Sintaxis

35 El complemento indirecto

35.7 Complementos indirectos no seleccionados o no argumentales

35.7a En el § 35.1c se explicó que los pronombres dativos átonos en función de complemento indirecto manifiestan unas veces los argumentos de cierto predicado, mientras que otras reflejan elementos que no son propiamente argumentales, pero que la sintaxis permite integrar en el predicado como los demás elementos que el verbo selecciona. También se explicó en las secciones precedentes que los dativos posesivos o simpatéticos no se amoldan enteramente a esta distinción, puesto que unas veces se usan con predicados que se caracterizan por seleccionar objetos indirectos argumentales (doler en Me duelen los oídos), y otras con predicados que no los seleccionan (brillar en Te brillan los ojos). Se analizarán estas cuestiones en los § 35.7f y ss.

35.7b Se adelantó en el § 35.1e que se llaman tradicionalmente dativos de interés o complementos indirectos de interés los complementos indirectos no argumentales que denotan la persona o la cosa que resulta beneficiada o perjudicada por la acción verbal. Así, el verbo describir posee dos argumentos que designan, respectivamente, el agente de la acción y el contenido de lo descrito. No obstante, ese verbo aparece con tres participantes en el ejemplo siguiente: Un empleado del banco le describió a Clarín a uno de los asaltantes (Clarín 16/9/1997). El primer grupo preposicional y el pronombre que lo duplica designan la persona (en este caso, la empresa o la institución) en provecho de la cual se lleva a cabo la acción. A este mismo grupo pertenecen los pronombres que se subrayan en los textos siguientes:

Recalcó al dueño de La Marqueta […] que sobre las cuatro de la tarde le recogería las botellas (Vázquez Montalbán, Soledad); Siempre le cocinó su plato favorito (Hoy [Chile] 12/5/1997); Entonces le fabricaron ese caso tan famoso (Meléndez, Identidad).

El dativo de interés hereda el tradicional dativus commodi o incommodi de las gramáticas latinas. Designa, como se ve, el individuo que se ve beneficiado por alguna acción, pero también puede referirse a quien resulta perjudicado por ella, como en Te hizo un verdadero estropicio. La existencia de esta doble interpretación —favorable unas veces y desfavorable otras— ha llevado a otros gramáticos a acuñar términos como dativo de daño o provecho, dativo benefactivo o malefactivo, entre otros similares que poseen contenidos equivalentes.

35.7c El dativo de interés puede concurrir con el grupo preposicional formado con «a + grupo nominal», como en Le buscó (a Luisa) un lugar para dormir. Como se explicó en los § 35.4o, p, es infrecuente que los complementos indirectos no argumentales se construyan sin pronombre dativo. Se prefiere, en efecto, la primera de las dos variantes que aparecen en Isidro {le encontró ~ encontró} a Eva la primera edición que andaba buscando, pero no es inusitada la otra opción. Se vio en el § 35.4n que ciertos cuantificadores favorecen la posible ausencia del pronombre, como en {Cosía ~ Le cosía} a toda la familia. Aun así, la fuerte tendencia que se observa hacia la presencia de doblado en estas construcciones lleva a que prevalezca la lectura argumental cuando se omite el pronombre átono. En el § 35.4p se vio que este factor contribuye a que la oración Pepa le escribió una carta a Luisa reciba de modo natural dos interpretaciones, a diferencia de la variante sin le. Se habla, pues, de una carta dirigida a Luisa en la lectura argumental, y de una carta escrita en lugar de Luisa en la no argumental (dativo de interés).

35.7d En otros contextos, este uso del dativo posee mayor vitalidad en el español americano que en el europeo. Así, ciertas fórmulas que se construyen con los sustantivos parte, nombre o lugar en los registros formales (de mi parte, en su nombre, en mi lugar, etc.) son sustituidas a menudo por dativos en el español conversacional americano, lo que abrevia la expresión a la vez que le otorga mayor expresividad, como en Salúdemelo, que puede parafrasearse como Salúdelo de mi parte, o en Gracias, Leónidas, salúdeme a doña Estebanita (Chase, Pavo).

