Sintaxis

48 La negación

48.1 Introducción. Conceptos fundamentales

48.1a En las oraciones negativas se expresa la falsedad de los estados de cosas, la inexistencia de las acciones, los procesos o las propiedades de que se habla, generalmente en relación con las oraciones afirmativas correspondientes: Ella no dijo nada; Mañana no voy al trabajo; Nadie le hacía caso; Ni de una forma ni de otra consiguieron convencerla; Nunca protestó; En mi vida he visto cosa igual. También se usan las oraciones negativas para solicitar que se deje de hacer algo (No hables tanto) o para orientar una interrogación hacia una respuesta (¿No son ya las dos?), entre otras opciones que permiten los actos verbales (§ 42.2).

48.1b En sus múltiples manifestaciones gramaticales, la negación se considera un operador sintáctico en un sentido similar al de los cuantificadores (§ 19.1c) y determinados adverbios (§ 40.5-9), es decir, un elemento que condiciona o suspende la referencia de otras unidades que se hallan en su ámbito de influencia. Así, la presencia del adverbio no en la oración A este pueblo no ha llegado un forastero desde hace años tiene dos consecuencias gramaticales inmediatas sobre las palabras que la componen. En primer lugar, provoca que un signifique ningún en este contexto (véanse sobre este efecto los § 48.4l, m); en segundo lugar, permite que el predicado llegar pueda construirse con la preposición desde y el complemento temporal hace años48.11y, z), ya que el ejemplo propuesto pasaría a ser agramatical si se suprimiera el adverbio no. En este capítulo se examinarán estos y otros muchos efectos que las palabras negativas ejercen sobre otras situadas en diversos entornos sintácticos —contiguos unas veces y más lejanos otras—, así como los significados que se obtienen en todas esas construcciones.

48.1c Las palabras negativas pertenecen a varias clases sintácticas. Son palabras negativas los pronombres indefinidos nadie, nada y ninguno. El último admite usos adjetivales y posee las variantes morfológicas que se estudian en los § 19.4 y 19.5. El pronombre nadie se utiliza más en la lengua actual que en la antigua, en la que ninguno ocupaba a menudo su lugar (§ 48.3e). Etimológicamente, nadie y nada no son palabras negativas, sino expresiones cuantificativas de sentido positivo: nadie procede del participio nati unido a homines (‘personas nacidas’) y nada proviene del participio nata unido a res (‘cosa nacida’). La interpretación no negativa de estos pronombres pervive todavía en el significado que reciben en ciertos contextos, como se explicará en los § 48.1n y ss. Se registran en algunas áreas las formas populares nadies, naide, naides, naidie, naiden, naidens y nadien, que no han pasado a la lengua culta y se recomienda evitar. Aparecen ocasionalmente en los textos que desean reflejar esas variantes:

No cabía un francés ni nadies (Fogwill, Cantos); Yo puedo llamar a la gente otra vez, pero no va a venir naiden (Santander, Extensionista); Yo no fui a ver a nadien, yo no conozco a nadien, yo no le llevé nada a nadien (Martín Campo, Carreteras).

Se ha observado que la oposición entre nadie y nadies puede ser significativa en algunas variantes del español popular peruano, en las que No vino nadie sugiere que se esperaba a una sola persona, y No vino nadies implica que se esperaba a más de una.

48.1d El adverbio de negación más característico es no. Son también adverbios negativos nunca, jamás, tampoco y nada, el último en oraciones como Esto no me gusta nada. Los múltiples valores de los cuantificadores adverbiales a los que se hace referencia en los § 30.4i y ss. pueden manifestarse también en las oraciones negativas: frecuencia en No voy nada al cine; intensidad en El autor no profundiza nada en la psicología del personaje; valor o precio en No te costaría nada echarme una mano, etc. El adverbio nada expresa asimismo que la propiedad denotada por el adjetivo o el adverbio al que modifica se presenta en grado cero. En estos contextos, nada se asimila, por consiguiente, a los cuantificadores de grado, como en nada fácil, nada lejos, o en estos otros ejemplos:

Se me verá la combinación, que no es nada discreta porque me la prestó mi hermana (Vázquez, Á., Juanita Narboni); Ser espectador, incluso, de sus grandes goces, no es nada fácil (Salazar, Selva); Esa diferencia de dieciséis años que hay entre Natalia y tú no me parece nada conveniente (Bryce Echenique, Huerto); Las huellas de la edad no eran nada piadosas (Díez, Expediente); La mirada fija en una distancia que traspasa las sombrías paredes hacia un punto nada definitivo (Fernández, P., Vientre).

