Sintaxis

48 La negación

48.3 La alternancia negativa

48.3a Como se explicó en el § 48.1o, se denomina a menudo alternancia negativa la que proporciona pares como No vino nadie ~ Nadie vino. En el primer miembro del par aparece una palabra negativa —un indefinido en el ejemplo propuesto— en posición posverbal y bajo el alcance del adverbio no. En el segundo (Nadie vino), la palabra negativa precede al verbo y es incompatible con el adverbio no en la lengua actual (*Nadie no vino), con las excepciones que se mencionarán en el apartado siguiente. Se muestran a continuación algunos otros ejemplos de la primera variante. Nótese que se admiten sin dificultad en ella varios indefinidos negativos en posición posverbal:

—Que no entre nadie —le encargué— (Vallejo, F., Desbarrancadero); Tuvo mala suerte porque ahí no le pasa nunca nada a nadie (Cela, Cruz); No llegarías nunca a nada (Cortázar, Rayuela); El señor le había dicho que no dijera nada a nadie de aquello (Mendoza, Ciudad).

Estos son algunos ejemplos de la segunda variante:

Este módico vaticinio, que nada nos cuesta admitir, me depara una suerte de impunidad (Borges, Moneda); Aquí nadie me brinda detalles (Torres, M., Hombres); Casi nunca te matan en lugares como este, pensó (Pérez-Reverte, Reina); A ninguno de los niños les llamó la atención que recogiera por el camino a un hombre rubio (Allende, Casa); Pero solo digo que nada ocurre en estas tierras (Montemayor, C., Llaves).

48.3b No se omite siempre el adverbio no tras una palabra negativa en posición preverbal en algunas variantes del español hablado en el Paraguay, por calco del guaraní, así como en el español de los sectores menos escolarizados del área andina, por influencia del quechua. También se registra esta pauta en Cataluña y en el País Vasco (España). La construcción es más frecuente con el adverbio tampoco que con otras palabras negativas:

Cuando hay una necesidad, cuando hay la inundación y eso, nadie no se presenta (CREA oral, Paraguay); Conmigo nadie no perderá el puesto por una lesión (Deber 5/6/2004); Porque, de las wawas, ella tampoco no sabía nada (Viezzer, Hablar); Entonces nosotros no pudimos hacer nada, pero tampoco no les provocamos (Burgos, E., Rigoberta); Por eso tampoco no le veo mucho futuro (Caras 12/5/1997).

Esta pauta era común en el español medieval, como se explica en los § 48.3e-g. Sobre el uso de expresiones como Ni un vecino no vino en ciertas variantes del español oral argentino y chileno, véase el § 48.3r. Los indefinidos negativos son compatibles con el adverbio no en contextos en los que se retoman palabras recién pronunciadas para desmentir o rechazar lo que se ha afirmado. Poseen, por tanto, puntos en común con los usos metalingüísticos: Nadie la miraba, nadie le dirigía la palabra. Bueno, nadie no. Porque María Teresa, la del economato, seguía hablando con ella, paseándose con ella y haciendo la siesta con ella (Palou, Carne). Por otra parte, es importante resaltar que la negación con la que los indefinidos preverbales son incompatibles en el español general de hoy ha de ser un modificador del verbo, no de otra clase de palabras: Nadie no autorizado podrá entrar en el edificio.

48.3c Salvo en lo que respecta a las diferencias de énfasis que se mencionarán en los § 48.3j y ss., las dos variantes alternantes son sinónimas. Se ha debatido largamente en los estudios de sintaxis, de semántica y de lógica la paradoja que representa la alternancia negativa: en Nadie vino aparece una sola negación, mientras que en No vino nadie aparecen dos. El español pertenece a las lenguas que poseen una sola serie de palabras negativas, se usen en posición preverbal o posverbal con negación previa. Presentan dos series el latín, el inglés, el alemán y otras muchas lenguas. Ello significa que el léxico del español no da lugar a una sintaxis paralela a la que corresponde a alternancias como las del latín ullus ~ nullus, el alemán jemals ~ niemals, o el inglés anybody ~ nobody, entre otras (con la posible excepción del uso posnominal de alguno, § 48.4j), ya que voces como nada y nadie se usan en los contextos propios de los dos miembros de estos pares. La misma diferencia se extiende a ninguno, nunca y, en general, a los indefinidos negativos.

