Sintaxis

16. El pronombre personal. La correferencia. Las formas de tratamiento

16.9 Variación en los pronombres átonos de tercera persona (II). Preferencias léxicas en las alternancias de leísmo

16.9a Se ha hecho notar en varias ocasiones que ciertas construcciones leístas están muy extendidas en la lengua culta, por lo que han sido interpretadas como casos de falso leísmo o de leísmo generalizado. Desde este punto de vista, algunos verbos favorecen los usos leístas en todo el mundo hispánico porque están sujetos a la alternancia «dativo–acusativo», de forma análoga a como muchos verbos están sujetos a alternancias preposicionales, según se explica en el capítulo 36. Se ha debatido la cuestión de si constituyen o no casos de leísmo de tipo B las construcciones de los pronombres le y les con los verbos creer, obedecer, escuchar, ayudar y otros semejantes, o se trata más bien de alternancias de régimen. Esta última es la interpretación que parece predominar en la actualidad. Así, en el español de América se usa mayoritariamente el verbo creer con los pronombres le/les con referentes de persona, sean hombres o mujeres, es decir, para designar a aquel o aquellos a los que se concede credibilidad. Se dice, por tanto, A Julieta no le creyeron, más frecuentemente que A Julieta no la creyeron, al contrario de lo que sucede en el español europeo. Se exceptúa el español de Cuba, en el que se prefiere el pronombre de acusativo, al igual que en España: A Julieta no la creyeron. Tanto en España como en América hay muestras de ambos, aun cuando las proporciones no sean las mismas. He aquí algunos ejemplos:

¿O sea que tú le crees a la vieja? —le preguntó Paloma—. ¿Tú sí le crees? (Bayly, Días); Teherán insiste en que solo quiere tener más energía eléctrica, pero Washington y Tel Aviv no le creen —o dicen que no le creen— y han comenzado a rodar los mismos argumentos y amenazas que precedieron a la invasión a Irak (Gelman, Ejes); Pero nadie le cree, porque Esperanza no ha dicho una sola palabra desde que llegó (Dou, Luna); Todos saben que está loca. Diga lo que diga nadie la creerá (Miralles, Motín); Vio que Malvina no le creía, como si enfrentada con un precipicio su mente rehusara avanzar más en esa peligrosa dirección (Donoso, Casa); Y la creerán a ella, no te creerán a ti (Sierra, M., Palomas).

No sería correcto interpretar esta construcción como un caso de leísmo, ya que el pronombre le no se usa aquí como complemento directo, sino como complemento indirecto. Así, en España resulta natural decir La acusada no fue creída por el jurado, pero en América no suele resultar normal esta construcción (con la excepción esperable del español cubano), lo que confirma que le no se interpreta como complemento directo. Cabría decir, en cambio, Las palabras de la acusada no fueron creídas por el tribunal, donde el sujeto de la construcción pasiva no designa una persona. Ello pone de manifiesto que el uso de creer con dativo no constituye un caso de leísmo, sino una muestra de que el sistema gramatical admite en ciertos casos la alternancia «acusativo–dativo», que otras pautas sintácticas confirman. Véase también, en relación con esta cuestión, el § 35.8m.

16.9b En el español europeo no coinciden todas las pruebas que caracterizan estas construcciones como transitivas cuando se forman con complementos de persona. Así, si bien se admiten en ellas las pasivas perifrásticas o de participio con los verbos citados, se suelen rechazar las pasivas reflejas cuando el complemento directo designa una persona. Se dice, por tanto, noticias que no se suelen creer, pero no *personas que no se suelen creer. Contrastan igualmente No se obedecen muchas leyes con *No se obedecen muchos jueces, en marcado contraste con No se contratan muchos jueces. Las construcciones con infinitivos de interpretación pasiva, analizadas en el § 26.5, son admitidas asimismo por estos verbos con naturalidad cuando se construyen con complementos de cosa: leyes imposibles de obedecer o afirmaciones imposibles de creer. En cambio, no lo son siempre en igual medida cuando se forman con complementos de persona. Resultan, en efecto, algo forzadas expresiones como madres difíciles de obedecer o personas imposibles de creer. A ello se añade que los verbos a los que afectan las alternancias que se mencionan admitían dativo en latín (oboedīre, adiutāre, servīre). Todos estos hechos parecen apoyar, en conjunto, el análisis de pares como los citados —{Le ~ La} obedecen; No {le ~ la} creen; Si {le ~ la} ayudan…— como casos de alternancia de régimen, sin que la elección de le/les obligue a suponer que las secuencias así formadas son leístas.

