Sintaxis

16. El pronombre personal. La correferencia. Las formas de tratamiento

16.10 Variación en los pronombres átonos de tercera persona (III). El laísmo y el loísmo

16.10a El laísmo es mucho menos frecuente que el leísmo, está menos extendido geográficamente y, frente a algunas variedades de este último, no es propio de la lengua culta. Suelen distinguirse dos clases de laísmo:

A. Laísmo de persona: uso del pronombre la como dativo con sustantivos femeninos de persona: La dije la verdad.

B. Laísmo de cosa: uso del pronombre la como dativo con sustantivos femeninos de cosa: No te puedes poner esta camisa porque tengo que pegarla un par de botones.

El laísmo de persona es algo más frecuente que el de cosa. Tanto uno como otro se extienden con dificultad a la lengua escrita, salvo en los textos en los que se pretende reflejar el habla popular de las zonas laístas. Se recomienda evitar ambos tipos de laísmo en todos los contextos.

16.10b El laísmo surgió en Castilla en el siglo xiv, por tanto más tarde que el leísmo. No se propagó tanto como este último, pero alcanzó cierta difusión en los siglos xvii y xviii, incluso entre escritores notables. Se han documentado numerosos usos laístas en santa Teresa de Jesús, Quevedo, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón, Fernández de Moratín y Ramón de la Cruz. Gozaba de cierto prestigio social en España en la segunda mitad del siglo xviii, por lo que no fue condenado por la RAE hasta mediados del xix. He aquí algunos ejemplos de laísmo en los autores citados:

La he dado algunos azotes (Lope Vega, Dorotea) —Comprolas costosa casa (Tirso Molina, Sótano); Ligera / huye asombrada la fiera; / y aunque la dio que temer, / no la ha podido vencer (Calderón, Cazador); La dará cuantas perlas y joyas y oro hay en su reino, con tal que se vaya y le deje, y aún promete que la regalará cuantos tesoros hay en Ceilán (Moratín, Apuntaciones).

16.10c Persiste el laísmo en la actualidad en algunos núcleos de Castilla, sobre todo de Burgos, Ávila, Segovia y Valladolid, así como en Cantabria y en Madrid. Algunas formas del laísmo de persona se han atestiguado incluso en hablantes cultos, si bien se consideran desaconsejables. Destacan especialmente entre esas construcciones las que se forman con verbos de comunicación (La dije que…; La pregunté qué…), transferencia (La di el recado) y también con los que se construyen con sujetos oracionales (A ella no la conviene irse ahora; No la importa que se lo digas), entre otros. He aquí algunos ejemplos:

Al anochecer la dije que me diese las señas de una posada (Chamorro, V., Muerto); El conductor del coche de alquiler la preguntó varias veces si se encontraba mal (Luca Tena, Renglones); La cogí la cabeza, la acaricié, la hablé con más cariño que el que usara jamás el esposo más fiel (Cela, Pascual Duarte); La chica anda esperando desde hace más de medio año las vacaciones en el Caribe que nuestro hombre la prometió en un arrebato de lujuria (ABC 26/4/1988); Al acostarnos me salió la Anita con que no la gustaría confiar el niño a una negra (Delibes, Diario).

16.10d El laísmo no se extendió a Andalucía y Canarias y, por consiguiente, tampoco a América. Las escasas construcciones laístas que es posible encontrar en el español andino no parecen proceder de usos peninsulares, ni tampoco, como podría pensarse, del contacto con el quechua y el aimara, ya que estas lenguas andinas no poseen pronombres personales clíticos. La información que estos aportan se expresa en esas lenguas mediante un sistema de afijos que diferencia claramente el acusativo del dativo. A ello se añade que la influencia de estas lenguas sería indirecta en la medida en que no poseen una marca de concordancia de objeto de tercera persona. Las marcas de primera y segunda no distinguen en ellas acusativo de dativo, y tampoco tienen género. Cabe pensar, en consecuencia, que la presencia del laísmo en el área andina no obedece tanto a la influencia de las lenguas con las que el castellano entra en contacto como a generalizaciones propias del aprendizaje de una segunda lengua.