48.3d Aunque no todos los autores coinciden en cuál ha de ser exactamente la solución de la paradoja que representa la alternancia negativa, existe acuerdo casi general en que la paradoja se produce porque la sintaxis del español incorpora una forma de concordancia que afecta a las palabras negativas en ciertos contextos. Desde este punto de vista, cuando se dice No le dijo nunca nada a nadie, las tres palabras subrayadas poseen rasgos léxicos negativos porque están en el ámbito del adverbio negativo no. Así pues, aunque la oración propuesta contiene cuatro palabras negativas, no se expresan en realidad cuatro negaciones si se entiende que las tres últimas son palabras negativas concordantes, en cuanto que no podrían ocupar el lugar que ocupan sin la presencia del adverbio no o de otra expresión negativa que hiciera sus veces. La primera de las dos variantes que se comparan (No vino nadie) muestra la llamada concordancia negativa característica de estas expresiones: la forma negativa nadie concuerda con no como manifestación formal de que el indefinido se interpreta necesariamente dentro del ámbito de la negación, tal como se explicó en el § 48.1ñ. La negación preverbal resulta imprescindible en estos contextos, con muy escasas excepciones. No hay, en efecto, negación preverbal en Lloran por nada y otras oraciones similares que serán analizadas en el § 48.4q.

48.3e Cuando los indefinidos negativos y otras palabras que se les asimilan ocupan la posición preverbal (variante segunda: Nadie vino), no aparece el adverbio no ante el verbo porque su significado está incorporado al del indefinido negativo. Se hizo notar en el § 48.3a que, con las excepciones allí consignadas, los indefinidos de la serie negativa son incompatibles en el español general de hoy con el adverbio no en posición preverbal: *Nadie no vino. En su estadio actual, las lenguas románicas se dividen en dos grupos: las que comparten esta incompatibilidad con el español contemporáneo —como el italiano, el portugués o el gallego— y las que no la comparten y construyen, por tanto, secuencias equivalentes a *Nadie no vino, como el francés o el rumano. Como se hizo notar en el § 48.3b, el guaraní y el quechua pertenecen a este segundo grupo. El catalán ocupa un lugar intermedio, ya que permite estas construcciones de manera optativa. El español antiguo pertenecía al grupo del francés y el rumano actuales:

Demandó por sus yernos, ninguno non falló (Cid); Yo le enseñaré de guisa que ninguno non sea más sabidor qu’él (Sendebar); El enfermo él mismo querrié seer más muerto, / ca a parte ninguna non trobava confuerto (Berceo, Santo Domingo); El aire foscando con mucha espesura, / me çiega e me ciñe que nada non veo (Mena, Laberinto); Que ya, ¡mal pecado!, caducado he, nadie no me quiere, que sabe Dios mi buen deseo (Rojas, Celestina).

No obstante, los textos ponen de manifiesto que el adverbio no estaba a menudo ausente de la posición preverbal en estos contextos, lo que puede deberse a variación en la lengua escrita frente a la oral, pero también podría dar a entender que se obtenía una situación próxima a la del catalán contemporáneo: Tampoc (no) ho crec (‘Tampoco lo creo’).

48.3f En la lengua medieval se daban, en efecto, frecuentes alternancias entre la presencia y la ausencia del adverbio no en los contextos mencionados, aunque se ha observado que la variación es mayor con algunas palabras negativas que con otras. Así, el adverbio nunca en posición preverbal se construye muy a menudo sin negación en los textos medievales:

Esto que tú demandas nunca lo acabarás tú nin omne de quantos son nasçidos (Sendebar); Al su señor él sienpre algo le presentava / nunca de la corrida vazío le tornaba (Arcipreste Hita, Buen Amor); Nunca dixo a omne del mundo nada de cuanto le avía contescido (Juan Manuel, Lucanor).

También se documentan, sin embargo, casos de negación preverbal con nunca: Si Tú non decendiesses, yo nunca non subría (Berceo, Loores). Se atestiguan alternancias similares en la lengua medieval con tampoco: con negación preverbal en Tampoco non avría aquel enojo de mirar aquella sobervia de morança (Villena, Eneida) y sin ella en Dixieron ellos que tampoco consintrían que ninguno pusiesse la mano en su señor (Juan Manuel, Lucanor). En los textos medievales se usa la variante segunda de la alternancia negativa (Nadie no vino ~ Nadie vino) con más frecuencia que la primera (No vino nadie).

