija) que permite diferenciar personas o animales de sexo diferente. La terminación genérica es, pues, informativa, lo que justifica considerarla morfema de género, incluso cuando solo aparece la marca distintiva de género en la forma femenina (abad/abadesa; escritor/escritora). Aunque algunos gramáticos han propuesto que las variantes correspondientes en masculino contendrían un morfema vacío o nulo de género en estos últimos casos (por tanto, abad-Ø/abadesa), no parecen existir argumentos empíricos que lo justifiquen. Resulta más difícil aislar morfemas de género en otros tipos de sustantivos, como se explicará a continuación.

2.3c Si bien algunos gramáticos tradicionales solían inclinarse por asociar el género con la vocal -o que caracteriza a los sustantivos masculinos (tiempo, huerto) y con la vocal -a que identifica a los femeninos (casa, huerta), se reconoce hoy en día que los inconvenientes de esta opción son mayores que sus ventajas. Como se verá en esta sección y en las siguientes, existen sustantivos masculinos terminados en -a (día); femeninos terminados en -o (mano); de uno u otro género terminados en -e (héroe, serie), en -i (alhelí, hurí) o en -u (ímpetu, tribu); además de muchos terminados en consonante marcados inherentemente para uno de los dos géneros. Son igualmente numerosos los sustantivos comunes en cuanto al género terminados tanto en vocal como en consonante. Está hoy más extendido entre los morfólogos el análisis que atribuye a ciertas terminaciones el carácter de marcas segmentales o marcas de palabra, lo que las capacita para ciertos procesos fonológicos y morfológicos sin convertirlas en depositarias de información genérica. Uno de esos procesos es la supresión en la formación de derivados. Por ejemplo, la segmentación Carl-os permite explicar derivados como carl-ismo o Carl-it-os (también Carl-itos: § 9.4h y ss.) sin considerar que -os es un morfema de género. De igual manera, segmentaciones como cas-a, libr-o, mont-e o Merced-es permiten prever formas del tipo de cas-ona, libr-ote, mont-ec-ito o mont-ecito y Merced-itas, sin asignar necesariamente información genérica a los segmentos que se subrayan. Véase también el § 2.3ñ sobre este punto, además de los § 1.5p y 9.1h. Se considera, por tanto, que estos nombres no contienen un morfema flexivo de género, sino que poseen género inherente. Los segmentos finales que se reconocen en ellos no son depositarios de información genérica, sino unidades que permiten prever ciertos procesos morfológicos. Otros autores prefieren adoptar el término tradicional desinencia y le dan esta misma interpretación.

2.3d La mayor parte de los sustantivos que acaban en -a son femeninos (alegría, amapola, casa, silla, etc.), y la mayoría de los que lo hacen en -o son masculinos (cuaderno, fuego, odio, puerto, etc.). Los terminados en consonante o en otras vocales pueden ser masculinos (alhelí, amor, anís, árbol, césped, diente, dolmen, espíritu, fénix, guirigay, hábitat, ónix, regaliz, reloj, etc.) o femeninos (flor, fuente, grey, hurí, perdiz, tortícolis, tribu, troj, verdad, vocal, etc.). Muchos sustantivos terminados en -a que designan seres animados suelen hacer referencia a una mujer o a un animal hembra, pero existe un buen número de excepciones que se mencionarán en el § 2.9d. Solo unos cuantos sustantivos masculinos que no designan seres animados terminan en -a, en su mayoría procedentes de neutros griegos. Están entre ellos los que se mencionan a continuación:

aroma (en el sentido de ‘perfume’, no en el de ‘flor del aromo’), cisma, clima, dogma, pentagrama, problema, tema (salvo en el sentido, poco usado, de ‘manía’), trauma.

A su vez, varios de los acabados en -o son femeninos, como libido, mano, nao, seo (el último, poco usado fuera de España). El sustantivo virago se documenta con ambos géneros, pero se considera preferible el femenino. Debe tenerse en cuenta que algunos sustantivos femeninos que terminan en -o tienen este género porque son originariamente acortamientos de palabras femeninas. Tal es el caso de disco (de discoteca), foto (de fotografía), moto (de motocicleta), polio (de poliomielitis) o quimio (de quimioterapia).

