Sintaxis

16. El pronombre personal. La correferencia. Las formas de tratamiento

16.8 Variación en los pronombres átonos de tercera persona (I). Leísmo, laísmo y loísmo. Características del leísmo

16.8a En el § 16.3a los pronombres personales se clasifican en seis grupos atendiendo a sus rasgos de caso. Los seis grupos presentados corresponden al sistema mayoritario entre los hispanohablantes. Como se recordará, el quinto de esos seis grupos abarca los pronombres que no hacen distinción entre el caso acusativo y el dativo: me, te, se, nos, os. El sistema de pronombres átonos del español no mantuvo la distinción que hacía el latín entre las formas de dativo (mihi, tibi, nobis, vobis) y las de acusativo (me, te, nos, vos). Empleó, pues, las formas de acusativo de primera y segunda persona para las variantes con dativo. La extensión de este proceso de regularización a la tercera persona se remonta al latín y prosigue en romance. La falta de distinción de caso se produjo en dos direcciones. En una de ellas, que alcanzó mayor difusión, son los pronombres dativos le/les, procedentes del dativo latino illi/illis, los que adquieren las funciones de los pronombres acusativos. El fenómeno que ilustra esta extensión se denomina leísmo, y los hablantes que lo practican se llaman leístas. Así pues, los hablantes leístas usan estos dos pronombres en los contextos en que se requieren pronombres de acusativo (Le mataron; Les contrataron) sin dejar de emplearlos en los que requieren dativos (Les dio las gracias).

16.8b En la otra dirección, menos frecuente que el leísmo, son los pronombres de acusativo los que adquieren las funciones de los de dativo. Como los pronombres de acusativo establecen diferencias de género, el fenómeno se desdobla en otros dos. Así, algunos hablantes usan los pronombres femeninos la/las como pronombres de dativo. Estos hablantes se llaman laístas, y el fenómeno se denomina laísmo. Los hablantes laístas utilizan el pronombre la no solo en los contextos en que se requiere acusativo (La vi llegar), sino también en otros que exigen pronombres de dativo (La dije que esperara). La otra variante de este fenómeno, llamada loísmo, consiste en el uso de pronombres masculinos de acusativo (lo/los) como pronombres de dativo. Por consiguiente, los hablantes loístas emplean los pronombres lo/los como complemento indirecto (Los dije que no se movieran de aquí), además de como complemento directo (No lo contrates). Así pues, los fenómenos de laísmo, leísmo y loísmo no constituyen solo usos, sino indistinciones o —dicho más precisamente— resultados de procesos que sustituyen la distinción de caso por la de género, entre otras que se explicarán en los apartados que siguen.

16.8c Se distingue generalmente entre el leísmo de persona y el leísmo de cosa según la naturaleza del referente pronominal. El primero se puede desdoblar en función del género afectado, con lo que se obtienen tres tipos de leísmo:

A. Leísmo de persona (masculino): uso del pronombre le como acusativo con sustantivos masculinos de persona, como en Al niño le premiaron en el colegio o en Conste que al doctor Jiménez no le conocí, hasta en la época en que me confió su hija (Gamero, Betina).

B. Leísmo de persona (femenino): uso del pronombre le como acusativo con sustantivos femeninos de persona, como en A la niña no le premiaron o en A la carrera fue a buscar a doña Cayetana, la intendenta, que le obedece sin chistar, porque la monja, dicen, conoce los secretos de sus andanzas (Labarca, Butamalón).

C. Leísmo de cosa: uso del pronombre le como acusativo con sustantivos de cosa, como en Te devuelvo el libro porque ya le he leído o en El orificio era pequeño y, si se le miraba desde la perspectiva de un adulto, pasaba casi desapercibido (Bongcam, Nayra).

Se estudiará cada uno de estos fenómenos en las páginas siguientes, tanto en lo relativo a sus características gramaticales como a su valoración social.

