Sintaxis

12. El sustantivo y el grupo nominal

12.7 El nombre propio (I). Sus características gramaticales. Nombres propios con determinante

12.7a Se explicó en el § 12.1c que el nombre común permite agrupar en clases las personas, los animales o las cosas. El nombre propio carece de significación, pero posee, en cambio, valor denominativo: nombra a los individuos particulares, a los que designa de manera unívoca, y los diferencia de otros de su misma especie. La naturalidad de preguntas como ¿Qué significa piedra? o ¿Qué significa rosa? contrasta con la relativa extrañeza de otras como ¿Qué significa Pedro? o ¿Qué significa Rosa? (a menos, claro está, que se pregunte por la etimología de ciertas palabras). En el § 15.11 se explica que, con escasas excepciones, los nombres (y, en particular, los contables) no desempeñan por sí solos funciones sintácticas oracionales, puesto que carecen de informaciones relativas a la determinación o la especificidad. Es, pues, esperable que la anomalía de *Le gusta rosa, con nombre común (frente a … la rosa), contraste con la naturalidad de Le gusta Rosa, con nombre propio, ya que los nombres propios contienen en sí mismos la determinación o la unicidad que a los comunes aportan el artículo u otros determinantes.

12.7b Los diccionarios informan acerca del significado de las palabras, mientras que las enciclopedias nos describen las cosas, los animales o las personas. Con excepción de los que están contenidos en locuciones (estar en Babia, la carabina de Ambrosio, etc.), los nombres propios no aparecen en los diccionarios. Este hecho es consecuencia inmediata de que carezcan de significado. La información que asociamos con ellos es relativa a las propiedades de cada uno de esos seres (Cervantes, Francia, Los Andes), es decir, a su naturaleza, su constitución, su historia u otras de sus características. Muchos nombres propios proceden de nombres comunes, pero se diferencian de ellos en que no denotan propiedades de ninguna clase de individuos. Así, el nombre común rosa, mencionado en el apartado precedente, se aplica a un tipo de flor que se distingue por ciertas propiedades. El nombre propio Rosa puede designar individualmente a algunas mujeres. La distinción entre ‘nombre propio’ y ‘nombre común’ es una de las cuestiones lingüísticas más estudiadas y debatidas por gramáticos y filósofos en la tradición occidental. En no pocos casos es dudosa la frontera entre los nombres comunes y los propios, sobre todo porque los criterios que suelen usarse para distinguirlos —sean sintácticos o semánticos— no proporcionan siempre los mismos resultados. Aunque a veces se añade el ortográfico como criterio delimitador, el hecho de que esté sujeto a convención o estipulación lo diferencia marcadamente de los demás, como se explicará en esta misma sección.

12.7c Se vio en los apartados precedentes que los nombres propios comportan semánticamente la noción de ‘unicidad’, por tanto la de ‘determinación’. Sería de esperar, en principio, que pudieran usarse sin artículo en todos los contextos, es decir, que las diversas clases semánticas de nombres propios dieran lugar a contrastes tan claros como el siguiente:

Telefoneó Francisco [nombre propio sin artículo] ~ *Telefoneó jefe [nombre común sin artículo] ~ Telefoneó tu jefe [nombre común en grupo nominal definido].

Sin embargo, no siempre sucede así, ya que muchos nombres propios se usan con artículo determinado en algunas expresiones, pero sin él en otras. Así, Navidad puede considerarse nombre propio, junto a los de otras festividades (§ 12.8p). Se dice Ya es Navidad, sin artículo, pero se dice, en cambio, Llega la Navidad (no *Llega Navidad, frente a Llega Arturo, también nombre propio). Entre artículo y sustantivo se admiten adjetivos, como en Cuando llegue la próxima Navidad, lo que confirma que la Navidad es un grupo nominal, no exactamente un nombre propio con artículo incorporado o integrado (a diferencia de La Haya y otras expresiones similares que se analizarán más adelante).

12.7d Los nombres de los meses del año se escriben con minúscula, pero poseen propiedades gramaticales características de los nombres propios. En efecto, estos sustantivos se construyen sin artículo en las oraciones siguientes:

Es verdad; hoy se acaba mayo (Clarín, Regenta); No esperamos hasta septiembre, como estaba planeado (Allende, Retrato); ¿Cómo lo sabe, si no hemos llegado a septiembre? (Cela, San Camilo); Una semana después, cuando ya agosto llegaba a su fin, […] (Bolaño, 2666); […] la creencia de que diciembre es el mes en el cual las fuerzas favorables están en decadencia (Agosto, Posesión); En marzo de 1950, cuando ella iba a cumplir diecisiete años, se casaron (Galindo, Bordo).