2.3e El sustantivo radio posee género masculino cuando designa cierto tipo de línea (el radio de la circunferencia, los radios de la bicicleta), cierto hueso (Se rompió el radio cuando esquiaba), cierto elemento químico (El radio es tóxico), cuando es acortamiento de radiotelegrama o cuando alude a un receptor de ondas en México, Centroamérica, las Antillas, el Caribe continental y los países andinos, como en En los departamentos la gente oía el radio o veía la tele antes de cenar (Villoro, Noche). En el resto del mundo hispánico, esta última acepción es femenina: Lo encontré en una clínica privada, jugando sentado en una cuna con un animal de felpa, a la vez que manipulaba una radio (Jodorowsky, Danza). Lo es asimismo en todas las variedades del español cuando se refiere a un medio de difusión: Se dio la noticia en la prensa, la radio y la televisión. Cuando radio es acortamiento del sustantivo radiotelegrafista, admite ambos géneros para indicar la diferencia de sexos. También acepta los dos géneros el sustantivo dinamo —de (máquina) dinamoeléctrica—, aunque se prefiere el femenino en el español europeo y el masculino en muchos países americanos. Sobre el género de otros acortamientos, véase el § 2.8g; sobre el de los sustantivos terminados en -ista, véase el § 2.5d.

2.3f Como se ha explicado, la relación entre género y sexo en las palabras que designan seres vivos se establece en ocasiones mediante sustantivos distintos, lo que suele recibir el nombre de heteronimia. Se obtienen así pares como hombre/mujer; macho/hembra; padre/madre; marido/mujer; toro (o buey)/vaca y otros similares. Se muestran a continuación algunos ejemplos de este grupo:

Está demasiado cerca de los caballos y las yeguas y los burros de carga, huele como huele el ganado (Pombo, Ventana); El navío “Muloch”, en junio del mismo año, trae a bordo un toro y una vaca Durham, cuatro carneros y dos ovejas Leicester para Diego White (Zaefferer, Navegación); Yoni se empeñó en que Bobi fuera su padrino y la madrina entonces tenía que ser de parte de la novia, aunque lo suyo era que fuese al revés (Mendicutti, Fuego); Los domingos, o una vez por semana nos juntábamos todos los hijos (siete), las nueras y los yernos, los nietos (Hoy [Chile] 19/1/1983).

2.3g Las terminaciones -o y -a en los sustantivos no animados pueden marcar diferencias de otro tipo, como la que se establece entre el árbol y su fruto o su flor, o bien distinciones relativas al tamaño o a la forma de las cosas. Es lo que sucede, entre otros casos, en los pares siguientes:

almendro ~ almendra; bolso ~ bolsa; camelio ~ camelia; cántaro ~ cántara; cerezo ~ cereza; cesto ~ cesta; garbanzo ~ garbanza; guindo ~ guinda; huerto ~ huerta; jarro ~ jarra; manto ~ manta; manzano ~ manzana; olmo ~ olma; río ~ ría; ruedo ~ rueda; tilo ~ tila.

2.3h En leño ~ leña, se oponen un sustantivo contable y uno no contable (§ 12.2). Algo similar sucede en madero ~ madera, si bien en este caso la forma femenina admite indistintamente la interpretación de nombre contable o la de no contable. También se observa diferencia de significado entre fruto, que es el término general para designar el producto de una planta que contiene la semilla, y fruta, que se refiere al fruto comestible que puede ingerirse crudo. Se dice, pues, que la naranja es una fruta, mientras que la almendra es un fruto seco. Existe en otros casos cierta proximidad semántica entre el término masculino y el femenino. Aun así, se trata de pares que deben definirse separadamente, ya que no dan lugar a paradigmas sistemáticos: banco ~ banca, brazo ~ braza, etc. Debe, pues, advertirse que estas oposiciones no son regulares, y que el criterio que se suele aducir para establecerlas proporciona con frecuencia resultados aproximados. Suelen reconocerse, por ejemplo, diferencias de tamaño en los referentes de huerto ~ huerta o de jarro ~ jarra, pero cabe hacer notar que una huerta pequeña no es huerto, ni tampoco un huerto grande es necesariamente huerta. Análogamente, el jarro y la jarra no se diferencian solo por el tamaño, sino también por la forma, la función, la constitución, etc.