35.7e Asimismo, con los verbos que expresan actividades se suelen admitir en el español conversacional americano los dativos de interés con mayor facilidad que en el europeo. Los grupos preposicionales equivalentes a estos dativos, formados con para, se usan por igual en todas las variantes:

No es suficiente que le trabaje quince horas al día, que le estoy criando a los hijos, que recojo tras ellos y les cocino (Santiago, Sueño); Los vecinos tenían una buena relación y trabajaban para él (Sur [Chile] 10/10/2002).

Con los predicados delimitados o télicos1.8ñ), y en particular en los contextos que contienen objetos afectados34.1e), es más fácil encontrar alternancias entre dativos de interés y grupos preposicionales construidos con para, como en Le compuso un precioso soneto ~ Compuso un precioso soneto para {ella ~ él}; Te construí un palacio ~ Construí un palacio para ti. No obstante, estas paráfrasis resultan forzadas otras veces, cuando no inviables, o bien se interpretan como calcos del inglés, como en Su mamá apagó la luz para ella, en lugar de Su mamá le apagó la luz.

35.7f Como se explicó en el § 35.1e, el dativo simpatético o posesivo se interpreta como un complemento indirecto de posesión. El español expresa a menudo el poseedor mediante pronombres átonos de dativo en concurrencia con frases nominales que contienen artículos u otros determinantes, como en Se le hincharon los pies, Se te nubló la vista, Me torcí el tobillo (también Se me torció el tobillo), en lugar de Se hincharon sus pies, Se nubló tu vista, Se torció mi tobillo. Estas alternancias se analizan en los § 14.7g y ss. En el § 18.7 se explican las diferencias de sentido, leves unas veces y marcadas otras, que se obtienen cuando los posesivos alternan con los dativos simpatéticos: Tus ojos brillan ~ Te brillan los ojos; Destrozaron su auto ~ Le destrozaron el auto; Arruinaron mis vacaciones ~ Me arruinaron las vacaciones.

35.7g En un buen número de casos, la noción semántica que expresan los dativos posesivos no es solo posesión o pertenencia sino más bien inclusión, puesto que ponen de manifiesto relaciones de «partetodo», como las que se dan entre un ser animado y las partes de su cuerpo (Me duele la espalda) o entre un objeto y las partes que lo componen (Al avión le empezó a fallar el motor izquierdo; Les cortaremos las puntas a los tallos). En general, es muy frecuente que los verbos de dos argumentos (como lavar o romper) se construyan con tres participantes (sujeto, complemento directo y complemento indirecto) cuando el segundo de ellos designa una parte del elemento expresado por el tercero: Le lavó la cara al niño; Le rompió la ventana al auto, etc. El dativo simpatético denota otras veces relaciones más laxas que el español suele expresar mediante posesivos (§ 14.7l y 18.7k, l), tales como el parentesco (Se le casaron todos los hijos), la autoría (Te ha quedado muy bien el artículo) y diversas nociones que pertenecen de forma más o menos estrecha a la esfera personal del individuo (Le iba la vida en ello; Se nos acaba el tiempo; Se me va el autobús). Véanse también sobre esta cuestión los § 14.7f-r.

35.7h Como se adelantó en el § 35.7a, los dativos posesivos pueden ser compatibles con los argumentales, en especial con los complementos indirectos que se interpretan como experimentadores o experimentantes35.5o). El pronombre me en Me duelen los oídos ejerce un doble papel: designa, por un lado, la persona que experimenta el dolor del que se habla (dativo argumental) y, por otro, el individuo al que pertenecen los oídos que se mencionan (dativo simpatético). Aun así, se ha observado que esta compatibilidad está restringida léxicamente. En efecto, una diferencia notable entre los dos miembros del par A Felipe le {gustan ~ duelen} las piernas radica en que solo en la segunda variante se habla de las piernas de Felipe. Puede dar la impresión de que otros dativos argumentales, en particular los que se interpretan como destinatarios, son a la vez posesivos. Repárese, no obstante, en que el hecho de que el libro que se menciona en Felipe le devolvió el libro a Luis pertenezca o no a Luis responde a factores extralingüísticos y no está determinado léxicamente, al contrario que la diferencia entre gustar y doler que se acaba de describir.