16.9c Se ha atestiguado gran número de usos con dativo del verbo obedecer en España, tanto en la lengua hablada como en la escrita:

Si se lo hubieses dicho, él te lo habría prohibido y tú le habrías obedecido (Buero, Trampas); Mandó al conductor que detuviera el vehículo, y el conductor le obedeció de una forma tan inmediata y brusca que nuestros cuerpos salieron disparados hacia adelante (Puértolas, Noche); ¡Vístanse! —ordenó Raúl, y ellas le obedecieron aliviadas (Guelbenzu, Río); Yo le obedecí recitando de memoria para mis adentros lo que ya no se me olvidará jamás (Chamorro, E., Cruz).

También se documentan dichos usos con este verbo en el español americano, aunque siempre con frecuencia menor:

En cuanto a mí, si no le obedecía, lo pagaría caro (Vargas Llosa, Tía); Yo le obedecí en este asunto con igual lealtad y sumisión que en los demás actos de mi vida (Larreta, Volavérunt); Beba, le hará bien, dice. Y le obedezco (Quintero, E., Danza); Ladillo y el peón le obedecen, a pesar del barrial y los pantanos (Guido, Invitación).

16.9d Se aplican consideraciones similares en relación con los verbos acusar y ayudar, que no dan lugar necesariamente a construcciones leístas, tal como se ha explicado, sino a alternancias de régimen entre dativo y acusativo:

En ese instante decidí que por la tarde pagaría al detective, […] y destruiría las fotografías, que no le acusaban a ella sino a mí (Nasarre, País); El hombre se precipitó sobre la zapatilla. La tomó del suelo y se arrodilló frente a la dama para ayudarle a calzarse (Prada Oropeza, Hora).

Se percibe mayor variación en algunos verbos de percepción. Así, escuchar admite objetos directos de cosa en todos los países hispanohablantes, como en escuchar {una noticia ~ una voz} > escucharla o en Esa mujer se sentaba siempre frente a él, pero Acha nunca le escuchó la voz (Galeano, Días). En las áreas rioplatense, chilena y parte de la caribeña se percibe una marcada tendencia a evitar los complementos directos de persona con este verbo (escuchar a una mujer > escucharla), tendencia que no se percibe en otras áreas lingüísticas, como la andina o la europea: Su padre, ahora calmado, la escucha, o parece que la escucha, sin apartar los ojos (Vargas Llosa, Fiesta).

16.9e El leísmo del tipo B16.8c) se considera incorrecto en las construcciones formadas con verbos que no se ajustan a las propiedades descritas en los apartados anteriores. Se recomienda decir, por tanto, A Julieta no la vi ayer, en lugar de A Julieta no le vi ayer. Tampoco se consideran correctas las construcciones de este grupo que muestran concordancia en femenino con complementos predicativos, que se han documentado en el habla coloquial de la Sierra del Ecuador: Le encontraron muerta. Esta forma de leísmo, que carece de prestigio en la lengua contemporánea, era hasta hace poco relativamente frecuente en el español hablado en el País Vasco (España), y se registraba asimismo en los textos de escritores vascos:

Jamás pude predicar a mis anchas delante de ellas, y por eso les tenía dicho que no fuesen a oírme. Mi madre iba, pero iba a hurtadillas, sin decírmelo, y se ponía detrás de la columna, donde yo no le viera, y luego no me decía nada de mi sermón (Unamuno, Tula).