2.3i Hay que advertir, finalmente, que no siempre que las terminaciones -o y -a comparten una misma secuencia de fonemas cabe pensar en alguna oposición gramatical o léxica. Puede tratarse de simples casos de paronomasia, es decir, de parecido fortuito de las palabras, como ocurre con casa y caso, cosa y coso, foca y foco, pala y palo, pela y pelo, seta y seto. Otras veces se percibe cierta conexión entre los significados, pero no es posible ajustarla a pautas sistemáticas: soldado y soldada (‘retribución que se asigna al soldado’), peso y pesa, trato y trata, etc.

2.3j La marca de género femenino presenta en algunos casos un incremento morfológico: -esa, -isa, -ina. Algunos gramáticos entienden que los segmentos morfológicos han de ser, en estos casos, -es-, -is- e -in-, respectivamente, pero no existe completo acuerdo sobre esta distribución de morfemas, como se explica en los § 1.5p y 9.4h y ss. Se analizarán aquí sustantivos como abadesa en la forma abad-esa, donde se subraya el morfema de género. El sufijo -esa da lugar a pares como los que siguen, no todos con la misma extensión geográfica:

abad/abadesa; alcalde/alcaldesa; barón/baronesa; chófer o chofer/choferesa; conde/condesa; diablo/diablesa (junto a diabla, más común en algunos países); duque/duquesa; jeque/jequesa; juglar/juglaresa; líder/lideresa; ogro/ogresa (también ogra); tigre/tigresa (además de tigra); vampiro/vampiresa (‘mujer fatal’; existe vampira con otro sentido).

Cabe agregar el par príncipe/princesa, en el que el femenino sustituye al igualmente antiguo principesa. También corresponde a ese grupo el par cónsul/consulesa en algunos países americanos en los que se usa la variante femenina: La consulesa, quien asumió sus funciones el 6 de abril pasado, es acusada de maltrato verbal y agresión física al oficial de dicha oficina (ABC Color 31/10/2000). En los demás, cónsul es común en cuanto al género: Según la cónsul de Colombia en Yakarta, […] (Heraldo [Col.] 31/12/2004). Los femeninos en -esa fueron más abundantes en la lengua antigua. Hoy apenas se usan, en efecto, almirantesa, alcaidesa o condestablesa, que designaban las mujeres del almirante, el alcaide y el condestable, respectivamente. Existe asimismo quijotesa (‘mujer que posee las cualidades morales de un quijote’, también quijota). Se usaron infantesa (hoy infanta) y prioresa (hoy priora).

2.3k Los femeninos en -isa dan lugar a las siguientes oposiciones:

diácono/diaconisa; histrión/histrionisa; papa/papisa; poeta/poetisa (también se usa el femenino poeta, como se hace notar en el § 2.5e); profeta/profetisa; sacerdote/sacerdotisa.

Puede añadirse el par gurí/gurisa (‘niño, niña’), usado en el nordeste argentino. El término femenino de algunas de las oposiciones mencionadas puede estar más restringido que el masculino. Así, para designar la mujer que ejerce hoy el sacerdocio en ciertas confesiones cristianas no es normal el sustantivo sacerdotisa, pero empieza a emplearse el sustantivo sacerdote (una sacerdote), que pasa de esta forma al grupo de los comunes en cuanto al género, como en La sacerdote que no pudo perdonar (Mundo [Esp.] 9/3/2006). Existen testimonios recientes de la variante sacerdota, que no se recomienda. En cuanto al femenino pitonisa, corresponde al masculino pitón (‘adivino, mago, hechicero’), voz que tiene hoy escaso uso.

2.3l Son muy pocos los pares de sustantivos que se forman con femeninos en -ina, como gallo/gallina; héroe/heroína; jabalí/jabalina; zar/zarina. Al sustantivo jabalina le corresponde una etimología no asociada con jabalí (fr. javeline) cuando designa cierto objeto que se lanza en las competencias deportivas.

