Sintaxis

32 La interjección. Sus grupos sintácticos

32.3 Interjecciones y onomatopeyas (I). Aspectos fónicos y gráficos

32.3a Las interjecciones se suelen pronunciar con una línea tonal y una intensidad características. Unas pocas cambian de significado según se usen con entonación exclamativa o interrogativa. Así, ¡eh! expresa llamada o advertencia (¡Eh, tú!), y a menudo acompaña a otra interjección, como en ¡Ojo, eh! ¡Mucho ojo! (Sanchis, Figurantes). En cambio, ¿eh? admite diversos sentidos: unas veces se emplea con actitud incisiva o desafiante, a menudo en alternancia con acaso, como en ¿Tiene hijos usted, eh? ¡Pues entonces! (Carbonell, Apaga). Otras veces se utiliza para solicitar la aquiescencia del interlocutor, como en Qué cosa más bonita que festejar la tierra, ¿eh? (Sánchez-Ostiz, Infierno), y otras para solicitar que se repita lo que se acaba de decir: Ha repetido a gritos su pregunta la mesonera. —¿Eh, eh? ¿Costancica dice vuestra merced? —Cierto, cierto. Costancica (Azorín, Cervantes).

32.3b Las expresiones que se emplean para responder al teléfono (descritas en el § 32.6g) se suelen usar asimismo con entonación interrogativa. Otros cambios de entonación menos sistematizados se relacionan con diferencias particulares en la interpretación de ciertas interjecciones. Es el caso de venga, que puede expresar ánimo, persuasión, incredulidad, etc., en función de la entonación y de otros factores prosódicos, como el alargamiento de la primera vocal. También corresponden a este grupo la ya citada anda (que denota ánimo, persuasión, sorpresa, incredulidad, etc.), uh (que indica asombro o desdén, entre otros valores), huy (que expresa susto, sorpresa, recelo, etc.), entre otras muchas interjecciones cuyos valores expresivos dependen, en parte, de la forma en que se pronuncien, no solo del contexto sintáctico o situacional en el que se usen.

32.3c Las voces que se emplean solo como interjecciones son a menudo monosilábicas (ay, bah, hum, huy), y algunas contienen exclusivamente un segmento vocálico (ah, eh, oh, uh, etc.). Pese a ello, se ha observado que la interjección admite propiedades fonéticas que no comparten otras expresiones del español, o que se consideran marcadas cuando se dan. En efecto, es infrecuente en español la consonante /f/ en posición final de palabra, fuera de neologismos como chef, golf, naíf o rosbif, pero aparece en las interjecciones puaf, puf o uf, entre otras. Todas ellas muestran a veces en los textos la repetición de la fricativa final para intentar reflejar su mayor duración: puaff, puff, uff. Son habituales en los textos literarios otras adaptaciones similares de las interjecciones que no corresponden propiamente a las convenciones ortográficas del español. Es asimismo infrecuente la consonante /x/ en posición final (a veces, mera aspiración), como en boj, carcaj, reloj y unas pocas palabras más; pero aparece de igual forma en las interjecciones aj y puaj. Por último, son también muy infrecuentes en español las palabras agudas terminadas en -m. Muestran esta propiedad hum o ejem, entre otras interjecciones. La última se usa como transcripción de una tos fingida dirigida a atraer la atención del oyente o del público, como en ¡Ejem!, ¡ejem! Comenzaré por decirles cómo nos fue (Paso, F., Palinuro).

32.3d Como revela el último ejemplo, existe cierta variación en la forma de pronunciar algunas interjecciones. Se observan, en efecto, algunos cambios acentuales. Así, hala (y su variante ala) se usan en el español europeo con significado apelativo, además de expresivo. Cuando se manifiesta sorpresa ante algo exagerado o desmesurado, alternan las pronunciaciones /ˈala/ y /aˈla/, la última con alargamiento de la vocal tónica. La pronunciación aguda no se usa en el sentido directivo, es decir, cuando la interjección se emplea para incitar a la acción, pero sí cuando se manifiesta sorpresa o asombro. En varios países alternan jope y jopé. Asimismo, anda se pronuncia unas veces /ˈanda/ y otras /anˈda/, incluso entre hablantes no voseantes. Se registra también la pronunciación /nda/, con diferencias prosódicas, de registro y de significado. La interjección olé alterna con ole en el español europeo, pero se prefiere generalmente la acentuación grave en el americano:

El público lo único que quería era aplaudir y decir oléole! en versión sevillana, que queda más propio y saleroso) (Vidal, J., Borregos); […] dolido porque le pisoteaban la honra en cada “ole” que salía desde las tribunas (País [Col.] 19/5/1997).