35.7i Las relaciones de posesión inalienable están restringidas tanto por el léxico como por la sintaxis. Constituye una de las pautas más productivas la que se construye con los verbos pronominales de cambio de estado. en efecto, en el ejemplo citado en el § 35.7f, Se le hincharon los pies, el dativo simpatético le forma grupo con el pronombre se (se le), que corresponde al verbo pronominal hincharse. El sujeto de este verbo es el grupo nominal los pies, cuya referencia se atribuye al individuo designado por el dativo posesivo. A esta misma pauta corresponden los ejemplos con nublarse y torcerse que se han mencionado en el § 35.7f, pero también otros como Sentí que el corazón se me salía por la boca (Edwards, Anfitrión), así como los siguientes: Se le encogía el ánimo; Se te arrugará la camisa; Se nos van los hijos; Se me rompieron los anteojos; Se te va a enfriar la sopa. En el § 35.5m se vio que se construyen de manera similar otros verbos intransitivos que sirven para expresar sensaciones diversas (arder, doler, escocer, picar, etc.), en especial aplicadas a los nombres de las partes del cuerpo:

Justiniana sintió que le ardía la cara (Vargas Llosa, Elogio); El dedo me dolía y no aflojaba (Araya, Luna); Le escocía la lengua y sus labios arqueaban hacia abajo las comisuras y trazaban una arcada de acidez (Fernández-Santos, Á., Poda).

Así pues, estos verbos se ajustan a la pauta «dativo [poseedor] + … + sujeto [cosa poseída]».

35.7j Algunos verbos de los grupos anteriores poseen variantes transitivas, además de las intransitivas, lo que da lugar a la pauta «dativo [poseedor] + … + complemento directo [cosa poseída]». Se ilustran las dos variantes a continuación con los verbos quemar y romper(se). Se subrayan los complementos indirectos:

Sofian se sintió agotado. El cuerpo le quemaba (Souza, Mentira); El deseo le quemaba la piel (Monegal, Jardín); También supo que a él se le había roto la coraza que durante tanto tiempo resistiera sus intentos por perforarla (García Sánchez, Historia); Enojado porque le habían roto una ventana, abrió fuego contra tres muchachos (Alonso, F., Imperio).

Como se ve, estos cuatro textos contienen complementos indirectos, pero dos de ellos incluyen además verbos transitivos. Así pues, la piel es el complemento directo del verbo transitivo quemar en el ejemplo de Arel Monegal, y una ventana lo es en el de Alonso. Estos mismos verbos se usan como intransitivos en los otros dos textos.

35.7k Muchos verbos de afección construidos con dativos simpatéticos participan en alternancias de sujeto y complemento locativo (§ 33.3o y 41.8d), como en Me escuece {la herida ~ en la herida} o Le picaba {la sien ~ en la sien}. Se ilustra a continuación la segunda variante:

Desperté empapado en un sudor que me escocía en la piel (Ruiz Zafón, Sombra); Le dolía en lo más profundo de su corazón, pero también era verdad que su dignidad le dictaba una severa sentencia (Olivera Figueroa, Enfermera).

Como se ve, en estos casos se obtiene el esquema «dativo [poseedor] + … + complemento locativo [cosa poseída]». Los complementos locativos mencionados denotan ‘lugar en donde’, pero pueden interpretarse también como el destino de un movimiento, como en los textos siguientes:

La Perra persigue a los bandidos, los trae presos, se juzgan aquí y se les mete a la cárcel , con un par de grillos se meten al calabozo y ya no se usa cepo (Morón, Gallo); Ver las montañas era tocarlas, el relieve de la tierra nos entraba en el alma, y nos sentíamos dentro de la caricia de sus líneas (Perucho, Dietario).

Las alternancias descritas entre el complemento locativo y el sujeto se extienden al complemento directo de muchos verbos transitivos como en El perro le mordió {una pierna ~ en una pierna}.