16.8d Se separa en dos grupos diferentes el leísmo de persona porque la alternancia de género da lugar a dos tipos de construcciones que se caracterizan por una notable variación geográfica, además de social. Una variante de los tipos A y B es el llamado leísmo de cortesía, que consiste en limitar el leísmo de persona a uno de los usos del pronombre le: aquel en que concuerda con la forma usted, como en Le saludo atentamente; Le atenderé muy gustosamente. La denominación leísmo de cortesía es habitual en los estudios gramaticales y se eligió porque la concordancia entre le y usted se da especialmente en fórmulas corteses como las citadas, aun cuando dicha concordancia se produce igualmente en expresiones que no son corteses (cf. Yo no le conozco a usted y otras muchas oraciones similares). Aun así, se mantendrá aquí este término porque es habitual en los estudios sobre el leísmo. El leísmo de cortesía se ha atestiguado en hablantes que no practican otras formas de leísmo, así como en textos de escritores no leístas. Pese a ello, suele presentarse como una variante restringida de los tipos A y B, en lugar de como un tipo de leísmo distinto de los tres que se han descrito. He aquí algunos ejemplos de este uso:

Pero no había terminado de hablar: también a usted le conozco, y usted a mí (Azúa, Diario); Si a usted le invitan a una fiesta a las 9 p.m., debe llegar pasadas las 10 (Cuvi, Ecuador); Pero es que yo no creo que sean cosas que a usted le perjudiquen, Teté (Quintero, Esperando); A ustedes nadie les ha llamado (Ribeyro, Geniecillos); “Yo, a usted le cacheo, y además le doy dos tortas” (ABC 22/2/1985).

16.8e Los estudiosos han señalado repetidamente que la neutralización de los rasgos de caso es solo uno de los factores que contribuyen a explicar el complejo sistema pronominal que ilustran el leísmo, el laísmo y el loísmo. En la bibliografía especializada se han examinado estos fenómenos desde otras muchas perspectivas, y no existe hoy acuerdo absoluto sobre cuál de ellas ofrece las explicaciones más acertadas. Así, para algunos autores, la distinción que los hablantes leístas intentan resaltar no es la de caso (acusativo–dativo), sino la de persona–cosa. Esta línea de análisis sugiere que el pronombre le se aplica a los complementos de persona tanto si son dativos como si son acusativos (Le di el libro; Le premiaron), lo que ayudaría a explicar que el leísmo de tipo A sea mucho más frecuente que el de tipo C. Este punto de vista no justifica, en cambio, que el leísmo de tipo B no coincida geográficamente con el leísmo de tipo A, ni tampoco que los hablantes leístas no se distingan de los no leístas en el uso de le como pronombre dativo para referirse a las cosas (Añádele más agua al guisado).

16.8f Otros autores han presentado el leísmo como el resultado de hacer prevalecer el género sobre el caso en los pronombres átonos de tercera persona, de modo que le se aplicaría a los sustantivos de género masculino, sean acusativos o dativos. Este análisis no explica, sin embargo, que el tipo A sea más frecuente que el tipo B y tenga una distribución geográfica distinta, ni tampoco el hecho evidente de que los hablantes leístas no son necesariamente laístas. Otras hipótesis resaltan la tendencia implícita de leístas y laístas a evitar la ambigüedad introduciendo la máxima diferenciación morfológica posible. Tendrían aparentemente a su favor estas explicaciones el hecho de que los hablantes laístas busquen evitar las construcciones que puedan provocar la indefinición del sexo que corresponde al destinatario de alguna acción (La di el libro ~ Le di el libro), y también que los hablantes leístas distingan Le vi (persona) de Lo vi (cosa). Tienen en contra, sin embargo, la circunstancia de que ni los leístas ni los laístas evitan la ambigüedad entre referentes de cosa y de persona en un gran número de casos: La obedecí (‘la ley’ o ‘a la profesora’); Le puso problemas (‘al informe’, ‘al candidato’, etc.). La hipótesis de la búsqueda de la máxima diferenciación morfológica predice, además, equivocadamente, que el loísmo y el laísmo deberían estar sumamente difundidos, ya que introducen esa diferenciación en la misma medida en que lo hace el leísmo, al contrario de lo que muestran los datos.