16.9f Se considera incorrecto en todo el mundo hispanohablante el leísmo de cosa (C en el § 16.8c), con algunas excepciones que se mencionarán más abajo. En el español peninsular se documenta en distintas zonas geográficas en registros particulares de la lengua coloquial. Al igual que el leísmo de persona es más frecuente en singular que en plural, también el de cosa en singular (He comprado un cuadro, pero aún no le he colgado) se da en proporción mayor que en plural (He comprado estos cuadros, pero aún no les he colgado). Se recomienda evitar las dos opciones.

16.9g Se ha observado que favorece la alternancia del dativo y el acusativo, y a veces hasta la preferencia por las opciones leístas, la presencia de un complemento predicativo del objeto directo. El verbo llamar seguido de complemento predicativo se construía en la lengua clásica con dativo:

A lo que respondió el estudiante bachiller, o licenciado, como le llamó don Quijote, que […] (Cervantes, Quijote II); ¿Purgatorio le llamas, Sancho? —dijo don Quijote—. Mejor hicieras de llamarle infierno, y aun peor, si hay otra cosa que lo sea (Cervantes, Quijote I).

Aunque los usos con acusativo aparecen ocasionalmente en el castellano medieval, como en Orfresa la clamavan (Berceo, Santo Domingo), el uso en dativo con llamar predominó en la lengua clásica y se extendió incluso a los complementos de cosa, como se observa en ¡Qué diabro, a la bodega / le llaman cantina acá! (Torres Naharro, Tinellaria). Acaso intervenga en esta difusión el hecho de que llamar sea el único verbo que admite complementos predicativos sustituibles por pronombres en acusativo (La llamaban loca > Se lo llamaban), como se explica en el § 38.6n.

16.9h En el español actual sigue siendo común en estas construcciones el dativo con el verbo llamar, como se ve en No le gusta que le llamen poeta. Así pues, se considera natural la alternancia Así es como {le ~ lo} llaman en el español general contemporáneo, y no se censura ninguna de las dos opciones. Es de destacar que este verbo sigue el régimen etimológico de decir con ese sentido: ¿Cómo le dicen acá a esta flor? Aparecen muestras de este uso en el español europeo, pero también en el americano, en el que el leísmo tiene, como se ha señalado, extensión mucho menor que en España:

Una lluvia leve, el chipi chipi, como le llamaban los lugareños, mojaba suavemente las calles (Esquivel, Deseo); Millones de personas que deciden ignorar el mundo en que viven. Pero nadie les llama locos (Buero, Valmy); Sentar un pobre a la mesa ya no se lleva, entre otras cosas porque en España no quedan pobres, que ahora les llaman lumpem (País [Esp.] 11/9/1977); Les llaman “graffitis”, señor (Leñero, Noche); ¿Y cómo le llama usted a ese tridente que lleva allá arriba, listo para lanzarlo contra cualquier adversario? (Chao, Altos); Quiero que me manden las medidas de papá y Joaquín para cortarles un gabán, así le llaman aquí a lo que nosotros conocemos como chamarra (Elizondo, R., Setenta); Pero tú ¿cómo les llamarías a esas rosas? (Padilla, H., Jardín); Le habían llamado por su nombre (Herrasti, Filósofo).

16.9i Se mantiene también el pronombre le/les cuando el otro complemento está formado por un pronombre neutro (A eso le llaman chisme; A todo esto le llamamos herramientas). Aparece la preposición a en estos casos, que no concurriría con un pronombre neutro de acusativo:

¿Y a eso le llamas amistad? (Salisachs, Gangrena); Yo a eso le llamo una pluma prostituida (Buero, Detonación); Si a eso le llaman los señores ex ministros “nación próspera”, se entiende por qué las elecciones les son tan reiteradamente adversas (Hoy [Chile] 20/4/1997).