35.7l En una variante de las construcciones anteriores, el complemento locativo realizado como un grupo preposicional contiene un complemento posesivo en alternancia con un dativo simpatético, lo que asimila parcialmente estas construcciones a las descritas en el § 35.7g: Puso una moneda en la mano del niño ~ Le puso una moneda en la mano al niño; Pegaron un cartel en la puerta de Ana ~ Le pegaron un cartel a Ana en la puerta. Se ejemplifica a continuación la variante con dativo:

Se inclinó hacia el sacerdote y le colocó bajo las narices sus manos extendidas (Jodorowsky, Pájaro); Se juntó a Vladimir, le pegó en la ropa su perfume escandaloso, pero no le permitieron entrar (Ponte, Contrabando); Aliviada, Blanca le tiró los brazos al cuello y lo besó en ambas mejillas (Allende, Casa).

Sobre la interpretación de secuencias como Me puso la mano en el hombro (‘… su mano en mi hombro’, ‘… mi mano en mi hombro’), véase el § 14.7p.

35.7m Sean transitivos o intransitivos, la mayor parte de los verbos que corresponden a la pauta «dativo posesivo + verbo + cosa poseída» tienen en común el hecho de que se construyen con argumentos afectados, en el sentido de sujetos a un proceso que produce un resultado, muy frecuentemente un cambio de estado. Los verbos intransitivos que designan movimientos u otras acciones que se consideran propias, naturales o características de algo se ajustan asimismo a esta pauta, como en Le temblaba la voz; Me late el corazón, o ¿Te suenan los oídos? Se han observado algunas excepciones a la generalización que se acaba de mencionar. No se obtienen, tal y como es de esperar, alternancias del tipo de Mereces el premio de Marta ~ *Le mereces a Marta el premio, puesto que se construyen con verbos de estado. No obstante, los verbos de percepción no poseen, en principio, objetos afectados, y, sin embargo, pueden usarse con dativos simpatéticos: Aún me noto la sangre alterada (García Sánchez, Alpe d’Huez). Al mismo grupo pertenecen las locuciones verbales que se forman con dativos simpatéticos y el verbo ver: vérsele a uno el pelo (también el plumero, la intención, etc.).

35.7n También son compatibles algunos verbos de afección con los dativos simpatéticos. Sin embargo, estos últimos se admiten con verbos que expresan la manifestación de ciertos movimientos del ánimo, pero no de otros. Se construyen, pues, secuencias como Te alabo el buen gusto (que alterna con Alabo tu buen gusto) o como las que aparecen en los textos siguientes:

Tenía un lugarteniente llamado Boix, un hombre corto de luces y de instintos bestiales, que desde hacía tiempo le envidiaba la jefatura (Mendoza, Ciudad); Hasta le respetaban el escalón, siempre el mismo, contando desde arriba el 22 (Cohen, E., Muerte).

No se obtienen, en cambio, otras alternancias, aparentemente similares, como *Te detesto el café por Detesto tu café, o *Le comprendo las intenciones por Comprendo sus intenciones. Se ha observado que son muy notables las diferencias entre las lenguas románicas en lo relativo a los contextos sintácticos que admiten dativos simpatéticos. Así, en rumano son posibles los equivalentes de secuencias anómalas en español como *Te visitaré la casa (cf. Visitaré tu casa), *Ayer te vi al hermano (cf. Ayer vi a tu hermano) o *Me apareció una novela nueva excelente (en el sentido de ‘una novela que me interesa mucho, que estaba esperando, etc.’). También es posible construir el equivalente de oraciones como *Tomás le era abogado (cf. Era abogado suyo), con dativo interpretado como complemento del nombre. En el español hablado en algunos lugares de la zona noroccidental de España se admiten dativos similares a estos en construcciones copulativas genéricas, como en Ese hombre te es un poco raro o en Te es una experiencia muy dura. Esta última oración podría parafrasearse como Es una experiencia muy dura para ti (en el sentido de ‘para uno, en general’).