32.3e En la lengua familiar es habitual pronunciar ojalá en la forma /ˈoxala/, aunque no debe escribirse ójala. En la lengua popular de algunas zonas del español europeo, y de las áreas rioplatense y chilena, entre otras, se registra la acentuación grave /oˈxala/, que debe evitarse en la escritura. Por último, en algunas regiones del área andina se registra asimismo la variante ojalás. La locución interjectiva ahí va se pronuncia por lo general /aiˈba/, contra lo que indica su ortografía, y —menos frecuentemente— en las formas /aˈi ˈba/, /ˈaiba/ y /aˈiba/. Esta última pronunciación es, en cambio, la que predomina en ciertas zonas del español meridional europeo y del rioplatense. Las alternancias acentuales se extienden a algunas locuciones adverbiales próximas a las interjectivas. En zonas del área rioplatense se registra por ahí pronunciada en la forma /ˈpoɾai/ cuando esta locución adquiere sentido dubitativo, lo que tampoco afecta a la grafía. En la mayor parte de las áreas hispanohablantes en que se usa esta locución (sin excluir la rioplatense) predomina la pronunciación /poˈɾai/, igualmente discordante con la pronunciación que da a entender la grafía por ahí: Me acordé de una anécdota muy graciosa. Pero por ahí te la conté (Cossa, Criado).

32.3f Se introdujeron las onomatopeyas en el § 32.2d. Estas expresiones tienen en común con las interjecciones varias propiedades fónicas. Las onomatopeyas comparten con las interjecciones su marcada tendencia al monosilabismo, lo que no impide que se registren onomatopeyas polisilábicas, como blablablá, cataplum (catapum o catapún), cricrí, gluglú, quiquiriquí, rataplán, entre otras. Comparten asimismo con ellas la presencia ocasional de combinaciones consonánticas rechazadas generalmente por el español, como en bzzz, crash o pst. Se retomará esta cuestión en los apartados siguientes.

32.3g Si se atiende a la procedencia de los sonidos designados por las onomatopeyas, cabe distinguir, en primer lugar, los producidos por personas, sea voluntaria o involuntariamente. A este grupo pertenecen achís (también atchís, chus y achús, con el mismo valor), atjó, blablabá, brrr, bua, glu, ja, je, muac, etc.:

No es para tanto ¡grrrrr! de todos modos te lo agradezco ¡grrrr! (Espinosa, E., Jesús); ¡Achús! ¡Ay, Dios mío! ¡Qué malito estoy! (Barrios, N., Amores); Siempre seré sirviente de las mujeres, harán de mí lo que gustaren y nunca me querrá ninguna… buabuabua… (Vega, J., Cantango); El profesor de tenis vendrá sobre las once, no lo hagas esperar. ¿De acuerdo? Besito. Muac (Becerra, Sueño).

Forman un segundo grupo las que representan sonidos característicos de los animales: be (o beee), bzzz, cua (o cuac), guau, miau, mu (o muuu), pío (también pío, pío), quiquiriquí, entre otras:

¡Soy un borrego! Bee, bee, bee (Velasco Piña, Regina); ¡Venga! ¡Ladra! ¡Guau, guau! (Alberti, Adefesio); El gato parpadeó, le respondió “Miau” (Torrente Ballester, Saga); (Cae sentado, como un pajarito: todavía dice:) Pío, pío, pío… (Muere.) (Vilalta, Mujer); Me despierto a eso de las dos en la cama, y oigo: quiquiriquí, quiquiriquí (Jiménez Lozano, Grano).

Cabe agregar finalmente, las que aluden a los sonidos producidos por cosas, pero también en ocasiones por fenómenos naturales o como resultado de acciones repentinas o violentas: bang, bum, catacroc, chas, crac, crash, croc, paf, tictac, zas, etc.:

Le apunta tras la nuca: bang (Souza, Mentira); Es una película hecha con ruidos y más ruidos: ¡Pam, pum, plaf, zas! Bombazos, misiles, flechazos… (Alonso Santos, Pares); Las últimas palabras sonaron como una astilla de vidrio. Cling (Pérez-Reverte, Reina).