48.3g En los apartados precedentes se ha explicado que el adverbio no —como sus equivalentes en otros idiomas— puede ser incompatible con la negación preverbal, y también que, en presencia de esta, puede ser obligatorio o potestativo. El hecho de que en todas esas oraciones se exprese un mismo significado (a pesar de que se trata de diversas lenguas y de distintos estadios de una misma lengua) hace pensar que lo que está sujeto a variación es la medida en que esta negación queda o no implícita. Cuando lo está, su contenido se reconoce a través de la expresión negativa preverbal, como en Nada dijo. En el § 48.1s se hizo notar que una expresión negativa en función de sujeto puede aportar la negación que el verbo necesita para legitimar la presencia de alguna otra partícula. Así, en Ninguno de mis hijos vino a casa ni llamó por teléfono, el pronombre ninguno no niega el verbo como lo haría un adverbio de negación, pero en cambio aporta la información que da sentido a la presencia de ni. El análisis de la negación implícita que se acaba de esbozar proporciona una explicación simple de este fenómeno.

48.3h Las dos variantes de la alternancia negativa concurren en las construcciones en que los indefinidos negativos posverbales son inducidos por otros preverbales. Nótese que no aparece la palabra no en ninguno de los ejemplos siguientes, a pesar de que todos expresan negación:

Nunca supieron nada dél (Cifar); José Casas entregó rápidamente su hoja y salió al patio. Nadie advirtió nada (Edwards, Patio); Jamás se arrepintió de nada (Arango, Realidad); La señora Pascuala era la propietaria de la pescadería La Toñina, en la que yo nunca compraba nada (Mendoza, Aventura); Nunca supo hacer nada (Cela, Colmena); El poeta nunca debe estar con nada ni con nadie (Carrera, M., Arte).

Así pues, la presencia de nada en el ejemplo de Edwards (Nadie advirtió nada) está en función de la de nadie. Si este pronombre apareciera en posición posverbal, se haría necesario el adverbio no en posición preverbal: No advirtió nada nadie. Esta última opción, igualmente gramatical, es mucho menos frecuente en los textos y en el habla que la anterior (Nadie advirtió nada). Sobre algunas diferencias entre ambas, relativas a las funciones informativas, véanse los § 48.3j, k.

48.3i Son posibles las construcciones que muestran más de un indefinido negativo o de otro término equivalente en posición preverbal. En estos casos suele ser un adverbio negativo (nunca, jamás, tampoco) el que precede a algún indefinido pronominal también negativo:

Nunca nadie me había mirado así (Pedrero, Invierno); Nunca nadie patrullará solo (Vanguardia [Esp.] 16/12/1995); Será un Murillo. Pero nunca a nadie se le ocurrió pensar que podría ser un Velázquez (Alberti, Arboleda); Nunca nadie así había entrado en sus sueños (Martínez, Vuelo); ¡Haced que jamás nada ni nadie me separe de él! (Coronado, J., Fabuladores).

En general, la estructura que se da con mayor naturalidad es la que posee una negación preverbal y una o varias palabras negativas en posición posverbal, es decir, la que se ilustra en el apartado precedente. En los casos de doble indefinido negativo en posición preverbal, se acepta nunca seguido de nadie, en ese orden, como en los ejemplos del grupo anterior. Solo excepcionalmente se documenta el orden contrario, que los hablantes perciben como menos natural: Nadie nunca nos dijo que se marcharía tan temprano (Rossardi, Visita). Además de infrecuentes en los textos, resultan muy forzadas las oraciones formadas con dos o más indefinidos pronominales en posición preverbal en pautas distintas de las que se han mencionado: Nada nadie dijo, Nadie de nadie se fía, Nadie a nadie perdona nunca, etc.

48.3j La segunda variante de la alternancia negativa (es decir, Nadie vino) ha sido llamada en ocasiones variante focalizada porque muestra características típicas de los procesos de focalización (§ 40.4). Está entre ellas la posición posverbal del sujeto, marcadamente favorecida si este no es negativo. Se suele preferir, en efecto, Nunca haría ella algo así a Nunca ella haría algo así. También apoya el carácter focal de la anteposición la posibilidad de que el elemento antepuesto siga a un segmento topicalizado ([De esos temas], con nadie aprenderás más aprisa que con él), así como la capacidad de sobrepasar la frontera de la propia oración: el grupo a nadie es complemento de molestar en A nadie creo yo que fuera a molestar el que se publicara ese libro, donde está separado de su verbo por una oración interpuesta. Aun así, se ha puesto de manifiesto en los estudios sobre estas construcciones que no es evidente que sean posiciones de foco las ocupadas por los indefinidos negativos preverbales en función de sujeto: Nadie llamó; Nada ocupa su lugar.