35.7ñ En los § 14.7g y 18.7f se explica que la interpretación de posesión inalienable se obtiene en la primera de las dos opciones siguientes, pero no en la segunda: Arturo {levantó ~ lavó} la mano. Solo en el primer caso se habla, en efecto, de la mano de Arturo. Los dos verbos que se mencionan son transitivos, y ambos denotan acciones cuyo resultado es un cambio de estado. Las dos oraciones admiten, además, paráfrasis con participios: La mano quedó {levantada ~ lavada}. El contraste no puede deberse únicamente a que levantar admita una variante pronominal (levantarse), a diferencia de lavarse («infinitivo + enclítico reflexivo»), puesto que muchos verbos transitivos que poseen correlatos pronominales se rechazan en esta construcción (*Felipe hirió la mano; *Lulú manchó las uñas). Con terminología diferente, varios autores han puesto de manifiesto que levantar (sin dativo) y temblar o latir (con él) pertenecen a un mismo paradigma semántico, en cuanto que denotan movimientos naturales o característicos de partes o componentes del cuerpo. La relación «sujeto–complemento directo» en el primer caso (Arturo… la mano) es paralela a la relación «dativo–sujeto» en el segundo (le… la voz; me… el corazón). Así pues, contengan un sujeto o un objeto directo, secuencias como levantar la mano o temblar la voz expresan una acción atribuida al individuo designado por el grupo nominal o el pronombre que se sitúa fuera de dicho segmento. La mayor parte de los verbos que, al igual que lavar, rechazan la interpretación de posesión inalienable en la pauta «sujeto [poseedor] + … + complemento directo [cosa poseída]» la admiten en la variante con dativo simpatético reflexivo, como en Berto se lavó la mano.

35.7o Algunos contextos sintácticos que permiten dativos de interés coinciden con los característicos de los dativos posesivos. En efecto, el dativo marcado en Manuel le reparó la heladera a Matilde presenta las propiedades características de los dativos de interés (Matilde es la persona beneficiada por esa acción), pero también de los dativos simpatéticos, puesto que se entiende que Matilde es la dueña de la heladera. Resulta, en efecto, difícil separar estas dos interpretaciones. Sin embargo, no son imposibles las variantes de estas secuencias que contienen dativos de interés de interpretación no posesiva, como en Manuel le reparó a Matilde la heladera de Luisa.

35.7p La alternancia entre el dativo de interés y el simpatético se percibe asimismo en secuencias como Le copiaron los apuntes, donde cabe entender ‘Copiaron sus apuntes’, pero también ‘Copiaron para él los apuntes’. Los dos textos siguientes ilustran estas dos interpretaciones:

El cónsul se hincó a su lado y le copió los gestos con impaciencia (Soriano, León); Cuando en uno de los palacios del barrio murió el noble Tenante, ella le copió un libro de los muertos que fue muy elogiado por la familia del difunto (Moix, Arpista).

Podrían obtenerse incluso tres interpretaciones en Léame el texto, por favor. Si el pronombre me se interpreta como complemento argumental (destinatario: § 35.1j), se pide a alguien que pronuncie un texto en voz alta dirigiéndose al que habla. Si me se interpreta como dativo simpatético se obtiene la interpretación ‘Lea mi texto, por favor’. Como la interpretación de dativo de interés se puede solapar o traslapar con la de dativo simpatético, podría usar esa secuencia el que desea pedir a alguien que lea a otros en su lugar cierto texto (que puede pertenecer o no a quien formula la petición). Aun así, y como en los casos anteriores, los límites entre la interpretación de interés y la posesiva se tornan escurridizos. De hecho, no parece razonable entender que han de asignarse dos interpretaciones a secuencias como Anabel le tradujo a Benito unos versos, en función de que los versos traducidos sean o no de Benito. Otros autores llegan, no obstante, a la conclusión opuesta, pero suelen utilizar en su argumentación contextos de posesión inalienable que muestran más claramente las diferencias relevantes. Así, junto a Anabel le tradujo a Benito unos versos de Hölderlin (con dativo de interés), resultan absurdas secuencias como A Anabel le dolía mucho la muela de Luis, puesto que contienen relaciones de posesión inalienable. Sobre estas cuestiones pueden verse los § 14.7f-r y 18.7b-l.