32.3h Numerosas onomatopeyas aparecen frecuentemente reduplicadas o iteradas. De hecho, son varias las que solo se usan repetidas, como blablablá (o bla, bla, bla), que se refiere al discurso vacío o insustancial: Habláis bonito, los que escribís papeles: bla, bla, bla, como los políticos… Pero de mí no se burla nadie (Sampedro, Sonrisa). Esta expresión ha dado lugar al sustantivo blablá, que se emplea en muchos países americanos para designar cierto discurso largo, hueco y a menudo desatinado: […] avezado en el blablá sabihondo de los gurús sociológicos (Correo [Bol.] 28/10/2005). He aquí otras onomatopeyas usadas con repetición:

Te llevo petisúes de la Mallorquina… Sí cariño… Muac, muac, muac… (Martínez Mediero, Lola); ¿Sabes lo que hacen los indígenas de algunas tribus en vez de soplar? Se comen el fuego, una tea detrás de la otra, ham, ham, ham, mientras tocan los tambores: bum, bum, bum… (Salom, Piel); Es la forma de disparar contra los blancos: ¡bang, bang, bang, bang! —salta el acariciado— (Rubio, Sal); (Ahora muy rápido, como gotas de lluvia.) ¡Plin, plin, plin, plin, plin, plin! (Dragún, Hoy).

32.3i En España se usa la onomatopeya ajo, a menudo duplicada, para describir el sonido gutural que se atribuye a los bebés, como en Me enseñaron a hablar: ajo, ajo al nene, aunque quizá no me enseñaron, quizá aprendí solo (Ortiz, L., Luz). En el español americano son más frecuentes ajó, como en Ajó, diga ajó a la tía, corazón (Futoransky, Pe), agó (en Bolivia y otros países andinos), agú (en Chile) o angú (en varios países centroamericanos), también duplicadas a menudo.

32.3j Se utilizan asimismo repetidas —dos, tres o más veces— las onomatopeyas ja, je, ji y jo, que representan el sonido de la risa:

¡Ja…, ja…, ja! —estalló Max, haciendo estremecer sus gordas mejillas sonrosadas, la gran papada y la copiosa barriga (Gasulla, Culminación); Usted aquí, cerquita… je, je, je… (García May, Operación); — Jo, jo, jo —cloquea. — Ji, ji, ji —se burla la mujer (Tomeo, Mirada).

En cambio, se emplea ja sin repetición cuando se expresa incredulidad o se manifiesta el desacuerdo del hablante con lo afirmado por su interlocutor: Pero ¡qué dices! Echarte ahora a la calle y que todo el mundo pensara que la mala era yo, ¡ja!, qué gracia; ni lo sueñes (Márquez, J., Perico Galápago).

32.3k Constituyen una clase especial las onomatopeyas que se forman duplicando la misma sílaba con vocales diferentes. Las pautas más frecuentes son «/i/ – /o/», como en ding dong, y, sobre todo, «/i/ – /a/», como en pim pam, plis plas, ris ras, tictac, tris tras o zis zas:

Ding, dong. El vuelo con destino a Atenas tiene 14 horas de retraso (Vanguardia [Esp.] 19/5/1994); Plis, plas; plis, plas; arriba y abajo. Hágalo usted mismo, don Gildo (Maqua, Invierno); El movimiento pendular del limpiaparabrisas producía una especie de hipnosis. Josechu escuchaba su acompasado rumor, ris-ras, ris-ras (Zaragoza, C., Dios); Ella entonces se la retiraba con un gesto automático de su manita pecosa, zis, zas, de un lado y de otro (García Soubriet, Bruna).

32.3l La onomatopeya constituye una manifestación del fonosimbolismo o simbolismo fónico. Este término designa la relación directa que existe entre los sonidos y las impresiones que pueden causar en quien los percibe. El estudio del fonosimbolismo abarca hoy los varios fenómenos que muestran la correspondencia entre los sonidos que puede producir cualquier fuente sonora y el conjunto, mucho más reducido, de los que es posible representar mediante la transcripción fonética u otros recursos gráficos. Una de las vertientes del simbolismo fónico forma parte del estudio de la lírica (antiguamente abarcada por ciertas figuras de dicción); otras de sus ramas son ajenas al análisis de los fenómenos estéticos, ya que se adentran en aspectos de la percepción más propiamente lingüísticos o psicolingüísticos. Parece existir, por ejemplo, cierto fundamento en la elección de una serie de combinaciones gráficas con las que las onomatopeyas representan sonidos de procedencia no humana. Entre muchas de las asociaciones que los textos ponen repetidamente de manifiesto cabe señalar las siguientes:

Consonantes laterales y sibilantes en la misma sílaba que una oclusiva bilabial para describir el contacto violento de un sólido y un líquido (plas, plash, splash): Y ahí van, haciendo en cada caída ¡splash!, provocando gran salpicadera, griterío y corredero de gente que huye a la redonda (Hayen, Calle).

Combinación de nasales y oclusivas velares, igualmente en posición implosiva, para sugerir sonidos metálicos continuos (clanc, cling, ding, dong, ring): ¡Ding, ding! Primer asalto. Segundos fuera (Moncada, Mujeres).

Sílabas terminadas en -um para describir explosiones y otras acciones estrepitosas (bum, cataplum, patatum): […] una carga en cada columna y ¡buuum!, todo a hacer puñetas (Boadella, Memorias).

Sílabas trabadas formadas con la pauta «/t/ + vocal + /k/» para describir golpes secos (tac, tic, toc): Salí de la habitación, cerré la puerta y golpeé con los nudillos: toc, toc, toc (Paso, F., Palinuro).

Sílabas trabadas por labiodental fricativa sorda para designar golpes o movimientos en los que intervienen sustancias blandas, untuosas o poco compactas (plof, chof): Al fin salió en silencio: el pato dejando huellas negras, chof, chof (Pérez-Reverte, Reina).

Consonantes vibrantes alargadas y repetidas para designar el sonido de un motor: El auto respondía con un quejoso rr-rrr-rr que nos conmovía (Martín Campo, Carreteras).

Estas asociaciones y otras semejantes no impiden que las onomatopeyas sean signos arbitrarios que representan los mismos sonidos de forma variable en distintos idiomas. De hecho, se ha señalado en múltiples ocasiones que las lenguas utilizan onomatopeyas distintas para referirse a los mismos sonidos del mundo natural. Así, el sonido del perro, que se representa en español como guau, es woof en inglés y wau en alemán. Existen otros muchos casos similares.

32.3m Si se atiende a su grado de fijación idiomática, cabe distinguir, en primer lugar, las onomatopeyas acuñadas o establecidas, como guau, miau o tic tac: ¡Pues a morder, a ladrar libre! ¡Venga! ¡Ladra! ¡Guau, guau! (Alberti, Adefesio). Puede hacerse un segundo grupo con otras que, aun siendo frecuentes, no suelen estar recogidas en los diccionarios, como ra-ta-ta-ta para el sonido de la ametralladora: Tendré un auto negro más grande que un transatlántico, lleno de ametralladoras, ra-ta-ta-ta (Zaragoza, C., Dios). Cabe hacer un último grupo con las que obedecen a la particular capacidad perceptiva y creativa de los escritores:

“¡Jiii-jiii!”, gritaban los jefes anónimos del temblor (Mallea, Bahía); La rueda delantera, al girar sobre el eje reseco, hacía “güi-güiiii-güi” (Delibes, Príncipe); ¡Chirriii! ¡Chirrrriiiii! —griznó el dedo de Sylvia frotando el cristal (Jardiel, Amor).

32.3n Los llamados clics (ciertos segmentos oclusivos producidos por succión del aire acumulado en la cavidad oral) constituyen formas onomatopéyicas cuya normalización ortográfica es variable en las diversas lenguas, y aun en el interior de cada una. Así, chis, chisss, chist son transcripciones gráficas convencionales de una consonante posalveolar no pulmonar (en el sentido de producida con un flujo de aire que no procede de los pulmones). Se asimilan lingüísticamente a las interjecciones apelativas (§ 32.6k), ya que se emplean para llamar la atención de alguien:

Lo llamaré desde la torre: “Chis, chis.” Él volverá la cara, alzará los ojos, sin saber quién lo llama (Gala, Petra); Estamos en el mar y desde allí llamamos al viento […] “¡chisssss…!” (Fux, Danza); Elvira, Elvira, chist. Soy yo (Alonso González, Flor).