16.9j El influjo del complemento predicativo en las opciones leístas se percibe en otros casos. Muchos hablantes no leístas, que consideran anómalas expresiones como Le eligieron; Le ordenaron; Le vieron; Le oyeron; Le mandaron al extranjero; Le dejó su novia o Le obligaron, no perciben la anomalía en la misma medida en construcciones leístas (del tipo A) como Le eligieron alcalde; Le ordenaron sacerdote; Le vieron salir, o No le dejaban acercarse, en las que el verbo aparece seguido de un complemento predicativo, sea nominal o verbal (§ 26.10g). Como en otros casos, el leísmo de tipo A es aquí menos frecuente en plural (Les nombraron alcaldes) y también lo es el del tipo B, que carece de prestigio, como se ha explicado: A María le nombraron delegada provincial. Las construcciones leístas formadas con complementos predicativos son frecuentes (con algunas excepciones, entre las que están el español chileno y el peruano). Los textos que siguen son americanos:

Los padres y hermanos del joven le tacharon de loco y argumentaron toda clase de razones en contra del intempestivo proyecto de viaje (Velasco Piña, Regina); Cuando le nombraron ministro de Guerra lo primero que se le ocurrió fue obligar a todos los oficiales a que hicieran una colecta para comprarle a su mujer un collar de diamantes (Ribeyro, Geniecillos); El 15 de julio de 1914 presentó su renuncia, con gran regocijo del pueblo que le vio partir en su viaje al destierro (Leyva, Piñata); Los suyos le tienen por traidor (Labarca, Butamalón); Minutos después le oyeron llorar y gritar de desesperación (Chao, Altos).

Estos otros ejemplos son españoles:

Cuando Ramfis tenía cuatro años de edad, le nombré coronel del Ejército (Vázquez Montalbán, Galíndez); Miras la taza del water mientras le oyes hablar, sentado sobre su cama (Ortiz, L., Luz); Miraron hacia el salón y le vieron atravesar en dirección a la biblioteca (Mendoza, Verdad); No, todavía no. Pero le ordenaré sacerdote en cuanto sea preciso (Torbado, Peregrino); Le tiró un tintero al director del cole y le llamó borrico y meapilas (Marsé, Rabos); No puedo evitar reírme cuando pienso en todos esos críticos que le consideran el último realista (Vila-Matas, Suicidios).

Para el análisis gramatical de estos infinitivos con función de complementos predicativos, véanse los § 26.2e y 26.9g y ss.

16.9k Es tradicionalmente polémico el análisis de las impersonales reflejas con objeto directo de persona (§ 41.12). Si en Adrián recordaba a un amigo suyo se obtiene “> Lo recordaba, en Cuando se recuerda a un amigo debería obtenerse “> Cuando se lo recuerda” como única opción entre hablantes no leístas. La situación es, sin embargo, más compleja. El grupo se le se registra ampliamente, e incluso de forma mayoritaria, en oraciones impersonales construidas —en la lengua oral y en la escrita— por hablantes no leístas. A esta pauta corresponden las oraciones siguientes:

Se le avisó con anticipación; Se presentó tarde y no se le pudo admitir; Se le acusa de dos delitos graves; No está, y tampoco se le espera; Hace años que no se le ve por aquí; Se le respeta profundamente.

Este uso es hoy mayoritario. Es común en las áreas mexicana, centroamericana y antillana, además de en el español europeo, y en buena parte del área andina. No lo es, en cambio, en la chilena o en la rioplatense, en las que se prefiere se lo o se la, según se haga referencia a hombres o a mujeres. He aquí algunos ejemplos del primer uso:

Y sobre todo se le ve deseoso de encontrar ayuda y colaboración (Uslar Pietri, Oficio); No solo se le podía localizar en la facultad, sino también en su propio domicilio (García Morales, Lógica); A un amigo se le recibe en mi casa como a un rey (Arrau, Norte); A un cristiano no se le condena sin juicio (Aguirre, Retablo); Se acudió primero a don Francisco y no se le encontró (Larreta, Volavérunt); A Galván no se le oye, habla casi para sí mismo (Fernán Gómez, Viaje); Se les informó del testamento del Caudillo (Longares, Romanticismo); Su viuda —si es que aún vivía— y sus hijos habían desaparecido durante la guerra, y no se les pudo avisar de aquella pérdida (Caso, Peso).