35.7q En el § 35.3i se explicó que las construcciones del tipo «dativo + [verbo (semi)copulativo + adjetivo]» pueden corresponder a dos pautas, ya que el dativo puede estar seleccionado por el adjetivo (Me era útil), o bien modificar a todo el predicado (Me resultó interesante). Esta última pauta es característica de los complementos indirectos de interés, pero también de los simpatéticos: La espera se me hizo eterna; Los pantalones te quedan grandes; El viaje le salió caro. Se analizan estas construcciones en los § 37.9o, 38.2d y 38.3e. Los solapamientos o traslapes entre los dativos de interés y los simpatéticos afectan a otras construcciones. En sentido estricto, el dativo subrayado en Se le caía el pelo es un dativo simpatético; el marcado en Se le caía la arena, un dativo de interés, y el que se resalta en Se le cayó el paraguas, podría ser cualquiera de los dos. Sin embargo, parece preferible entender, como antes, que estas tres oraciones muestran la misma estructura, y que la relación de posesión o pertenencia se deduce en los tres casos de factores extralingüísticos. El dativo expresa en todas ellas un tipo de asociación abstracta que admite múltiples relaciones particulares: pertenencia, parentesco, vinculación afectiva, participación, responsabilidad, contacto o incluso proximidad, como la que existe entre los referentes de te y el fuego en Se te va a apagar el fuego.

35.7r Como se explicó en el § 35.1e, se suele denominar dativo ético el pronombre átono no reflexivo que manifiesta ese caso y que modifica al verbo señalando al individuo que se ve afectado indirectamente por la acción que aquel denota. Son dativos éticos los que se subrayan en las oraciones siguientes:

Las jóvenes madres que dicen “Mi hijo me come” o “Mi bebé no me duerme” […] (Ussía, Tratado II); No sé cuidar plantas, siempre se me mueren (Paz Soldán, Materia); No se me acalore (Valle-Inclán, Gerifaltes); Luego la dejé a ella con el timón otra vez y otra vez se me puso nerviosa (Fuentes, Naranjo); Es un fastidio, o sea, un negocio que si no lo sabes manejar, en cualquier momento se te va a la quiebra (CREA Oral, Venezuela); ¡En esta misma semana te me vas a un internado, no voy a seguir soportándote! (Bain, Dolor).

35.7s Por sus connotaciones afectivas, el dativo ético se usa más en la lengua oral que en la escrita, y raramente se encuentra en la prosa no literaria. Se emplea mucho más frecuentemente en el español americano que en el europeo, pero se atestigua en ambos. Los dativos éticos no son argumentales, pero pueden dar lugar a situaciones de ambigüedad con ellos si se dan las condiciones sintácticas adecuadas. Mientras que el pronombre me en Te me olvidaste del niño no admite otra interpretación que la de dativo ético, en las oraciones que siguen podría interpretarse también como dativo de origen o procedencia, ya que los verbos escapar y llevar son compatibles con tal tipo de complementos indirectos (recuérdese el § 35.6g):

No te me vas a escapar, Juan; no lo olvides (Uslar Pietri, Visita); Me ocurrió a mí […] haciendo feliz pareja con mi esposo querido, hasta que se me lo llevaron, dejándome en el mayor desconsuelo (Ayerra, Lucha).

35.7t El dativo ético posee algunas propiedades que lo distinguen de los demás dativos, pero otras de sus manifestaciones lo acercan a ellos, en particular al simpatético y al de interés. En efecto, el dativo ético es el único de los dativos que puede anteponerse a otro pronombre átono con su mismo caso. Este segundo dativo puede ser argumental, como en estos ejemplos:

Ahorita uno de mis hijos es maestro de inglés y está en cuarto en la normal superior, y el otro en Cebetis, donde también me le dan beca (Cinco 18/3/2009); Y además —dijo ya por último tu abuelo Teófilo—, me le quitás esos zapatos de tacones altos (Ramírez, Baile),

o no serlo, como en estos otros:

Pues al mío me le están saliendo ya los colmillitos y por eso me llora tanto (Ussía, Tratado II); No, no me le estropeen la cabeza, carajo, que es un profesor, y es en la cabeza donde estos huevones tienen todo (Vázquez Montalbán, Galíndez).