16.10e El laísmo es algo más frecuente en los verbos que pueden recuperar un complemento de cosa en algún contexto, por lo que se producen cruces entre las estructuras que exigen complemento directo y las que piden uno indirecto. Como es posible decir Ábrela (refiriéndose a la puerta), y también Ábrele la puerta a Sofía, los hablantes laístas tienden a decir Ábrela a Sofía cruzando ambas construcciones. Análogamente, es posible robar una billetera y también robar a alguien una billetera, por lo que los hablantes laístas tienden a formar oraciones como A Laura la robaron la billetera. Se explica en el § 35.8n que el verbo robar solo admite en algunas áreas lingüísticas complementos directos de persona usado en el sentido de ‘desposeer, quitar a alguien la posesión de algo’, no en el de ‘raptar’. En consecuencia, oraciones como A mi hermana la robaron son solo aceptables en ciertas variedades del español. Cruces similares a los mencionados explican que sean frecuentes entre los hablantes laístas construcciones como Hace tiempo que no la escribe; ¿Cuánto tengo que pagarla?; A la dependienta la dispararon esta mañana, o como Básicamente la pagan por que se quite la ropa. Es como decir que está vendiendo su cuerpo y haciendo mucho dinero por ello (Mundo [Esp.] 5/10/1995). Aunque con frecuencia menor, también se detectan casos de laísmo con complemento directo de cosa explícito, como ponen de manifiesto los textos siguientes:

A principios de junio me besó en la boca cuando la abrí la puerta (Conget, Mujeres); “A mi hija la robaron los pendientes, las pulseras y el dinero que llevaba, además de intentar abusar de ella” (ABC 13/11/1987); En cuanto la guipé, la eché una sonrisa, y parece que lo hizo el demonio (Díaz-Cañabate, Paseíllo).

16.10f Favorece los usos laístas el paso de un verbo transitivo simple a una construcción con verbo de apoyo (§ 1.10k), especialmente las formadas con dar y hacer. Contrastan, en efecto, La besé (donde la es complemento directo) y Le di un beso (donde le es complemento indirecto). Se piensa que en la variante laísta La di un beso puede producirse la contaminación o el cruce de estas dos pautas. He aquí otros ejemplos de esta forma de laísmo:

Yo la di un beso a Josefa para ver y no sentía nada, dijo que yo no tenía edad, que la llené toda la boca de saliva (Pombo, Héroe); Traspasó el dine-car al criado, quien lo hizo rodar sucesivamente hasta el pintor y hacia su amo para que se sirviesen, y ya iba a retirarse de nuevo, cuando Valdivia la hizo un gesto cariñoso y cordial (Jardiel, Vírgenes).

16.10g Se registran también casos de laísmo con verbos intransitivos (La ha salido un trabajo). He aquí otras muestras de laísmo, todas en textos españoles, con verbos intransitivos o bien con verbos transitivos que no poseen objetos directos de persona:

Lo siento por Lucerto Tena, que buenos besazos la pegaba, en plan protocolo, cada vez que venía, en El Corral, por detrás de la Almudena (País [Esp.] 10/11/1976); Hoy la sale todo a Carmen Corcelles (CREA oral, España); Marizosi Gil de Veguía se la acercó de puntillas por detrás y la tapó los ojos con las manos (Delibes, Mortaja); ¿Qué decimos ahora, qué decís ahora cuando alguien le da al asunto: ese conoce el rollo, la gusta el rollo […]? (Ortiz, L., Luz); Tampoco te había dicho la chica ninguna cosa del otro jueves, para que tú vayas y la contestes así (Sánchez Ferlosio, Jarama).

16.10h Tal como se explicó en los § 16.9k y ss., existe una amplia variación, geográfica más que social, en la pauta «se + pronombre átono de tercera persona». Como cabe esperar, los hablantes laístas construyen secuencias como A esta muchacha se la ha dicho de todo, ya que neutralizan el objeto directo de persona con el indirecto. He aquí otros ejemplos similares:

Parece muy celosa de su propia intimidad. No se la conoce varón, por ejemplo (Tiempo [Esp.] 9/4/1990); No saben ustedes, señores, lo que experimenta uno al oír hablar español lejos de la patria, porque cuanto más lejos está, más afecto se la tiene (Baroja, Vuelta).