Se ejemplifica a continuación la otra variante:

Realmente se lo veía como abrumado por graves pensamientos (Gasulla, Culminación); Les manifestó su preocupación por saber a qué tipo de diálogo se lo estaba invitando (Observador 10/9/1996); El culpable era arrastrado hasta los sótanos y azotado mientras se lo interrogaba acerca de sus relaciones con los salvajes (Donoso, Casa); Los músculos del pie trabajan mejor si está descalzo, si se los deja libres (Almeida, Bebé); Se los ve de espaldas, están elegantes, pero de espaldas no se ve si las caras son lindas o feas (Puig, Beso); Con frecuencia se los ignora por completo (Varela, Conocer); Ella desaparece de mañana, se la ve al mediodía solo para comer (Somers, Retrato).

16.9l Esta forma de leísmo se diferencia de la que corresponde al tipo A16.8c) en que es frecuente en el masculino plural: No se les espera (a ellos); Se les recibió con todos los honores. Es menos habitual, en cambio, en femenino, pero en México y gran parte de Centroamérica resulta normal decir A la Sra. inspectora se le atendió debidamente o A tu mamá se le recibe siempre bien, sin apenas alternancia entre le y la. En las áreas antillana y andina, se le es también la opción preferente en estos casos, pero en alternancia con la variante se la. He aquí algunos ejemplos de la opción se le(s) en referencia a mujeres:

Elegante, con abrigo largo, pañuelo estampado y pelo teñido de rubio, a sus 66 años, María Estela Martínez —se le conoció públicamente como “Isabelita Perón”— compareció por primera vez ante la justicia (Proceso [Méx.] 9/2/1997); A la madre canceriana se le considera astrológicamente la perfecta (Vea 11/5/2003); Es decir, a las niñas se les cuida, se les protege su virginidad (Adolescencia y salud /2000).

Está más restringida la extensión de esta pauta a los nombres de cosa. Tal extensión tiene lugar preferentemente en las construcciones denominativas analizadas en los apartados anteriores, aunque solo en algunas de las áreas americanas en las que prevalece se le para personas. Se trata de secuencias del tipo de ¿Cómo se le llama a esta planta? o como En algunas comunidades, a esta región se le designa con el término chaupirana, que quiere decir zona intermedia (Ossio, Comidas).

16.9m Entienden algunos autores que la evolución de los sistemas castellanos de pronombres que dio lugar a los fenómenos de leísmo, laísmo y loísmo sigue un itinerario lógico, ya que extiende a la tercera persona la neutralización de los valores del acusativo y dativo que en latín se habían producido en la primera y segunda personas, como se ha re cordado (me/mihi > me, te/tibi > te, nos/nobis > nos, vos/vobis > os). Cuando comienzan a generalizarse las construcciones impersonales con se a lo largo de los siglos xvi y xvii, la sustitución por pronombres átonos que se realiza en Castilla es coherente con tal neutralización. Más que optar por los pronombres de acusativo o de dativo, parece más apropiado suponer que estas diferencias se habían neutralizado en tales esquemas. La opción se le [singular] ~ se les [plural] fue la más general en España. Es también la que más se difundió en América, y la que defendieron Bello, Cuervo y otros ilustres gramáticos. La opción se lo/la [singular] ~ se los/las [plural], más reciente en el español americano, es de origen culto. Como se ha explicado, es la predominante en las áreas chilena y rioplatense. Las alternancias de dativo y acusativo (se le ~ se la/lo para el singular; se les ~ se las/los para el plural) se asocian en España con las dos Castillas, y en América con las áreas lingüísticas no mencionadas. Se ha observado, por otra parte, que existen también tipos particulares de verbos que prefieren una u otra opción. Se alude brevemente a ello en los § 35.2l y ss.