16.8g Se ha presentado el leísmo como el resultado de la confusión de le y lo al reponer la vocal que se perdió en las formas apocopadas medievales, como se ve en los textos siguientes:

E fuéronse d’allí aquella ora él e Agar, e fuesse Agar llegando con él a Egipto, e diol mugier de la tierra don era natural, e casol ý (Alfonso X, General Estoria I); Entró Ruy Diaz en Logroño, en tierra de Navarra, è en tierras de Calahorra con gran hueste, è fizo grant encendimiento de fuego por toda la tierra, è robola, è cercó el Castillo de Faro, è tomol, è enviol mensageros al Conde Garci Ordoñez, quel esperase siete días (Cronicón Cardeña).

También se ha sugerido que el desarrollo del leísmo es consecuencia de la tendencia a extender a otros verbos la alternancia entre dativo y acusativo que mostraban los latinos oboedīre, adiutāre, servīre y otros semejantes (§ 34.8b). Existen explicaciones del leísmo que han vinculado el paradigma de los pronombres átonos de tercera persona con el de los demostrativos, y con otros aspectos de la gramática que no es posible examinar aquí. Cada una de las hipótesis que analizan el surgimiento, la extensión geográfica y la distribución social del leísmo cuenta en la actualidad con defensores y detractores. En los apartados que siguen no se analizará el origen del fenómeno ni se intentará tampoco explicar las razones de la distribución histórica, geográfica o social de cada uno de los tipos de leísmo descritos, sino que se caracterizará someramente su naturaleza gramatical y la valoración social que reciben en el español contemporáneo.

16.8h Las discusiones sobre la corrección o incorrección del leísmo, el laísmo y el loísmo se remontan al siglo xvi, y algunas de ellas perviven en la actualidad. El leísmo de tipo A es relativamente infrecuente en el español de América, aunque existen algunas excepciones que se mencionarán en los apartados siguientes. Esta es la forma de leísmo más frecuente en España, tanto en la lengua antigua como en la moderna. Representó incluso la forma recomendada por la RAE hasta la cuarta edición de su Gramática (1796). El hecho de que se prefiriese hasta entonces Le condecoraron a Lo condecoraron —a diferencia de lo que sucede en la actualidad— muestra hasta qué punto gozó de prestigio esta forma de leísmo en la lengua culta. También es esta la opción que preferían los gramáticos del Siglo de Oro y la que predomina en muchos textos medievales y clásicos, pero también modernos. Son leístas (del tipo A) Berceo, santa Teresa de Jesús, Quevedo, Cervantes, Tirso de Molina, fray Luis de Granada, fray Luis de León, Juan Ramón Jiménez, Azorín, Galdós, Blasco Ibáñez y otros muchos escritores antiguos y modernos que proceden de casi todas las regiones españolas.

16.8i El leísmo del tipo A se ha extendido en España a la lengua culta. Se documenta asimismo en gran número de escritores prestigiosos contemporáneos, por lo que no se considera incorrecto. Su distribución geográfica es, sin embargo, irregular. Se ha observado que esta forma de leísmo se originó en Castilla, desde donde se extendió a partir del siglo xiii a casi toda España, aunque en menor medida a Aragón y Andalucía. Los textos siguientes contienen testimonios del leísmo de persona en escritores españoles contemporáneos con los verbos mirar, ver, conocer y buscar:

Se dio la vuelta en el asiento para mirarle de frente y Juan la miró sin verla (Grandes, Aires); A don Amancio le conocí por la festividad de Nuestra Señora de la Merced (Palou, Carne); Y el caso es que mi padre le ve muy raras veces (Chacel, Barrio); Las mujeres le buscaban para escuchar sus elogios envenenados y los hombres, para compartir sus delirantes embustes (Argullol, Razón).