48.3k La segunda variante de la alternancia negativa es más frecuente en la lengua escrita que en la oral cuando el indefinido ejerce la función de complemento directo, indirecto o de régimen, como en Nada dijo; A nadie pidió ayuda; De nada me quejo. El hecho de que los indefinidos se interpreten a menudo como focos preverbales explica que esas manifestaciones de la segunda variante no se usen en las respuestas, ya que en ellas se prefiere que la información nueva ocupe la posición final (§ 40.1j). Así, como respuesta a la pregunta ¿Qué dijo ella?, se prefiere No dijo nada a Nada dijo. Resulta más natural, del mismo modo, No falleció nadie que Nadie falleció como respuesta a la pregunta ¿Quién falleció? Aun así, la respuesta menos forzada es la que no repite el verbo, como en otros muchos casos análogos (§ 42.7e y ss.). También en ¿Qué dijo ella?, la variante más sencilla y más frecuente, entre las respuestas negativas posibles, es nada. Algunos gramáticos interpretan esta respuesta como una forma de la segunda variante, que se caracteriza por elidir el verbo y sus demás complementos (§ 48.13h). Aunque a este análisis cabe objetar que este hipotético proceso de elipsis se da igualmente sin negación (—¿Qué dijo? —Una estupidez), es clara la pertinencia de los factores informativos en la alternancia negativa.

48.3l El proceso de anteposición característico de la segunda variante permite segmentar los grupos sintácticos negativos. Unas veces se antepone el indefinido negativo, pero no su modificador. Otras es más discutible que exista propiamente anteposición, pero uno y otro aparecen separados por un verbo. Así, en las oraciones formadas con haber, puede ser un adjetivo el que modifique al indefinido negativo antepuesto, como en Para él nada hay bueno salvo lo suyo (Buero, Detonación). En estos y otros contextos, no necesariamente existenciales, las oraciones de relativo constituyen los modificadores más característicos de los indefinidos que aparecen separados de ellas, como en Nada he hecho de lo que haya de arrepentirme; Nadie ha leído ese libro que no se haya impresionado vivamente o en estos otros ejemplos:

Nada harán que no vaya ajustado a las reglas de la justicia (Forner, Preservativo); Nada dije que no fuese de lo más común (Galdós, Episodios); Aunque en su apariencia nada había que lo demostrase, lo cierto es que […] (Matute, Gudú).

Esta propiedad es característica de las oraciones interrogativas —¿Qué te compró tu hermana que te gustó tanto?; ¿Quién ha visto esta película que no haya quedado impresionado?— y de otros procesos de focalización, como en Algo dijo que no escuché (López Páez, Herlinda), lo que constituye otro punto de contacto entre la segunda variante de la alternancia negativa y las estructuras focalizadas. Nótese que en cualquiera de las dos variantes negativas la oración de relativo aparece siempre en subjuntivo. Sobre alternancias como nada que {tuviera ~ *tenía} sentido, véase el § 25.7a.

48.3m Se dijo en el § 48.3j que, en la segunda variante de la alternancia, el sujeto no negativo ocupa casi siempre la posición posverbal si aparece en la preverbal algún indefinido negativo focalizado (Nunca diría ella algo así), pero no lo hace de forma necesaria cuando este elemento no es focal: Ella nunca diría algo así. En estos casos, o en otros similares, como Pero yo nada comprendo (Nieva, Señora), los pronombres subrayados ocupan posiciones temáticas (§ 40.4i y ss.). Sin embargo, como se ha adelantado, existen dificultades para interpretar todos los indefinidos negativos preverbales como focos, ya que los sujetos no lo son necesariamente (Nadie me espera; Nada estaba en su sitio) y los adverbios negativos pueden anteponerse en la segunda variante de la construcción sin ocupar posiciones focales, como en Tú nunca dices nada o en […] como si a ella jamás le fuese a tocar eso de la sangre, de los algodones, de los cuidados (Azuela, A., Casa). Este aspecto de la sintaxis de las oraciones negativas no ha recibido todavía un análisis que haga compatibles las posiciones sintácticas de los indefinidos con la interpretación informativa que corresponde a cada uno.