16.9n Muchos verbos que designan procesos que afectan al ánimo y producen acciones o reacciones emotivas, y a veces físicas, muestran la alternancia entre dativo (le) y acusativo (lo/la), a menudo con ciertas consecuencias para el significado, como se explica en los § 35.8f y ss. Con los verbos aburrir, agradar, cansar, divertir, fascinar, impresionar, molestar, preocupar y otros análogos se percibe, como allí se explica, gran variación, incluso dentro de la lengua estándar. Tiende a usarse el pronombre acusativo cuando un agente externo lleva a cabo alguna acción voluntaria que ejerce un efecto sobre el paciente que la recibe:

Siento molestarla, señora (Marsé, Rabos); Estaba demasiado enfermo para preocuparlo con mis devaneos (Salisachs, Gangrena); Sus hermanos, nosotros, cuando quieren enojarla, componen cánticos y estribillos (Guido, Invitación); El mayordomo lo despertó para anunciarle la visita de Efrén Castells (Mendoza, Ciudad); A usted la impresiona Mosquera como una especie de libertador (Britton, Siglo); ¿No será que la molestamos con tanto ajetreo? (Solares, Mártires); Perdóneme por ser repetitivo, seguramente lo aburro (Steimberg, Espíritu).

Se elige a menudo el dativo, sin embargo, cuando se expresa la idea de que alguna causa externa provoca que alguien experimente la sensación o la reacción de la que se habla:

A Nathaniel Forbes la lluvia ya no le afectaba, no podía traspasar la vieja piel curtida que estaba debajo de su camisa (Ducoudray, Ojos); Tanta locuacidad le molestaba (Martínez, Vuelo); Debe de ser que le afectó el soroche (Bayly, Días); Le horrorizaba la idea de morir fuera de Cuba (Díaz Martínez, Piel); ¿Quién de ellos no habrá traído a bordo, para que le distraiga de su soledad, un loro pícaro, una guacamaya charle, un mono mimado? (Cabada, Agua); No le seducía el poder. Había algo más atractivo en un rincón del Olimpo: el bien (Fernández Spencer, Pueblo); […] le aburrían las discusiones teóricas de Joaquín y Yasemin (Paz Soldán, Materia).

Aun así, en gran parte del español americano se acepta también el acusativo aun cuando la situación corresponda a las características que se acaban de describir:

Cuanto pretendiente llegaba Carola lo rechazaba sin más y ya esa situación lo preocupaba, así que se lo dijo, le dijo no quiero morirme sin ver que estás casada (Elizondo, R., Setenta); Cuando era niño esas máscaras lo asustaban (García, A., Mundo); Sus lágrimas lo excitan; a veces lo enojan, otras veces lo enternecen hasta el punto que ella le cree cuando él dice que la ama, que siempre la protegerá (Santiago, Sueño); [...] lo que más lo causaba, además de un montón de bautizos en los barrios más pobres (Solares, Mártires).

16.9ñ Las alternancias que se mencionan con los verbos de afección psíquica dependen de otros factores. Como las oraciones subordinadas sustantivas no tienen valor agentivo, favorecen, en principio, la opción del dativo. Así sucede en el español europeo, en el que es rara la construcción con la en A Luisa {le ~ la} molestó que no la invitaran a la boda. Esta variante no se rechaza en el español americano, aunque el grado de preferencia por una u otra depende de los países:

Le molestaba dejar el enigma sin resolver (Vázquez Montalbán, Soledad); A doña Itzel, siempre le había preocupado que sus nietos adquirieran formas de vida que, según ella, no les correspondían (Esquivel, Deseo); También le alegró que el dormitorio volviera a ser común (Pitol, Vida); Al guardagujas le satisfacía enormemente utilizar este vocablo (Prada Oropeza, Hora); Hasta hacía pocos días la preocupaba, fundamentalmente, salir airosa de la trampa (García Sánchez, Historia); El director de fotografía controla a través de un filtro hasta que el aspecto visual lo satisface (Feldman, Realización).

Se ha observado cierta tendencia a elegir las formas de acusativo con sujetos preverbales (Cualquier problema lo acobarda; Salir al campo la animaba), y a preferir las de dativo con los posverbales (Le seducía aquella idea; Le angustiaba tener que mentir), lo que es coherente con la distinción introducida entre los participantes activos y no activos en las acciones o los procesos que se denotan.