Véanse también sobre esta cuestión los § 14.8c y ss.

12.7e Repárese en que no se diría *Se acaba martes o *Sábado llegaba a su fin, lo que pone de manifiesto que los días de la semana se comportan como los nombres comunes. Los nombres de las estaciones se asimilan sintácticamente a las festividades, más que a los meses del año (Ya es primavera; Llega la primavera, etc.), a pesar de que se suelen considerar comunes. Los que designan ciencias, materias, especialidades o disciplinas se comportan como otros muchos nombres propios cuando se construyen sin artículo, como en catedrático de Física; estudiar Astronomía; licenciado en Arquitectura; matricularse en Derecho, etc. No obstante, el uso del artículo proporciona resultados diferentes de los que se obtienen con otros nombres propios. Si se analizan contrastes como Me gusta {la Astronomía ~ *Astronomía} o {*Astronomía ~ La Astronomía} estudia todos los cuerpos estelares del Universo, se observará que las secuencias irregulares a las que dan lugar se oponen a otras plenamente gramaticales que se pueden formar con nombres como París o Saturno, entre otros: Me gusta París; Saturno tiene más de treinta satélites, etc. Como se acaba de comprobar, el uso del artículo no permite discriminar de manera nítida los nombres propios de los comunes, aunque constituye un criterio útil en dicha tarea. Fuera de los casos más claros (María, París, Saturno), ambas clases de sustantivos muestran comportamientos diversos a este respecto. Algunos gramáticos han dado una interpretación diferente a estos hechos. Entienden, por ejemplo, que los nombres de las materias o las disciplinas son comunes, como muestra el uso del artículo, independientemente de lo que estipulen las convenciones ortográficas. Se retomará esta cuestión en las páginas siguientes.

12.7f Si se intenta definir los rasgos que comportan las expresiones que aparecen en alternancias como No me gusta {febrero ~ Antonia ~ usted}, se comprobará fácilmente que, más que con una clase gramatical de sustantivos, el paradigma aquí construido se forma con expresiones que posean de manera inherente la capacidad de designar entidades individuales particulares. Los nombres de los meses del año se asimilan a los propios, como se ha explicado. Los pronombres personales han sido llamados nombres personales16.6a) porque identifican individuos de forma unívoca, lo que los aleja considerablemente de los nombres comunes. Otros contextos sintácticos pueden neutralizar la distinción entre nombre propio y nombre común, en particular el plural, como en muchas {Rosas ~ rosas}, la combinación «artículo + … + modificador restrictivo», como en el {Real Madrid ~ fútbol} de los años sesenta, o los demostrativos. Se dice, en efecto, aquel martes, pero también aquel enero: Era evidente que en aquel enero atroz el país había llegado a la peor situación concebible (García Márquez, Noticia).

12.7g Las pautas sintácticas que caracterizan a los nombres propios poseen una vertiente semántica. Así, una consecuencia directa de que estos sustantivos carezcan de significado es el hecho de que no sea posible recortar su extensión. Los nombres propios no admiten, por tanto, adjetivos calificativos en posición posnominal, ni tampoco los grupos preposicionales que se les asimilan: *María inteligente, *Oslo frío, *Platero peludo, *París de hoy, *Pedro cruel (cf. Pedro el Cruel, construcción que se analizará en el § 12.13k). Estas secuencias son anómalas porque la función de los modificadores que aquí aparecen es la de agregar rasgos que restrinjan o recorten la extensión de ciertos sustantivos. Sin embargo, los nombres sobre los que aquí inciden carecen de ella (§ 13.1i). No son verdaderas excepciones los epítetos, que la lengua literaria admite ocasionalmente en posición posnominal, puesto que su función no es restrictora (§ 13.2e): Nunca olvidaría esa mirada de Zeus tronante a punto de descargar el relámpago (Belli, Mujer). La anomalía de expresiones como la citada *María inteligente se extiende a los nombres de los meses del año, a los que se hizo referencia en el § 12.7d, con la excepción de algunas frases acuñadas: […] la ilusión optimista del viejo refrán: “Marzo ventoso y abril lluvioso traen a mayo florido y hermoso” (Muy Interesante 3/1997).

