Sintaxis

13. El adjetivo y el grupo adjetival

13.3 Clases fundamentales de adjetivos (II). Adjetivos de grado extremo

13.3a La mayor parte de los adjetivos calificativos son graduables, a menos que expresen el grado extremo de alguna propiedad. Estos adjetivos de grado extremo se denominan también elativos, y en la gramática tradicional se han llamado superlativos absolutos. Los adjetivos elativos, como atroz, brutal, enorme, fabuloso o terrible, se caracterizan por no admitir los recursos morfológicos que se suelen emplear para expresar el grado elevado o extremo, es decir, los sufijos -ísimo o -érrimo, que se estudian en los § 7.4 y 45.7a, o los prefijos re- o super-. Se han registrado, no obstante, algunas excepciones, como maravillosísimo o superexcelente.

13.3b Los prefijos de grado extremo (re-, requete-, super-, hiper-, mega- o ultra-: § 10.9) y los sufijos que expresan esa misma noción (-ísimo o -érrimo) forman los llamados elativos morfológicos. Por oposición a ellos, se llama comúnmente elativos léxicos a los adjetivos de grado extremo, es decir, a los que denotan tales propiedades en función de su naturaleza léxica. Al muy extenso paradigma que forman estos adjetivos corresponden los siguientes:

abominable, atroz, brutal, colosal, delicioso, descomunal, divino, encantador, enorme, esencial, espantoso, espléndido, estupendo, excelente, excelso, eximio, exquisito, extraordinario, fabuloso, fantástico, fenomenal, formidable, fundamental, gélido, helado, horrible, horroroso, increíble, ínfimo, inmaculado, inmenso, insignificante, magnífico, maravilloso, máximo, mínimo, minúsculo, monstruoso, perverso, precioso, sensacional, supremo, terrible, tórrido, tremendo.

13.3c También expresan el grado máximo de alguna propiedad ciertos adjetivos que están restringidos léxicamente. Podrían, pues, agruparse con las colocaciones o las solidaridades léxicas a las que se hizo referencia en el § 13.2f:

calor sofocante, comida pantagruélica, condiciones leoninas, craso error, cuestión capital, deseo ferviente, diferencia abismal, disciplina férrea, error garrafal, esfuerzo ímprobo (también titánico), fe ciega, frío polar, hambre canina, ignorancia supina, lluvia torrencial, lujo asiático, malicia satánica, mayoría aplastante, miedo cerval, momento crucial, negativa rotunda, odio africano, odio visceral, pingües beneficios, precio astronómico, resistencia numantina, ruido infernal.

La mayor parte de estos adjetivos y de los mencionados en el apartado precedente rechazan los adverbios de grado, pero varios de ellos aceptan otros como absolutamente o enteramente (como en absolutamente increíble), que tienen carácter enfático en lugar de gradativo. Varios de los mencionados en el grupo inmediatamente anterior tienen su origen en adjetivos relacionales, como hambre canina (‘propia de perro’); miedo cerval (‘propio de un ciervo’); odio visceral (‘que se siente en las vísceras’), etc. Se volverá sobre esta cuestión en el § 13.12.

13.3d En la lengua rural de muchos países hispanohablantes se documentan comparativos léxicos combinados con los sintácticos. Se recomienda evitar expresiones como Esto es más mejor que aquello (por Esto es mejor que aquello) o Lo más mejor de todo (por Lo mejor de todo). Sobre la relación gramatical entre más bueno y mejor, véanse los § 19.5c y 45.2i y ss. En general, los adjetivos elativos tienden a rechazar los adverbios de grado, lo que se explica porque esa combinación daría lugar a expresiones redundantes o contradictorias: si excelente equivale, aproximadamente, a ‘muy bueno’, la combinación *muy excelente es redundante, y *poco excelente, contradictoria. Algunas de estas secuencias son posibles, empero, en los contextos de cita, cuando se refieren al discurso de otro hablante. Existen, no obstante, otras excepciones, que se analizarán en los apartados siguientes.

13.3e Los adverbios comparativos son compatibles con muchos adjetivos elativos (tan colosal como…, menos delicioso que…, más fundamental que…, tan maravilloso como…), incluso en casos en que se consideran forzados o poco naturales otros adverbios de grado (muy colosal, muy atroz, muy esencial). Así, si bien el adjetivo esencial suele rechazar los cuantificadores de grado (muy esencial), las construcciones comparativas pueden admitirlo, tanto en la lengua antigua como en la moderna:

Haré el bosquejo como mejor pudiere en las que me pareciere ser más esenciales (Cervantes, Quijote I); […] allá en ese trasfondo secreto en donde solemos trasegar con las verdades más esenciales que conforman nuestra identidad (García Márquez, Discurso).