16.9o Entre los verbos de influencia (es decir, los que solicitan o inducen comportamientos del destinatario) suelen distinguirse dos grupos:

A. El tipo ordenar

B. El tipo invitar

Los verbos del tipo A (ordenar, mandar, impedir, prohibir, etc.) se construyen con un complemento directo de cosa y uno indirecto de persona: Le ordenaron quedarse de guardia; Le prohibió salir de noche. Los del tipo B (animar, autorizar, convencer, obligar, in citar, forzar, etc.) se construyen con un complemento directo y uno preposicional: La invitaron a una cena; Lo animaron a asistir al baile. Se observa considerable variación dialectal en los verbos del tipo B. La alternancia «dativo–acusativo» en pares como los siguientes:

{Le ~ Lo} invitaron a abandonar la sala; Se quejaron de las duras tareas que {les ~ las} obligaban a realizar; {Les ~ Los} forzaron a hacer lo que no querían,

se ha documentado en España, en las Antillas, en México y en parte de Centroamérica, más raramente en las demás áreas, en las que predomina el acusativo. Los ejemplos que se citan a continuación ilustran esta alternancia:

A empujones, lo obligaron a arrodillarse y, de inmediato, lo encapucharon (García, A., Mundo); Él no estaba cansado. Ocasionalmente le obligaban a emprender carrera algunas estampías de los rumiantes (Rubín, Rezagados); Allí lo convencería de que fuese pronto a Golfito, donde lo aguardaban con desesperación (Aguilera Malta, Pelota); Luego Onofre le convenció de que la venta de crecepelo era solamente un ardid para despistar a la policía (Mendoza, Ciudad); La entrada de Tita suspendió la discusión y los forzó a tratar de reiniciar la plática en un tono más amigable (Esquivel, Agua); Hacia fines del xix se ordenó empadronar todos los cabildos bajo la Ley de Asociaciones, con lo que les forzaban a adoptar un nombre católico (Évora, T., Orígenes).

16.9p La alternancia a la que se hace referencia es rara con sustantivos femeninos, pero en Cuba se registran oraciones como Le invité (a Marta) a bailar o Les animo a todas a colaborar en la tarea. A estos verbos se asimilan hacer y dejar cuando se comportan como verbos de influencia, con el significado de ‘obligar’ y ‘permitir’, respectivamente. La alternancia se extiende, en efecto, a ellos:

Tal vez al borde de su salto aéreo, el miedo la hizo vacilar, le restó, por un instante, vuelo (Vega, A. L., Crónicas); Al fin, la deriva de su paseo le hizo desembocar en la avenida que subía desde los lejanos mercados (Merino, Orilla); Juan Pérez los dejó discutir, acalorarse, justificarse (Donoso, Casa); El 15 de noviembre de 1940, los mercantes alemanes: Orinoco, Idarwall, Rhein y Phrigia trataron de salir, pero México, ahora más confundido con los sucesos, no les dejó marchar (Scheina, Iberoamérica).

16.9q La alternancia «dativo–acusativo» de un mismo verbo se extiende a otros casos. Es muy común la de atender y telefonear, que se ilustra a continuación:

A los invitados hay que atenderlos muy bien (Castañeda, Tormenta); No permitió que ninguna persona la atendiera (Paz, S., Cielo); No quiso le atendiese médico alguno y se negó a comer (Otero, L., Temporada); […] pendiente también de cada cliente no por atenderle sino para preguntarle sobre el desaparecido (Elizondo, R., Setenta); Al día siguiente la telefoneó para invitarla al cine (Vergés, Cenizas); Yo la telefoneaba para investigar (Conget, Mujeres); Cuando regresaras a Europa, le telefonearías para entrenarla en llamarte Tito (Chavarría, Rojo); María Roberta le telefoneó para preguntarle más detalles sobre esa historia de espías (Rovinski, Herencia).

Los verbos avisar y advertir presentan características particulares, como se explica en los § 34.4l y 43.6k y ss.

Información adicional

En relación con este capítulo, las siguientes entradas del Glosario de términos gramaticales podrían ser de su interés:
neutralización, régimen, verbo de influencia, verbo psicológico

 

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