Contrasta, pues, el adverbio nada de Este vino no es nada bueno con el pronombre nada de No queda nada del vino bueno. En el español coloquial dominicano se atestigua el empleo de ningún en estos contextos, como en No era ningún discreta (sin concordancia), por No era nada discreta, o en ¡Ningún después (es decir ‘Nada de después’), venga a comer ahora! Se usa cero como adverbio en ciertos registros informales, como en La película es cero interesante o en Antigua es una ciudad cero agresiva, esencialmente pacífica (Serrano, M., Vida). Se analizan otros usos de cero como cuantificador negativo en los § 21.1i, j.

48.1e En el español coloquial hablado en el Río de la Plata, en los países andinos y en algunas partes de Chile se emplea a veces el adverbio nada en contextos enfáticos en los que significa ‘en absoluto, de ningún modo’, como en No me lo dijiste nada, o en estos ejemplos:

Tomás: Bueno, en realidad yo tampoco sabía que venía. Acabo de llegar. Vi la luz… Nena: Maru no me avisó nada (Daulte, Noche); —No llame nada —lo contuvo el secretario— ¡Ni se le ocurra llamar! (Martínez, Perón); Ando como buscando, estoy como experimentando, y no me importa nada no haberlos encontrado nada (Hoy [Chile] 9/6/1997).

Se extiende este uso de nada al español coloquial puertorriqueño. El valor de nada en estas construcciones es diferente del que se ha descrito en el apartado anterior (No me quieres nada; El regalo no me gustó nada; Lo que decía no me interesaba nada). En el uso adverbial de nada que resulta general en el mundo hispánico, esta voz constituye un cuantificador de grado que alterna con mucho (Te quiero mucho; El regalo me gustó mucho; Lo que decía me interesaba mucho) y con otros cuantificadores. En cambio, en la construcción conversacional que se describe, nada alterna con en absoluto y con en modo alguno en contextos en los que no se admite necesariamente un cuantificador de grado, como en Tanto prometer venir y al final no vino nada; Dijo que lo había arreglado, pero no lo arregló nada. Se acerca en alguna medida a este uso de nada el de la locución adverbial para nada, que va ganando terreno en el español general, sin excluir el de las áreas lingüísticas mencionadas en este mismo apartado:

No te quejaste para nada, no te quejaste —dijo el Gordo (Nación [Arg.] 5/7/1992); En eso no creo para nada (Chavarría, Rojo); Nadie habló para nada de que hubiera una mujer en el grupo (Palou, Carne).

Se retomará esta cuestión en el § 48.4t.

48.1f Existen en español palabras negativas correspondientes a los significados ‘ninguna persona’ (nadie), ‘ninguna cosa’ (nada), ‘(en) ningún tiempo’ (nunca), pero no existen otras para ‘(en) ningún lugar’, ‘(de) ningún modo’ o ‘(por) ninguna razón’, a diferencia de otras lenguas. El adverbio nunca constituye la contrapartida negativa de siempre, por lo que posee valor temporal: Nunca (‘en ningún momento’) está donde se lo necesita. El adverbio jamás proviene de la unión de dos palabras positivas (lat. iam y magis; esp. ya y más), lo que hace que su significado original se acerque a ‘no en lo sucesivo’ o ‘nunca de ahora en adelante’. De hecho, en el español actual no se suele usar ya más en contextos afirmativos cuando esas dos palabras forman un segmento sintáctico. En el § 48.8j se explica que las oraciones negativas que contienen este mismo valor de ya (‘en adelante, en lo sucesivo’), como en No lo vimos ya por el barrio, requieren asimismo alguna manifestación de la negación. Jamás tiene un sentido más enfático que nunca en el español de hoy.