El laísmo de cosa es mucho menos frecuente que el de persona, pero se ha observado en verbos de tres argumentos, como en Si a la tortilla se la añade demasiada cebolla (en lugar de la forma correcta … se le añade…).

16.10i Se constata asimismo el laísmo en las construcciones de verbo pronominal y dativo (generalmente posesivo), como Se la riza el pelo; Se la cayó un diente:

He sacado a Juana a paseo, pero ha tenido que volverse: los pies se la hinchan, y no hay modo de que haga ejercicio (Zorrilla, Cartas); Pues que en el día que sacó usted a la moza se la cayó un anillo en el fondo de la laguna (Curiel, Cuentos); Y no es para tanto que tengáis que dejar quince días del mes de vacaciones para vigilar las obras, allí, en el camposanto, que es, por lo visto, lo que se la hace más cuesta arriba a la chica (Jiménez Lozano, Grano); Después de tres años de seguimiento, no se las detectó ningún tumor (Mundo [Esp.] 8/12/1994).

Menos frecuentemente, se registran también variantes laístas de las oraciones formadas con dativos y verbos de afección física, como en La duele una muela; La pica la nariz, o las que se reproducen a continuación:

—¿Qué tiene? ¿Qué la duele? Gimió ella. Sus manos perdieron la crispación, y por un instintivo pudor llevóselas al pecho (Trigo, Médico); Que si todo provenía de que la picaba donde la picaba, como a todas, no iba a ser ella especial y que lo que hubiera debido hacer, cuando había tiempo —que ya no lo tenía—, era casarse (Pombo, Héroe).

16.10j Independientemente de su bajo prestigio, y del hecho de que se recomiende evitarlas en todos los contextos, estas oraciones no deben escapar al análisis sintáctico. Las secuencias laístas no son oraciones agramaticales, ya que se atestiguan repetidamente. En cuanto que no son “oraciones inexistentes”, sino representativas de una determinada variedad lingüística de la que se posee abundante documentación, no puede evitarse el problema sintáctico que plantean, en concreto la cuestión de si el pronombre de acusativo que contienen es un verdadero objeto directo. Todo parece indicar que no es así, puesto que —como se ha explicado— estas oraciones se construyen también con verbos intransitivos (¿Qué la duele? en el apartado precedente). Los hablantes laístas no interpretan el pronombre la/las como objeto directo cuando el verbo es transitivo. No construyen oraciones pasivas con el grupo nominal correspondiente (no se registran secuencias como *Fue dada un par de besos, pero sí La dio un par de besos); tampoco usan estos verbos en las construcciones de infinitivo de interpretación pasiva (*Es una persona fácil de pedir dinero) ni en otras muchas secuencias que ponen de manifiesto la existencia de un verbo transitivo. El pronombre átono la/las parece comportarse en estas variedades como un verdadero objeto indirecto, recubierto de los rasgos de género que expresa el grupo nominal, pero de los que el dativo carece. Repárese en que, desde este punto de vista, no tiene verdaderamente sentido preguntarse si en una determinada variedad lingüística del español pueden concurrir dos objetos directos (sin duplicación) con un mismo verbo transitivo.

16.10k Como se explicó en el § 16.8a, el loísmo es el uso desviado de los pronombres lo/los con función de complemento indirecto. Descriptivamente, el loísmo es un fenómeno análogo al laísmo, puesto que los hablantes anulan en ambos una distinción de caso y la sustituyen por una distinción de género. Como en el caso del laísmo, se distinguen dos tipos de loísmo:

A. Loísmo de persona: uso del pronombre lo como dativo con sustantivos masculinos de persona: No lo dieron tiempo a reaccionar.

B. Loísmo de cosa: uso del pronombre lo como dativo con sustantivos masculinos de cosa: El asunto es como es y no hay que darlo más vueltas.