Interpretan algunos autores la propiedad que se acaba de mencionar como indicio de que el pronombre átono del que se habla no es propiamente un dativo, sino un morfema pronominal sin rasgos de caso que podría relacionarse con el que se adjunta a ciertos verbos (ándele, dale) o a otras bases no verbales, como se explicó en el § 35.2s. En sentido opuesto, cabe señalar que este dativo admite construcciones dobladas o duplicadas, en especial la de tópico inicial que suelen llamarse dislocadas40.3a), como en A mí no se me va a poner nerviosa la niña. Es raro, en cambio, en las contrastivas: *No te me caigas a mí.

35.7u Las definiciones respectivas del dativo de interés y del dativo ético poseen puntos en común que muestran asimismo los contextos en los que se permiten uno y otro. Oraciones como No me canse usted al niño sugieren, como se ha explicado, cierta relación afectiva entre los referentes de las expresiones que se subrayan. No es preciso que haya parentesco entre esas dos personas, o siquiera que una de ellas conozca a la otra. El dativo me puede designar aquí al individuo que se ve perjudicado por la acción que se menciona (dativo de interés), pero también aquel que desea implicarse en ella mostrando preocupación, cercanía y otras formas de relación afectiva hacia esa persona (dativo ético). Por otra parte, la connotación afectiva que se ha reconocido tradicionalmente en el dativo ético es también característica del dativo de interés y del simpatético. El dativo ético presenta, en cambio, mayor resistencia que los demás a correferir con el sujeto, como en Me {saliste ~ *salí} muy respondona; Te le {regaló ~ *regalaste} un vestido precioso. Esta resistencia no se percibe en los dativos argumentales (Me regalé unas vacaciones; No se gusta demasiado) ni en el dativo de interés (Me busqué un sitio aislado).

35.7v Posee asimismo valor expresivo el llamado dativo aspectual. este dativo se denomina también concordado porque concuerda siempre en número y persona con el sujeto de la oración. Así, concuerdan en primera persona me y leí en Ya me leí el diario. Esta concordancia es propia de los reflexivos (Se afeitó) y de los morfemas característicos de los verbos pronominales (Me levanté de la mesa). Otros dativos pueden coincidir en sus rasgos gramaticales con el sujeto, pero esta propiedad no constituye uno de sus rasgos definitorios, a diferencia de lo que sucede con el tipo de dativo que ahora se analiza. He aquí algunos ejemplos del dativo aspectual o concordado:

Los camelleros se comían el sol y se bebían la arena por hallarla (Roa Bastos, Vigilia); Contemplas cómo se traga un platazo de sólido arroz a la aragonesa (Vázquez Montalbán, Galíndez); Qué bien os aprendisteis las consignas que os han lanzado vuestros jefes (Diario Cádiz 5/4/2008); Nos leímos toda la prensa de la Comunitat de los últimos tres años (20 Minutos 13/3/2009).

35.7w El dativo aspectual o concordado tiene valor enfático. El último texto que se cita añade a la variante sin dativo (Leímos toda la prensa) la mayor implicación del sujeto en la acción que se menciona. Con el pronombre nos, la oración sugiere, en efecto, que la lectura de la que se habla se concluyó, pero también que implicaba algún esfuerzo, que comportaba cierto mérito por parte de los que la realizaron o que había algo de particular en el hecho de hacerla. Otras veces se sugiere que la acción descrita excede o sobrepasa en algo a lo que se considera normal (Se fumaba dos cajetillas diarias; Se gastó el salario semanal en una juerga). Existen otras connotaciones similares, resultados igualmente expresivos del valor reflexivo que caracteriza el dativo concordado. Aunque el dativo ético y el aspectual se aproximan en muchos contextos, el primero no es reflexivo, como se ha explicado. Pueden, además, concurrir en la misma oración, como en Mi hija se [dativo aspectual] me [dativo ético] comió toda la tarta.