Influyen dos factores en este proceso: el primero es el hecho de que los cuantificadores comparativos y superlativos sean compatibles léxicamente con los adjetivos de grado extremo, propiedad sobre la que se volverá en los apartados siguientes. El segundo es el hecho de que los adjetivos de grado extremo muestren cierta tendencia a perder su valor elativo para denotar cualidades evaluables en grados diversos. Los adjetivos elativos léxicos admiten a veces construcciones superlativas, sobre todo las formadas con más, como en el más mínimo esfuerzo, el más terrible pronóstico, el más abominable ogro o en estos otros ejemplos:

Nos dice que es el más encantador y genial de sus amigos (Gallegos, D., Pasado); Otro día citaste el más maravilloso verso de Yeats (Bryce Echenique, Magdalena); No echarías a perder el más insignificante de tus pensamientos con una sola gota de vino a horas desacostumbradas (Somoza, Caverna).

13.3f Así pues, en lo que a la gradación se refiere, es distinto el comportamiento de los adjetivos elativos con muy, poco, bastante y otros cuantificadores evaluativos (§ 20.5-8) y con los cuantificadores comparativos. La diferencia entre los comparativos y superlativos, por una parte, y la simple graduación con muy, poco o bastante, por otra, parece radicar en que en los dos primeros casos se contrasta la propiedad expresada por el adjetivo elativo en dos o más individuos que la poseen en grado diferente, o que no la poseen en absoluto. En cambio, la mera cuantificación de grado intensifica una cualidad que ya se presenta léxicamente en su intensidad máxima. Así, el ejemplo de Bryce Echenique que se acaba de citar no implica que todos los versos de Yeats sean maravillosos, sino que afirma que el verso del que se habla presenta dicha propiedad en un grado muy alto. El mismo contraste se reproduce con otros adjetivos en enunciados exclamativos: ¡Qué idea {*muy ~ tan ~ más} interesante tuviste! Menos frecuente, pero no imposible, es que los adjetivos elativos admitan adverbios de grado:

Tengo que decirle que su hijo es muy tremendo (Darío Gil, Dama); Tocaba unos danzones muy preciosos (Barnet, Gallego); […] esas fotos borrosas de muebles, por cierto bastante espantosos (Puértolas, Noche); Esta suerte se hace muy poco, bien es verdad que es muy insignificante (Tapia Bolívar, Historia); […] algo que desconcierta, señores, algo muy raro, muy maravilloso (Álvarez, Catedral); Percibió un olor a comida criolla muy delicioso (Cotto-Thorner, Trópico).

13.3g Se observa en ocasiones un cambio de sentido en estos adjetivos cuantificados. Así, espléndido admite adverbios de grado cuando significa ‘generoso’, como en Yo te lo agradezco mucho, eres muy espléndida, muy generosa, pero tengo mis principios (Salom, Piel), pero suele rechazarlos cuando significa ‘magnífico, excelente’. De forma análoga, se esperaría que el adjetivo elativo extraordinario se construyera sin adverbios de grado, pero los admite cuando significa ‘raro, infrecuente’:

No dejaba de ser bastante extraordinario que la única pareja estable del conjunto fuera la de Franca y Mario (Cortázar, Glenda); Sé muy bien lo que es eso. Nada muy extraordinario. Una ocupación rutinaria de un bibliotecario (Sánchez-Ostiz, Ilusión).

No suele construirse con muy, bastante y otros cuantificadores evaluativos cuando tiene sentido ponderativo y significa ‘magnífico, excepcional’.

13.3h Muchos adjetivos elativos (entre los que están algunos que rechazan los adverbios de grado muy, poco, bastante, etc.) admiten el adverbio exclamativo qué, como en estos ejemplos:

Desde que comenzara a trabajar en el mar venía oyendo hablar —¡qué magnífica fonética!— del “azote del mundo” (Novás, Negrero); ¡Qué espléndido verso en el que reconocemos nuestra propensión al lugar común, felizmente subvertida! (Celorio, Contraconquista); ¡Qué maravilloso sufrimiento es la locura lúcida, mi señora (Ruiz, A., Rosas); ¡Qué estupendas historias se inventó aquel pueblo! (Chacel, Barrio).