16.8j Tal como se ha señalado, el leísmo no está enteramente ausente en los textos americanos. En América se ha documentado en las regiones de la Argentina con alguna influencia del guaraní: Corrientes, Misiones, este de Formosa y el Chaco, nordeste de Santa Fe y, de forma más atenuada, Entre Ríos. También se registra en Venezuela, en algunas zonas del Paraguay y en varias regiones de Colombia y Puerto Rico. El leísmo en el Perú y la Sierra del Ecuador parece ser más bien el resultado de un proceso de simplificación gramatical que tiene lugar cuando los hablantes de quechua o aimara aprenden el español como segunda lengua. La aparición del leísmo en Bolivia se debe tal vez a imitación del español europeo. Los cuatro verbos elegidos en el apartado anterior aparecen construidos con le/les en los ejemplos que siguen, que pertenecen a textos literarios americanos:

Pero se calló contentándose con llenar la papeleta que le tendió el muchacho. Este al leer su nombre le miró lleno de admiración (Prada Oropeza, Hora); Le ayudó a levantarse y el muchacho le miró casi airado (Núñez, E., Insurgente); Los ojos de Jasón le miraban ya sin brillo a unos centímetros de distancia (Herrasti, Filósofo); Yo le conocía poco, y mi primera reacción fue negativa (Larreta, Volavérunt); Elena vino a comunicarle que ya entonces le buscaban tres desconocidos (Montaño, Cenizas); El muchacho aquel volvió a buscarle con intenciones de parlamentar (Rubín, Rezagados); El papá de Serafín anduvo buscándole por todos lados hasta que se cansó (Solares, Mártires); Y así le vimos de nuevo con el capote y la franela, en lances artísticos y pases emotivos (Nacional 19/1/1997).

Aun así —y como se ha indicado—, el porcentaje que representan estos usos sobre las correspondientes construcciones de acusativo (Lo miró; La conocía; Los buscaban; Las ven) es mucho menor que el que corresponde a los ejemplos españoles sobre esas mismas variantes. El uso del leísmo del tipo A en plural es hoy frecuente en la lengua oral y también se documenta, con frecuencia menor, en la escrita, aunque no se recomienda. Se registran a continuación algunas muestras del plural les como objeto directo de persona:

Pero yo no sé quienes son… me aburren en el fondo… no los conozco… nunca les vi en mi vida… (Pavlovsky, Laforgue); Les vi una noche esquivarme con guasas (Molina Foix, Quincena); Lo de siempre, pero en peor: a ellas les prepararon para eso; les hicieron ver que no servían para otra cosa (Resino, Pop).

16.8k Uno de los factores que más han dificultado el estudio del leísmo es el hecho de que los textos de un mismo autor muestren alternancias entre usos leístas y usos no leístas. No es infrecuente que un autor emplee el acusativo en un determinado texto con el mismo verbo con el que usa dativo en otro pasaje. Así, Cervantes usa en el Quijote el verbo desatar con dativo, como muestra el primero de los textos que siguen, pero emplea el mismo verbo con acusativo en el segundo de los textos que se reproducen:

Le desató y le dio licencia que fuese a buscar su juez (Cervantes, Quijote I); —Desatadlo luego. El labrador bajó la cabeza y, sin responder palabra, desató a su criado, al cual preguntó don Quijote que cuánto le debía su amo (Cervantes, Quijote I).

Existen casos similares de alternancia en otros autores. Esta aparente inseguridad hace pensar que una parte de la gramática del leísmo parece obedecer a la existencia de alternancias objetivas en el sistema gramatical, como se explica en los apartados siguientes.

Información adicional

En relación con este capítulo, las siguientes entradas del Glosario de términos gramaticales podrían ser de su interés:
laísmo, leísmo, loísmo

 

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