12.7h Llevan siempre artículo un gran número de nombres propios de lugar, que se denominan topónimos: El Cairo, La Habana, La Haya, la Mancha, El Paso, La Plata, Las Rozas, El Salvador, La Serena, etc. Se dice, por tanto, Viajaré a El Salvador (no *a Salvador). Aunque estas expresiones se consideran grupos nominales lexicalizados, por tanto nombres propios, repárese en que son naturales secuencias como La Haya actual o El Salvador del siglo xix, que contradicen aparentemente la generalización semántica que se introdujo en el apartado anterior. Cabe pensar, no obstante, que el artículo que forma parte del nombre propio es suficiente para legitimar la presencia de complementos especificativos cuando se requieren. En tal caso, la pertenencia del artículo al nombre propio evita que aparezcan adjetivos intercalados entre los dos elementos constituyentes del nombre, pero permite, en cambio, la colocación de estos en posición posnominal (El Salvador actual), de la misma forma que en el Buenos Aires antiguo o la India de final de siglo (y no *la la India de final de siglo o *el El Salvador actual), pautas que se analizan a continuación.

12.7i El artículo es potestativo con un buen número de topónimos. No se suprime cuando se usa en nombres oficiales, como en República del Perú o en República Oriental del Uruguay, pero puede omitirse en otros muchos contextos: (el) Perú; (el) Paraguay; (el) Uruguay; (la) Argentina; (la) China; (la) India. Se registran, pues, alternancias como viajar al Perú ~ viajar a Perú o vivir en (el) Uruguay. El mantenimiento del artículo —que se escribe con minúscula en estos casos— es mucho más frecuente en las áreas hispanohablantes a las que corresponde el topónimo con artículo. Importa resaltar aquí sobre todo que es variable el grado de integración del artículo en el grupo nominal definido de referencia unívoca que forma con el sustantivo. Así, aunque los nombres propios de montes o cordilleras suelen llevar artículo como parte de la designación (los Alpes, los Andes, el Chimborazo, el Everest, el Himalaya, los Pirineos), se asimilan al grupo que se acaba de introducir (la Argentina, el Perú, el Uruguay), en lugar de al que se caracteriza en el apartado anterior (El Cairo, La Haya, La Plata).

12.7j Se pone de manifiesto la diferencia que se acaba de explicar en el hecho de que los sustantivos que no integran léxicamente el artículo admiten adjetivos entre el determinante y el sustantivo. Resultan naturales, en efecto, expresiones como los imponentes Alpes, que resultarían anómalas si los Alpes fuera un nombre propio con artículo integrado, tal como sucede en La Haya o El Cairo. Son, pues, irregulares secuencias como *la populosa Haya o *el variopinto Cairo, a diferencia de las que se citan a continuación:

Gracias a su privilegiada situación, en medio de los imponentes Alpes, Liechtenstein cuenta con numerosas estampas bucólicas (Vanguardia [Méx.] 28/11/2007); La Commonwealth supone un foro excepcional donde están representados un cuarto de la población mundial y un quinto del comercio internacional, desde el diminuto Tuvalu a la populosa India (Mundo [Esp.] 26/10/1997); […] pasaron a invadir las Galias, sin servirles de obstáculo los inaccesibles Pirineos (Llorente, Vascongadas); La especie [cierto roedor] vivió en el actual Uruguay hace entre cuatro y dos millones de años (Periódico [Esp.] 17/1/2008).

12.7k Con la excepción del último ejemplo, todos los adjetivos antepuestos en los textos citados son epítetos (§ 13.2e). Aun así, interrumpen la contigüidad de artículo y sustantivo, al igual que lo hacen los adjetivos con función restrictiva. Los nombres de los ríos se asimilan a los de los montes en lo relativo a esta propiedad: […] superficies ligeramente onduladas, atravesadas por diversos ríos de la cuenca del caudaloso Amazonas (Correo [Perú] 17/10/2008). Se registran muy escasas excepciones. Así, La Habana pertenece al grupo de El Cairo, pero entre la y Habana caben ciertos adjetivos: Los símbolos de la vieja Habana, como el coche nevera, el malecón, la lata de cerveza y los puros […] (Mundo [Esp.] 10/2/2007). El adjetivo vieja podría tener aquí función restrictora (como en La Habana vieja), o bien actuar como epíteto. Por influjo del inglés se percibe en la actualidad cierta tendencia a omitir el artículo en varios de los sustantivos que lo integran léxicamente: hoteles en Cairo; viajes a Habana, etc. Dado que el artículo forma parte del nombre propio en estos casos, se recomienda no omitirlo.