35.7x El dativo concordado se ha llamado aspectual en los estudios sintácticos porque su presencia depende del aspecto léxico o modo de acción del predicado verbal, tal como se explica en los § 23.4o, p, ya que los eventos sobre los que incide han de ser delimitados o acotados. Se rechazan, consiguientemente, los complementos directos sin determinante en singular: *El niño se bebió leche (frente a … la leche, … un litro de leche o … toda la leche); *No me sé geografía (frente a … la geografía o … la lección); *Los invitados se bebieron vino (frente a … el vino o … todo el vino). Favorecen asimismo este uso algunos modificadores adverbiales que denotan completitud30.8b, c): de punta a punta, de cabo a rabo, de un tirón, de un jalón, como la palma de la mano, etc.: Se conoce el territorio como la palma de la mano (Cela, Cristo). El cuantificador todo y el adjetivo íntegro aportan la misma información en los grupos nominales:

Se recorrió íntegra la ciudad de Lima (Bryce Echenique, Huerto); Te sabías las banderas de todos los países (Pombo, Héroe); Me he visto todas las sagas capítulo por capítulo (Comercio [Perú] 13/12/2007).

Este mismo factor provoca que resulten poco naturales las variantes con se de oraciones como Bebió hasta la mitad el vaso de agua, ya que beberse suele admitir paráfrasis con apurar.

35.7y Los contextos sintácticos en los que se usa el dativo concordado confluyen con los de otros dativos. En efecto, el ejemplo citado Nos leímos toda la prensa admite la interpretación recíproca (es decir ‘el uno al otro’ o ‘unos a otros’), puesto que los pronombres átonos de interpretación recíproca (§ 16.5) concuerdan asimismo con el sujeto. También lo hacen los morfemas me, te, se, etc., de los verbos pronominales. De hecho, entienden algunos autores que los dativos aspectuales pueden reinterpretarse como morfemas de persona de estos verbos en ciertos casos. Ello permite establecer distinciones como las siguientes:

saber algo (‘conocerlo’) ~ saberse algo (‘haberlo memorizado’; más frecuente en el español europeo);

creer algo (‘tenerlo por cierto’) ~ creerse algo (‘aceptarlo de buena fe’);

llevar la plata (‘transportarla’) ~ llevarse la plata (‘salir o escaparse con ella, robarla’);

saltar una barrera (‘salvarla’) ~ saltarse una barrera (‘omitirla, no atenderla’);

encontrar a alguien (‘hallarlo’) ~ encontrarse a alguien (‘tropezárselo, dar con él sin buscarlo’); esperar algo (‘tener esperanza en ello’) ~

esperarse algo (‘temer que vaya a suceder’).

Se mencionan otros pares semejantes a estos en los § 41.13ñ y ss. Se suele incluir en este mismo grupo el dativo que aparece en la fórmula Érase una vez…, propia de los cuentos, que alterna con Era una vez…

35.7z Apoya el análisis que se acaba de esbozar el que no pueda omitirse el dativo concordado en ciertas circunstancias, como en Llenó con whisky un vaso que se zampó al seco (Donoso, Elefantes), donde resultaría anómala la variante *… un vaso que zampó al seco. No obstante, existen al menos dos razones para no generalizar este análisis, es decir, para no reinterpretar todos los dativos aspectuales como morfemas de verbos pronominales. Una de ellas es el hecho de que la mayor parte de los verbos pronominales son intransitivos; la otra estriba en que dar una solución léxica a estas alternancias (en el sentido de definir por separado cada uno de los miembros de estos pares) conlleva perder generalizaciones en no pocos casos en los que parece necesario establecerlas. Se trata de pares como los siguientes, entre otros muchos similares en los que los significados de los verbos no parecen por completo independientes.

{pensar ~ pensarse} bien una respuesta; {conocer ~ conocerse} bien la ciudad; {merecer ~ merecerse} un premio; {inventar ~ inventarse} una historia; {recorrer ~ recorrerse} la comarca; {imaginar ~ imaginarse} mundos inexistentes; {perder ~ perderse} una oportunidad.

 

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