2.3m Otros pares, formados sobre pautas menos productivas, son el citado rey/reina y los femeninos terminados en -triz, correspondientes a masculinos en -dor o en -tor. La terminación -triz no llegó a fijarse en español como sustituto de -dora, fuera de unas cuantas voces. Aparece hoy esa variante en los pares emperador/emperatriz, aunque hay abundante documentación de emperadora, y actor/actriz. Aun así, se usa actora como adjetivo (la parte actora, la empresa actora), y ocasionalmente también como sustantivo. En algunos países del área caribeña se registra institutor como masculino de institutriz. Se atestigua tutriz como femenino de tutor hasta el siglo xvi, raramente en textos posteriores. Son hoy de muy escaso uso —sea como sustantivos o como adjetivos— cantatriz (hoy cantadora, cantora o cantante), dominatriz, excitatriz, formatriz, formulatriz, fulminatriz, pecatriz, protectriz, retardatriz y saltatriz (hoy saltadora), entre otros derivados. Se ejemplifican a continuación algunas de estas voces:

E si esta pecatriz viniere a penitençia a tal confesor […] (Pérez, Confesiones); Hay autores que dan a la facultad formatriz los nombres de plástica y arquitectónica (Feijoo, Cartas V); […] como tutriz del príncipe y como lugarteniente general del rey juró los privilegios (Zurita, Anales II); [...] bondadosa protectriz de la noche (Gómez Serna, Automoribundia); […] presta la materia bruta en la humanidad al poder físico y a la inteligencia dominatriz (Mármol, Amalia).

2.3n No se ha perdido, en cambio, adoratriz, que designa cierta orden religiosa. En el lenguaje especializado de la física y de la geometría, tampoco resultan extraños algunos sustantivos y adjetivos terminados en -triz, como mediatriz o bisectriz. Aunque con extensión cada vez menor, se documentan en textos de los últimos dos siglos las variantes en -triz correspondientes a alternancias como acción {aceleratriz ~ aceleradora}; fuerza {motriz ~ motora}; facultad {generatriz ~ generadora}, etc. La voz directriz se usa como adjetivo (la regla directriz) y como sustantivo (‘instrucción, norma’), mientras que directora es el nombre de agente femenino que corresponde al verbo dirigir. Aunque está relativamente extendido, contraviene las reglas de concordancia el uso de adjetivos en -triz como modificadores de sustantivos masculinos: impulso motriz, taller automotriz, etc., por lo que se recomiendan en su lugar las variantes en -or: impulso motor, taller automotor.

2.3ñ Los diminutivos de los nombres propios de persona (§ 9.4 y 9.5) suelen adoptar como terminación la marca de palabra del sustantivo del que proceden, al margen del sexo de la persona designada, sobre todo si el sustantivo es masculino y terminado en -o. Así, rosario es sustantivo común masculino (un rosario antiguo), mientras que Rosario es habitualmente nombre propio femenino (Mi prima Rosario), aunque puede ser también nombre de varón. El diminutivo correspondiente al antropónimo femenino es Rosarito (nombre propio femenino con terminación masculina). Contrastan de igual forma amparo (nombre común masculino) y Amparo (nombre propio femenino). El diminutivo Amparito es nombre propio femenino con terminación masculina. Así pues, la terminación del diminutivo se establece en estos casos en función de la base léxica, y no del sexo de la persona a la que corresponde. Se han documentado los diminutivos Rosarita y Amparita, ambos de muy escaso uso. En cambio, sobre el sustantivo masculino pilar se forma el nombre propio femenino Pilar, cuyos diminutivos más habituales, con distinta extensión geográfica, son Pilarita, Pilarcita, Pilarcica, Pilarica y Pilarina, si bien existe también Pilarín. Sobre los dobletes del tipo de manita/manito (ambos diminutivos de mano según los países), véase el § 9.4n.

Información adicional

En relación con este capítulo, las siguientes entradas del Glosario de términos gramaticales podrían ser de su interés:
heterónimo, marca de palabra

 

Nueva gramática de la lengua española
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