12.7l En los apartados anteriores se han distinguido dos usos del artículo ante el nombre propio: un artículo integrado léxicamente en el sustantivo (La Haya), que llevan solo algunos nombres propios, y otro externo a él de naturaleza plenamente sintáctica (el Buenos Aires actual), por lo que puede combinarse con todos los nombres propios empleados como comunes. Como se ha explicado, algunos nombres propios pueden usarse con un artículo o con otro, lo que tiene ciertas consecuencias sintácticas. El rasgo más característico de este último uso del artículo es el hecho de que permite que estos sustantivos vayan seguidos de un modificador restrictivo:

Los modelos que teníamos de fuera […] se veían superados en una Bogotá encogida, pacata, adormecida, que de repente bailaba hasta las tres de la mañana (Tiempo [Col.] 11/11/1996); […] un abogado que no se conforma con el Buenos Aires forense o musical o hípico, y avanza todo lo que puede por otros zaguanes (Cortázar, Reunión); […] y no solo es llamativo el caso de Pessoa, sino, además, que hablemos de un Picasso azul, un Picasso rosa, un Picasso cubista, un Picasso clásico (ABC Cultural 30/12/2002); Desde la perseverancia amorosa hasta la irremediabilidad del tiempo se configuran en el Lope que canta a las antiguas ciudades de Troya y Sagunto como epígono para desarrollar su propia experiencia personal (Pardo Pastor, Poesía); De la correspondencia con este último, sale un Borges distinto a la imagen que se tiene de él; un Borges apasionado, nada frío, impetuoso, en plena vitalidad (Mundo [Esp.] 3/3/1996).

12.7m Los textos que se acaban de citar tienen sentido porque se hace referencia en ellos a la existencia de “varias Bogotás”, “varios Buenos Aires”, “varios Picassos”, “varios Lopes” y “varios Borges”. Se trata, por consiguiente, de nombres propios que pasan a usarse como comunes. Aunque desde el punto de vista geográfico exista un solo Buenos Aires, y desde el histórico un solo Borges, la gramática permite multiplicar lugares o personas, en el sentido de presentar facetas suyas con recursos sintácticos que los muestran como si fueran entidades diferentes. Aunque no sean enteramente inapropiadas, las paráfrasis que se pueden obtener con los sustantivos faceta, lado, vertiente u otros similares (como en un Borges apasionado ~ la vertiente apasionada de Borges) ocultan en buena medida el hecho de que son consecuencia natural de usar un nombre propio como nombre común. Resulta escasamente relevante, desde el punto de vista lingüístico, el que las entidades de las que se habla coexistan en el mismo ser o el que no tengan existencia independiente en el mundo real.

12.7n El uso en plural de nombres propios de persona los asimila igualmente a los nombres comunes en los contextos que se acaban de citar, como en todos los Alfonsos de su extensa familia. Aunque sucede lo mismo en el siguiente texto de Eladia González, repárese en que la autora retoma varias veces el nombre propio de una persona y le agrega una expresión apositiva:

Repasó todas las Conchas que conocía del mismo año: Concha su prima […]. Concha la sobrina del padre Godínez […]. Concha la sobrina de Julita Martínez (González, E., Dios).

Así pues, Conchas se usa aquí como nombre común, pero Concha es un nombre propio en cada uno de las menciones que siguen.

12.7ñ Como los epítetos, a los que se aludió en el § 12.7g, no son modificadores restrictivos, no convierten los nombres propios en comunes. No se alude, pues, ni a varios individuos ni a varias facetas de uno solo en los textos siguientes:

Algunas beatas llamaron don a Matamoros, cuando el astuto Thiel empezó a regar la nueva de las súbitas conversiones (Chase, Pavo); Por su parte el bohemio Graciano Gómez pone toda su gracia (Évora, T., Orígenes).

Por el contrario, se resalta en ellos uno de los rasgos del individuo denotado por el nombre propio. No altera tampoco la clase de los nombres propios el uso de los nombres de pila con artículo determinado que caracteriza la lengua popular de muchos países: la Juana, la Luisa, la Clara, el Ramón o el Manolo: Aunque el chico, el Manolo, no subía últimamente tanto como antes porque la señorita Eugenia estaba mala de los nervios (Pombo, Héroe).