48.3n Aunque es frecuente circunscribir la alternancia negativa al grupo verbal, como se ha hecho en los apartados precedentes, se obtiene también en ocasiones en el grupo adjetival, como en medidas no necesarias en absoluto ~ medidas en absoluto necesarias. Los participios que modifican a los sustantivos están sujetos a la misma alternancia, aunque las diferencias de énfasis que entre las dos opciones se reconocen no las hacen libremente intercambiables. Así, junto a [...] culpas no visitadas por ninguna virtud (Borges, Ficciones), que muestra la primera variante, es también posible la opción culpas por ninguna virtud visitadas, que ilustra la segunda. Junto a Ha alcanzado niveles nunca vistos (Sábato, Fin), que muestra la segunda variante, sería posible Ha alcanzado niveles no vistos nunca, que corresponde a la primera. Aparecen, sobre todo en la lengua literaria, formas de la segunda variante en las que una palabra negativa modifica a un adjetivo o participio dentro de un grupo nominal:

Dio a su papá un imperdible de oro muy lindo para que lo entregase como recuerdo de la tierna hija a la nunca olvidada madre (Galdós, Episodios); […] sin reclamar tu puesto en el nada eucarístico banquete: sin aspirar a las disputadas migajas: en los limbos de un tiempo sin fronteras (Goytisolo, J., Reivindicación).

Nótese que en el último ejemplo, en el que nada es un adverbio cuantificativo (§ 48.1d), no es posible la primera variante de la alternancia negativa. En general, la existencia de las dos estructuras que se comparan no implica que siempre que se dé la primera se haya de obtener también la segunda, puesto que la posición focal que esta última suele exigir no está disponible en todos los contextos sintácticos. Así, en el § 48.2p, se comprobó que la estructura característica de las construcciones de concordancia negativa se admite también en el grupo nominal, como en la no aprobación de ninguna ley. Se piensa, generalmente, que la inexistencia de la otra variante en estas construcciones se debe a que no existe en español la posición de foco que se requiere dentro del grupo nominal. Para la opción con alguno en posición posnominal (la no aprobación de ley alguna), véanse los § 48.4j, k.

48.3ñ Las expresiones nunca, jamás, nunca jamás, nunca más y otras similares se anteponen a los infinitivos en la segunda variante descrita, unas veces en construcciones lexicalizadas o semilexicalizadas (para nunca más volver, la historia de nunca acabar), y otras veces en combinaciones más libres, a menudo (aunque no siempre) introducidas por las preposiciones hasta y para:

Quedamos muertos en nuestro Padre y cabeza, y muertos para nunca vivir más en aquella manera de ser y de vida (León, Nombres); Congoja inmensa llenó mi alma como una irrupción de tinieblas que entraban en ella, ocupándola toda para nunca más salir (Galdós, Episodios); Y hasta nunca más ver, pues se acaba este sueño de la vida (Unamuno, San Manuel); Mañana llamaría a los Mamertos para que vendieran el palacete y así ella jamás volver a verlo (Donoso, Marquesita); Sus moradores podían perderse en sus laberintos y nunca más ser vistos (Fuentes, Diana).

Si bien en el español caribeño y en el de algunas otras zonas se usan combinaciones como más nunca, más nadie, más nada48.8j), en las construcciones lexicalizadas que aquí se mencionan no hay variación respecto del castellano estándar: para nunca más volver ~ *para más nunca volver.

48.3o En la mayor parte de los países americanos son posibles oraciones como Van a desear ustedes nunca haberlo hecho, en las que el indefinido negativo nunca se antepone al infinitivo compuesto que introduce la subordinada sustantiva a la que pertenece. He aquí otros ejemplos que se ajustan a esta pauta:

Tanto el Presidente de la República como el Ministro del Interior manifestaron nunca haber tocado el tema del narcotráfico (Semana 28/1/1997); Cesaría doña Natividad sus quejas por nunca haber sido invitada en Lima a los saraos de palacio ni admitida en la corte del visorrey (Labarca, Butamalón); Hay cosas que más vale nunca haberlas dicho (Vega, A. L., Crónicas).

48.3p Esta forma de anteposición puede incluso interrumpir una perífrasis verbal: La Isla sabe sin embargo que bien pudo nunca haber sido visitada por viajero alguno (Paso, F., Palinuro). Como se deduce de los apartados anteriores, la opción más habitual correspondiente a esta construcción es … bien pudo no haber sido nunca visitada, es decir, la primera variante de la alternancia negativa. En los § 28.5h y ss. se explica que el adverbio nunca puede interrumpir ciertas perífrasis verbales (Al parecer, no puede nunca llamarnos; No dejas nunca de quejarte), pero no interrumpe otras, como las que poseen valor epistémico (§ 28.6a). Se diría, pues, con naturalidad No deben nunca levantarse de la mesa sin pedir permiso, niños, pero se prefiere marcadamente Aquí no debe de llover nunca a Aquí no debe nunca de llover. Todos estos contrastes, así como los mostrados en los apartados anteriores, llevan a dos conclusiones. La primera es que la alternancia negativa se da en el interior de diversos grupos sintácticos; la segunda es que estos segmentos no son necesariamente coincidentes para todos los hispanohablantes.