Así pues, la expresión qué maravilloso resulta natural para todos los hispanohablantes, mientras que muy maravilloso, documentada en el § 13.3f, está más restringida y se percibe como redundante en la conciencia lingüística de muchos. Nótese que el significado de Qué magnífico comediante es análogo al de Qué comediante tan magnífico. El adjetivo expresa cierta propiedad en posición antepuesta que generalmente requiere algún modificador de grado expreso situado tras el sustantivo. Estas construcciones presentan otras propiedades, que se analizan en los § 42.13k y ss. La variante Qué comediante magnífico solo resulta natural para algunos hablantes, como allí mismo se explica.

13.3i Del significado de los adjetivos elativos se deduce que rechacen el sufijo -ísimo, como se vio en los apartados precedentes. No obstante, al lado de adjetivos anómalos morfológicamente como *extraordinarísimo, *descomunalísimo, *enormísimo o *insignificantísimo, se registran formas como excelentísimo, deliciosísimo, preciosísimo, tremendísimo o perversísimo, entre otras similares. Cuando se usan en la lengua coloquial, se percibe a veces en estas expresiones cierto sentido irónico que no siempre se detecta en los textos antiguos o modernos, como se comprueba en los siguientes ejemplos con el adjetivo maravillosísimo:

En este segundo estado, en un supuesto mismo tiene puestas Dios aquestas dos maravillosísimas plantas (León, Nombres); Ha educado su corazón y su mente con arte maravillosísimo igual al de los santos (Galdós, León Roch); Me había dado libros, clases especiales en su cuarto, explicaciones maravillosísimas y para mí solo (Sánchez Mazas, Pedrito).

13.3j También son más frecuentes en el habla coloquial, aunque no sean exclusivos de ella, los adjetivos o participios en uso adjetivo que, sin ser elativos, no suelen ser tampoco graduables. Se refieren a propiedades o estados que los hablantes suelen conceptualizar como absolutos: solterísimo, casadísimo, muertísimo, rechazadísimo. En estos casos se da a entender —a menudo con intención humorística— que las propiedades o los estados que se asocian prototípicamente a la situación descrita se dan en grado extremo, pero también que se han alcanzado de forma notoria a juicio del que habla. De hecho, la búsqueda del efecto cómico o irónico en los derivados en -ísimo a partir de bases léxicas que no admiten gradación es un rasgo característico de la lengua literaria:

Ignorantia Destra fue retirada a su dormitorio de solterísima (García Hortelano, Gramática); […] que estaba muerto, bien muerto, muertísimo y que eso era lo único que importaba (Alatriste, Vivir); El director, casadísimo; sus dos asistentes igual (Bermejo, Lucevan).

También se usan los adjetivos en -ísimo en las respuestas enfáticas, igualmente en el registro conversacional: —¿Es muy secreto? —Secretísimo; —¿Ha sido tan estupendo como dicen? —Estupendísimo. En el § 7.4 se describen los derivados en -ísimo a partir de adjetivos ordinales (por tanto, no graduables), como primerísimo o ultimísimo, y los formados a partir de bases nominales, como campeonísimo, generalísimo o hermanísimo.

13.3k Los sufijos afectivos pueden expresar cuantificación de grado. El adjetivo pequeñito posee sentido afectivo, como otros muchos formados con diminutivos, lo que no impide que signifique ‘muy pequeño’. Se perciben connotaciones afectivas, a la vez que la expresión de cierto grado, en voces como calentico, grandecillo, ingenuote, pobretón, buenazo, bonachón, delicaducha y otras muchas que se analizan en el capítulo 9. Los adjetivos comparativos no admiten adverbios de grado, pero sí aceptan diminutivos en contextos restringidos, con las connotaciones a las que se hace referencia:

Que se corra que viene la Regenta y se llenará esto con lo mejorcito (Clarín, Regenta); Eres de lo peorcito… ¿Sabes?… ¡De lo peorcito! (Santana, Tendido); Ya estás mayorcita para permitir que las intrigas […] te envuelvan (Donoso, Casa).

Los adjetivos de tamaño expresan cuantificación de grado con sustantivos que se usan también como adjetivos, como en un embustero colosal o en Eres un gran tonto —me respondió Rafael (Neruda, Confieso). Sobre la compatibilidad de estos adjetivos con los sustantivos de medida (como en Se comió un plato grande de frijoles), véase el § 12.5l.

Información adicional

En relación con este capítulo, las siguientes entradas del Glosario de términos gramaticales podrían ser de su interés:
coaparición, elativo, grado superlativo

 

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