12.7o El uso que se acaba de describir no se suele extender a la lengua estándar, con la posible excepción de los alias y los apodos (§ 12.8j y ss.). Está extendido, en cambio, el empleo del artículo femenino ante apellidos de mujeres renombradas, casi siempre artistas, como la Caballé por Montserrat Caballé, la Ocampo por Victoria (más que Silvina) Ocampo, etc.:

Y recuerdo que hablamos de la Mistral, de Neruda, de Vallejo, de Darío (Serrano, M., Vida); Hizo la única broma que se le conoce sobre la Ocampo (Posse, Pasión); […] novelas bien seleccionadas de Fernán Caballero, Pedro Antonio de Alarcón, la Pardo Bazán y Blasco Ibáñez (ABC 30/8/1989); Una gala liceísta sin la Caballé no es lo mismo (Razón [Esp.] 3/12/2001).

Este uso, propio de la lengua literaria, se mantiene hoy en la periodística. Aun así, tiene cierto sabor arcaizante. De hecho, no se suele aplicar a los nombres propios de otras profesionales afamadas (científicas, juristas, políticas, etc.), ya que en tales casos se percibe cierta ironía, cuando no menosprecio, al referirse a las mujeres.

12.7p Se usan los nombres propios de persona con artículo indefinido para introducir ejemplos representativos de algún prototipo. Esta construcción es particularmente frecuente cuando se establecen comparaciones en las que intervienen las aptitudes de artistas de renombre, entre otros personajes famosos:

Cuando, además, coincidía con la fuerza de un Marvin Gaye, de un Stevie Wonder, de un Smokey Robinson o de una Diana Ross, la música adquiría un nervio tal que permanece al cabo de los años (Gómez Pérez, Rock); Es una cantante de carne y sangre, más en la línea de una María Callas, para entendernos, que de las divas de la exquisitez instrumental que lo basan todo en el color y el artificio (País [Esp.] 4/6/2003); Si bien los tres protagonistas […] no se acercan al talento de una Liza Minelli o un Fred Astaire, cumplen con sus difíciles encargos cantando y bailando (Fondo Negro 30/3/2003); ¿Es Benedetti un Gogol, un Kafka o, cómo alguna vez se ha insinuado, un Chéjov uruguayo? (Fornet, Máscaras); El caso de un Aníbal, de un Catón, de un Séneca, de una Lucrecia, prueban que, muchas veces, el suicidio ha constituido un supremo acto de valentía o un recurso final de defensa del honor (Siles, Algo).

Así pues, una paráfrasis aproximada de un Marvin Gaye es ‘alguien como Marvin Gaye’. Esta paráfrasis (en la que alguien comparte con un/una su naturaleza indefinida) admite dos interpretaciones, al igual que la construcción «artículo indefinido + nombre propio»: puede designar a cierta persona que comparte o puede compartir con otras las características de las que se habla, o bien puede referirse a este mismo individuo. Así pues, fuera de contexto no es posible saber cuál de estas dos interpretaciones es la correcta en Cuando alguien como Ángela entra en la vida de uno, cuesta horrores arreglar las cosas (Siglo 19/5/1997). El nombre propio carece en estos contextos de complemento restrictivo, por lo que no se recategoriza como nombre común.

12.7q En la lengua popular se construyen a veces con posesivos los nombres de pila, sin que adquieran necesariamente valor discriminativo. Mientras que la expresión mi casa designa cierta casa por exclusión de las demás, no se designa o se elige a un individuo entre un conjunto de personas del mismo nombre en los textos siguientes:

Un mascarón desierto y arrugado, con olor a podrido. ¡Uf! ¡Que no te vea tu Manolo, que no te vea tu Manolo! (Alberti, Noche); —¡Cobarde será tu Inés! —saltó Nadine, dejándome turulato— (Bryce Echenique, Martín Romaña).

La construcción «demostrativo + nombre propio» puede usarse con ambos valores. No se designa, en efecto, a un individuo particular entre otros del mismo nombre en el primero de los dos textos que siguen, pero se obtiene ese resultado en el segundo:

¡Qué tipo, Dios mío, este Ezequiel Mosácula! (Aparicio, Retratos); Cuando este Pepe y tantos pepes de la época “se descarriaban”, […] sabían que […] (Martín Gaite, Usos).

Sobre otros aspectos de la construcción «demostrativo + nombre propio», véanse los § 17.4o y ss. Sobre la diferencia sintáctica y semántica que se obtiene en pares como el Cervantes poeta ~ el poeta Cervantes, véanse los § 12.13f y ss.

Información adicional

En relación con este capítulo, las siguientes entradas del Glosario de términos gramaticales podrían ser de su interés:
extensión, nombre propio

 

Nueva gramática de la lengua española
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