48.3q En el § 31.9 se explica que se forman expresiones disyuntivas con la conjunción o como conector de dos grupos sintácticos (El autobús saldrá a las tres o las cuatro), o bien situándola al principio de cada uno de ellos (El autobús saldrá o a las tres o a las cuatro). El significado obtenido no es equivalente en todos los casos, como allí se explica. Las correspondientes oraciones negativas se pueden formar de igual modo con una sola conjunción (No llamará el lunes ni el martes) o con dos (No llamará ni el lunes ni el martes). En este uso, ni concurre con ni tampoco, como en No recordaba haber visto a Sarita Huanca Salaverría esa noche ni tampoco la víspera (Vargas Llosa, Tía). En la lengua medieval se usaba ni otrosí en esta construcción:

Vos bien sabéis que en vuestra encomienda me dexó el rey, mi padre, que yo muger soy & no he yo de hazer en ello nada ni de meter otrosí las manos en ello (Cifar); Et esto nos dió a entender que los omnes non sse deuen meter a rroído para ffazer mal, nin otrosí ffaziendo duelo, cayendo en peccado mortal, que ssería de mayor dolor que muerte (Alfonso X, Setenario).

48.3r De las dos opciones que permite la conjunción disyuntiva ni a las que se refiere el apartado anterior (es decir, ni A ni B, o bien A ni B), solo la primera admite la anteposición característica de la variante focalizada de la alternancia negativa: Ni el lunes ni el martes llamará ~ *El lunes ni el martes llamará. Se obtiene, por tanto, la pauta [Ni A ni B] V, pero la lengua rechaza [A ni B] V. Corresponde el mismo esquema a Fingía que ni ella ni Walter me importaban (Muñoz Molina, Beltenebros). En el español medieval se aceptaba la opción que hoy se rechaza, pero en concurrencia con la negación preverbal. El esquema obtenido era, en consecuencia, [A ni B] no V:

A todos sos varones mandó fazer una cárcava, / que de día nin de noch non les diessen arrebata,/que sopiessen que mio Cid allí avié fincança (Cid); Et con todo esto a las vezes acaesçe que faze el omne bien a la cosa flaca, cuyo gradesçimiento nin conosçimiento non ha provado, nin conosçe sus costunbres, et sábelo […] (Calila e Dimna); Los unos nin los otros non guardan entramas las carreras (Juan Manuel, Lucanor); Perezoso nin tardinero non seas en tomar (Martínez Toledo, Corbacho).

En el español general contemporáneo solo es posible el esquema [A ni B] V cuando A y B son cuantificadores indefinidos negativos, como en Nada ni nadie la hará cambiar de opinión. Como se ve, la conjunción ni situada en posición preverbal ha de encabezar un grupo sintáctico en la lengua actual, o bien estar precedida de otra negación, a diferencia de lo que sucedía en el español medieval. En ciertas variantes de la lengua oral del español chileno y del argentino se atestigua hoy el esquema [A ni B] no V, que los textos reflejan ocasionalmente: Pero en su caso el éxito ni el dinero no le dan la felicidad ni tampoco le ayudan a calmar sus nervios (Teitelboim, País).

48.3s La conjunción ni hace las veces de adverbio cuando significa ‘ni siquiera’. En estos casos introduce una expresión que denota algún valor extremo, como en No quiero ni pensarlo. La alternancia negativa se aplica también a esta construcción. Ilustra la variante focalizada de esta estructura negativa la oración Ni a levantar la cara me atrevía (Martín Gaite, Visillos), a la que corresponde en la segunda variante de la alternancia negativa No me atrevía ni a levantar la cara. Alternan igualmente No podía ni hablar y Ni hablar podía, y otras muchas secuencias construidas con la misma pauta (respecto del uso de ni hablar como expresión de rechazo, véase el § 48.13r). En las áreas en las que se registran indefinidos negativos preverbales en concurrencia con la negación, también se atestigua este uso: Ni un instante no se aparta / Mi amoroso compañero (Becco, Cancionero). Además de con siquiera, ni concurre con aun, incluso, menos y otras expresiones adverbiales complejas, como en estas oraciones:

Al menos los cartógrafos no parecen sentirla como tal, ya que no dejan de representarla ni aun en los mapas privativamente físicos (Sánchez Ferlosio, Años); No quería tratos con la gente inferior, ni menos esas muestras de confianza (Martínez, Vuelo); Ni incluso ahora, después de tantos años de vivir con Andrea, podía aún comprender en qué había consistido el vínculo que le había unido a su mujer (Regàs, Viaje); El coñac ya no lo ayudaba ni siquiera a no pensar (Cortázar, Reunión).