Las construcciones loístas están fuertemente desprestigiadas. De hecho, el loísmo no ha pasado a la lengua estándar en ninguna de las variedades del español, por lo que se recomienda evitarlo en todos los niveles de lengua. La RAE lo condena desde la primera edición de su Gramática (1771).

16.10l Al igual que el leísmo, el loísmo se remonta a los primeros textos hispánicos: […] vuscarles el mal que pudiessen e estorvarlos su camino (Alfonso X, General Estoria I). Es infrecuente en el español contemporáneo y no suele darse entre personas cultas, por lo que es raro en la lengua escrita, salvo en algunos textos de carácter dialectal. Aunque se han atestiguado usos loístas en santa Teresa de Jesús, Quevedo y Lope de Vega, entre otros escritores, el loísmo no penetró con fuerza en la lengua literaria, frente a lo que sucedió con el leísmo y —en menor medida— también con el laísmo. He aquí algunos ejemplos de loísmo en el español clásico:

Yo los dije que después de misa nos tornásemos a juntar y se determinaría (Santa Teresa, Fundaciones); Que deslizaua al Tajo su corriente / Por vnas peñas, y el subido en vna / Desta suerte los habla, y importuna (Lope Vega, Jerusalén); […] por esso viendolos, primero los habla del Reyno de Dios, y los enseña, y luego trata de alimentarlos, y darles de comer (Quevedo, Política).

16.10m Al igual que en el caso del laísmo, se han observado usos loístas en el español del Perú, Bolivia y el Ecuador que no proceden del español europeo, ni tampoco de la influencia de las lenguas andinas, sino que parecen surgir como resultados de procesos de simplificación en el aprendizaje del castellano por hablantes nativos del quechua o del aimara. No se considera loísmo, aunque sí uso no recomendable en la lengua culta contemporánea, mantener el empleo del pronombre lo con referentes no contables masculinos o femeninos, como hacía el español medieval y como se atestigua en algunas zonas del norte de España. Se describió este uso en el § 12.2ñ y 16.2.

16.10n Puede favorecer la presencia del loísmo, y también del laísmo, la inseguridad en cuanto al régimen de determinados verbos, acompañada del temor a incurrir en leísmo. Sucede, por ejemplo, con verbos que significan transacción, como dar, dejar, prestar, quitar, vender, etc., en los que el complemento de persona, que es indirecto, puede verse expresado mediante los pronombres lo(s)/la(s), atraídos a esta función desde el directo de cosa, como en […] y lo di mi acta de nacimiento y este, o sea, y me revisaron mis cosas (Excélsior 8/6/1996). Cabe la posibilidad de que de construcciones con se ante acusativo, como Se lo presté o Se lo dejó, puedan derivar otras anómalas, como Lo presté diez euros o Lo dejé mi moto. Cabe mencionar, en este mismo sentido, otros verbos de tres argumentos, como jurar o prometer. Así, a partir de Se lo juro, yo no he sido puede pasarse, con tratamiento de cortesía, a la construcción loísta Los juro (a ustedes) que yo no he sido.

16.10ñ Se obtienen otros casos de loísmo con verbos polisémicos que poseen más de un régimen. El uso loísta de pegar (‘golpear’) con objeto directo de persona es análogo al laísta (§ 16.10g y 35.8o):

“Señor, yo no he hecho nada”, decía. Y los soldados: “¡Ya, cobardes! ¡Salga usted!”. Y fuerte lo pegaron (Viezzer, Hablar); —Miguelito estaba lleno de problemas. Era de familia humilde, su papá lo pegaba, quería irse de su casa. Se detuvo (Paz Soldán, Materia).

El verbo gustar es transitivo con los significados de ‘saborear’ o ‘desear’ (¿Gusta usted un aperitivo?), pero es intransitivo cuando significa ‘agradar, sentir atracción’ (Le gusta la paella). El cruce de ambos usos puede haber favorecido el uso loísta de este verbo, como en Claro que Tadeo tampoco era tonto, y no lo gustó la desconfianza (Hernáez, Destino).

Información adicional

En relación con este capítulo, las siguientes entradas del Glosario de términos gramaticales podrían ser de su interés:
laísmo, loísmo, neutralización

 

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