32.3ñ El sonido descrito en el apartado anterior es distinto del grupo /ps/ que se usa a veces con el mismo valor (pst, pchs o psch):

Pst, pst, oye ¿quién eres?… ¿El Cachorro? (Hayen, Calle); Zenón: […] Llámala. Hazle una seña. Rogelio: (Llamando hacia afuera.) ¡Pchs!… Ya me ha visto. Ya viene (Galdós, Casandra). El librero se iba ya, cuando don Jacinto le ha llamado. —¡Psch! ¡Psch! (Ambrogi, Trópico).

A su vez, esta última combinación de consonantes puede usarse (a menudo con una /e/ final relajada) para manifestar duda, desconfianza o falta de convencimiento, además de desdén (pche, psche, psch o pchs):

Es que de eso no sé ni jota. ‘No le hace, la paga es muy buena’. Eso ¡psch! (Excélsior 5/9/2000); Yo, si usted me concede el retrato cuando fui a pedirlo, ¡pchs!, ni me da frío ni calor (Pardo Bazán, Quimera).

Muy distinta fonéticamente es la palatoalveolar fricativa sorda prolongada que se articula sin vocal alguna para pedir silencio: ¡Silencio! ¡Shhh! ¡Shhhhh! (Paso, F., Palinuro).

32.3o El alargamiento de vocales y consonantes es un rasgo fonético que comparten onomatopeyas e interjecciones. No es, sin embargo, exclusivo de ellas, ya que se documenta también en los vocativos y en los imperativos, entre otras expresiones. Se ejemplifican en el grupo siguiente algunas onomatopeyas que muestran el alargamiento de vocales:

Pasaban por Banfield a toda carrera, ¡vuuuum! (Cortázar, Bestiario); —¿Hay alguien ahí? Y de pronto, de la oscuridad, surgió un coro de voces que todas a una me contestaron: —Beeeeeeeeeeeeeee (Lindo, Road); Por eso lloro… Buaaa (Jodorowsky, Ópera); —¡Riiiiing, riiiiing, riiiiing! ¡Riiiiing, riiiiing, riiiiing! —¿Sí? ¿Quién es? (Beccaria, Luna).

A continuación se ejemplifica el fenómeno con algunas interjecciones:

El alborozo sacó a los toreros que algunos llevaban dentro. “¡Oooolé, olé!”, jaleaba la muchachada (País [Esp.] 4/9/2006); Tiene la nariz respingona y una sonrisa que ¡buenooo…! (Marsé, Rabos); —¡Cuidadooooooo…! —¡Olguitaaaaaaaaaaa…! (Donoso, Delfina); No habían caído en la cuenta —¡claaaro!— de aquella persona mayor con la que no tropezaban (Fraile, Cuentos); ¡Vivaaa! Chillaba el rapaz (Fernández Flórez, Secreto).

32.3p El alargamiento de consonantes es frecuente en las onomatopeyas:

SisssSisssSisss… El viento en el agua… (Asturias, Alhajadito); Zummmmm Zummmmm Zuuumm: los moscos juegan a las carreras (Morales, M., Debacle); —Bizzzz… Eres un avión… Bizzzz… (Santiago, Sueño); Si en la pantalla aparece un monstruo rugiendo “Grrrr”, sientes el rugido a lo largo de la espina dorsal (Vanguardia [Esp.] 15/9/1994); Pasa como con los globos, parecen muy grandes y muy brillantes pero se les pincha y ¡pffffff! (Hora 19/7/2000).

No obstante, se registra también con algunas interjecciones, como ya se señaló (uff, puaff ). Según se ha explicado, existe variación en la forma gráfica de las onomatopeyas y las interjecciones, muy a menudo en función de la búsqueda de la expresividad o de la mayor aproximación al sonido reproducido. Aun así, solo algunas de estas variantes están aceptadas por el DRAE. Se subrayan las opciones preferidas, cuando las hay, en las alternancias siguientes:

achís ~ atchís; ahá ~ ajá; hiuju ~ yuju; ñaca ~ ñácat ~ ñácate; pche ~ pchs; tac, tac ~ toc, toc; uhm ~ hum ~ hm; ujú ~ ojú ~ ozú.

Información adicional

En relación con este capítulo, la siguiente entrada del Glosario de términos gramaticales podría ser de su interés:
onomatopeya

 

Nueva gramática de la lengua española
Real Academia Española © Todos los derechos reservados

cerrar

Buscador general de la RAE