48.3t En el último ejemplo de la serie anterior no se dice tan solo que el coñac no ayudaba a que una determinada persona no pensara, sino que también se da a entender que tampoco la ayudaba a otras cosas supuestamente más complejas. La interpretación de estas construcciones está sujeta, por tanto, a que se sitúe el segmento introducido por ni, ni aun o ni siquiera en el extremo de una escala de pertinencia, en el sentido explicado en los § 40.8b y ss. La locución adverbial ni siquiera constituye la antítesis de incluso o la de hasta, pero también la de al menos, como se explica en los § 40.8f-j. En la lengua antigua se usaba a menudo ni solo o ni solamente en los contextos en los que hoy se usa ni siquiera:

Nin tenemos pan que comer nin otra cosa ninguna, nin solamientre ell agua que bever (Alfonso X, General Estoria I); Muchos tyranos se atrevieron a matar a las madres que los parieron, pero jamás hizieron ni solo un desacato a las amas que los criaron (Guevara, Reloj); Antes me parece a mi, que ni solo un instante vive, en que no muera (Garau, Sabio).

Aunque ya no se utilizan estas expresiones en la lengua actual, se emplean otras no muy alejadas de ellas, como ni tan solo o ni tan siquiera.

48.3u Puede eliminarse ni en ni siquiera en la primera variante de la alternancia negativa, ya que la negación preverbal proporciona la información negativa que se omite, como en A él no se le dio siquiera la oportunidad de acogerse a aquella disposición (Vargas Llosa, Verdad), donde podría haberse dicho igualmente no se le dio ni siquiera… La segunda variante no admite este proceso (*Siquiera se le dio una oportunidad) ante la ausencia de una palabra negativa que preceda a siquiera. Pueden verse otras particularidades del adverbio siquiera en los § 48.3s-u y 48.7d y ss. En los § 28.5s y ss. se explica que los participios de las perífrasis y de los tiempos compuestos pueden coordinarse con otros análogos. Las construcciones disyuntivas con ni no son excepción:

En aquellos quince días no se había lavado ni peinado ni afeitado (Mendoza, Ciudad); Resuelta a no mostrárselas al beodo, quien nada había hecho ni dicho para que a ella le interesara (Gamboa, F., Ley).

Con la conjunción ni pueden coordinarse grupos verbales contenidos en perífrasis, como en No podía (ni) salir ni entrar; No tengo (ni) que hablar ni que cantar; No voy (ni) a irme ni a protestar. En cambio, suele resultar muy forzada —si no imposible— la coordinación de los términos de una preposición o una de conjunción en esos mismos contextos: No voy a (*ni) irme ni protestar; No tengo que (*ni) hablar ni cantar; No debió de (*ni) oírlo ni leerlo.

48.3v Están sujetas a la alternancia negativa varias locuciones adverbiales formadas con el sustantivo vida (en mi vida, en su vida, en la vida), como en No lo he visto en mi vida ~ En mi vida lo he visto. También se documentan en el registro coloquial en su perra vida, en su puta vida y otras secuencias similares (§ 48.3x). Corresponden a la segunda variante estas oraciones:

Dulcinea no sabe escribir ni leer y en toda su vida ha visto letra mía ni carta mía (Cervantes, Quijote I); En mi vida me he visto metido en un asunto como este (Obligado, C., Salsa); En su vida ha logrado encontrar respuesta alguna (Bryce Echenique, Huerto); Ellas en la vida habían manejado una computadora y al poner sus manos sobre el teclado se sentían igual de extrañas que el primer hombre en la Luna (Esquivel, Deseo).

En cambio, corresponden a la primera opción estas otras:

No había visto nada igual en mi vida (García Márquez, Funerales); Pero no llore usted, que yo no he visto en mi vida una novia que encargue los muebles y se venga a llorar (Chacón, Voz).

La lengua antigua admitía otras variantes de esta fórmula: en los días de mi vida, en sus días, en tiempo de su vida, etc., como en Yo le respondí que’l daría a él una tal puñada, / que en tienpo de su vida nunca la vies vengada (Arcipreste Hita, Buen Amor).

48.3w Los grupos preposicionales que se mencionan pueden tener también significado positivo, que es el que les corresponde etimológicamente. En estos casos, en {mi ~ tu ~ su} vida deja de ser una verdadera locución:

En mi vida tuve muchos, tantos perros, y todos eran el mismo perro y hubo uno que se llamaba Corbata (Onetti, Viento); En mi vida no han faltado mujeres despampanantes (Mendoza, Ciudad).

No son frecuentes los casos de ambigüedad entre la interpretación idiomática (o negativa) y la no idiomática (o positiva), pero pueden darse fuera de contexto, como en la oración En la vida le han ido bien las cosas, donde a cada interpretación correspondería una entonación diferente. En efecto, en la interpretación idiomática (es decir, en la que se quiere significar ‘Nunca le han ido bien las cosas’), se obtiene un punto muy acusado de prominencia acentual en la sílaba -vi, y a veces también alargamiento, pero no pausa. Esta interpretación es focal. En la segunda interpretación (es decir, en la que la oración equivale a ‘Le han ido bien las cosas en la vida’), el grupo preposicional inicial constituye un tema o tópico (§ 40.2a), además de un grupo entonativo tensivo pronunciado con semianticadencia. No hay ambigüedad —como se deduce de las explicaciones presentadas en los apartados anteriores— en Le han ido bien las cosas en la vida, ni tampoco en la variante En la vida, no le han ido bien las cosas.

48.3x Con mayores restricciones, también aceptan ocasionalmente la alternancia negativa algunos grupos preposicionales formados con el cuantificador todo y un grupo nominal de significación temporal o locativa. Se obtienen en estos casos diferencias entonativas muy similares a la que se acaba de explicar. Las oraciones exclamativas siguientes ilustran la variante segunda de la alternancia negativa:

En toda la noche he podido apartar de mi pensamiento al pobre Cienfuegos (Galdós, Doctor); Vete y déjame rezar, que en todo el día he podido (Ávila, G., Bernardino); En todo el día se me ha ido la idea del pensamiento (Delibes, Diario); En todo el día he probado bocado (Ocantos, Locutor); Hubo algunos ratos claros, pero en todo el día vimos al San Francisco (Viedma, Diario).

Así pues, el ejemplo de Delibes equivale a ‘No se me ha ido la idea del pensamiento en todo el día’’. Se obtiene un contraste similar entre ¡En todo el santo día has tenido tiempo de regar las macetas! y ¡No has tenido tiempo de regar las macetas en todo el santo día! No obstante, en todo el día no se asimila a los términos de polaridad negativa (ni siquiera a las expresiones idiomáticas) cuando se construye con negación preverbal: En todo el día no había hecho nada más que imaginar minuto a minuto cada una de las instancias de la boda de Fermina Daza (García Márquez, Amor). Es habitual que las expresiones de este tipo (en todo el país, en todo el barrio, etc.), construidas en posición posverbal en el ámbito de un adverbio negativo, constituyan términos de polaridad negativa. Resulta, en efecto, muy forzado, si no imposible, prescindir del adverbio no en los ejemplos que siguen:

Me dijo que […] me fuera a mi cuarto y no saliera de allí en todo el día (Mendicutti, Palomo); Salió a comprar papel y no lo encontró en todo el barrio (Chacel, Barrio); No hay comida mejor en toda la ciudad (Barnatán, Frente).

48.3y El cuantificador existencial alguno se asemeja a los términos de polaridad negativa en posición posnominal (§ 48.4j), como en No veo razón alguna para ello o en El enfermo no mostraba alivio alguno (Mujica Lainez, Galaz). No se obtiene, por lo general, la alternancia negativa en estos casos (cf. *Alivio alguno mostraba el enfermo). Se exceptúan, sin embargo, ciertos grupos preposicionales, lo que permite construir oraciones como En forma alguna puede aceptarse esa humillante solución o como […] que era su deber guardarlo y administrarlo según su propia ley y que en modo alguno buscase aquella mínima complicidad, aprovechando la pasividad (Benet, Saúl). Son más frecuentes en este uso los grupos preposicionales construidos con los sustantivos locativos parte, lugar, sitio y otros semejantes: En parte alguna del mundo la noche y el día son exactamente iguales (Roa Bastos, Vigilia). Así pues, esta oración equivale a ‘La noche y el día no son exactamente iguales en ninguna parte del mundo’, con las diferencias relativas al énfasis que se han explicado a lo largo de la presente sección.

 

Nueva gramática de la lengua española
Real Academia Española © Todos los derechos reservados

cerrar

Buscador general de la RAE