48.1g La combinación enfática nunca jamás se considera correcta, aunque sea redundante, ya que se asimila a un solo adverbio complejo: Nunca jamás se me ha ocurrido presumir ante tu madre de lo que me cuesta hacer las camas (García Hortelano, Gramática). El adverbio jamás da también lugar a las locuciones adverbiales jamás de los jamases, por siempre jamás, para siempre jamás y por jamás, esta última algo menos usada en la actualidad: No me verá el pelo por jamás amén (Galdós, Audaz). No obstante, algunas de ellas no tienen siempre valor negativo. Las expresiones subrayadas significan aproximadamente ‘de manera definitiva’ en los ejemplos que siguen:

Por esa singraciada quebramos para siempre jamás con el Señor Presidente (Asturias, Presidente); Ahora la compañía se había ido por siempre jamás (García Márquez, Vivir).

En el español medieval se usaba siempre jamás con una interpretación afirmativa similar: Siempre jamás mantuvo este brío (Páez, Poesías).

48.1h Se obtienen también combinaciones redundantes en secuencias como Le juré que jamás en mi vida me iba a relacionar con un hombre que no fuera propietario (Donoso, Delfina), donde se podría eliminar jamás sin que el sentido se viera afectado, aunque sí el énfasis. Ello se debe a que en mi vida tiene sentido negativo en esa posición, como se explica en los § 48.3v, w. También son enfáticas las combinaciones nadie en absoluto y nada en absoluto:

A mí no me gustaba nada en absoluto lo que hacía (Sánchez Mazas, Pedrito); Nadie en absoluto te brinda la verdadera receta de la felicidad (ABC 4/7/1974); Era cierto que no había pasado nada desagradable, pero también era cierto que no había pasado nada en absoluto (Sábato, Túnel).

La segunda de ellas resulta redundante en mayor medida cuando nada es adverbio que cuando es pronombre. Así pues, podría eliminarse nada en el ejemplo de Sánchez Mazas, pero no en el de Sábato. En todos estos casos se obtienen alternancias con el adverbio absolutamente, antepuesto o pospuesto: absolutamente {nada ~ nadie}; {nada ~ nadie} absolutamente.

48.1i El adverbio negativo tampoco proviene de tan y del indefinido poco. Admite varios usos, como se explicará en los § 48.8a-g. Son negativas las conjunciones ni, que presenta algunas particularidades (§ 48.3q, r, 48.6e y ss. y 48.7a y ss.), y sino48.2b, 48.6j y 48.7a). También lo son, aunque en un sentido distinto, la preposición sin y las locuciones preposicionales en vez de y en lugar de48.6s). Poseen sentido negativo las interjecciones nanay, ca, ni modo y otras —también restringidas geográficamente— que se describen en los § 32.7p y ss.

48.1j A pesar de que nadie, nada, ninguno o nunca se suelen incluir en el grupo de los cuantificadores existenciales, y así se han clasificado en esta obra (§ 20.3), se ha debatido largamente entre gramáticos y lógicos la cuestión de si las palabras negativas son en realidad cuantificadores existenciales, situados en el ámbito de la negación, o han de interpretarse más bien como cuantificadores universales restringidos a las oraciones negativas. Si nadie, en Nadie llamó, es un cuantificador universal, la oración expresará el hecho de que de todos los individuos de un conjunto determinado por el contexto se predica el no haber llamado. Si se entiende, en cambio, que nadie tiene significado existencial en esa oración, se dirá en ella que no existe individuo alguno del que se predique la acción de llamar. Como se ve, el resultado obtenido es casi idéntico en ambas interpretaciones.

48.1k Cuando concurren varios indefinidos negativos en una oración, se obtienen generalmente paráfrasis con una sola negación o una negación única en las dos opciones que se han explicado en el apartado anterior. Así, para la oración Elena no dijo nada a nadie en ningún momento, el análisis de la cuantificación existencial proporciona una paráfrasis del estilo de ‘No existe un individuo x, una cosa y o un tiempo z tales que Elena haya dicho y a x en z’ (se subraya la negación única). El análisis de la cuantificación universal da lugar a una paráfrasis de sentido equivalente, que contiene asimismo una sola negación: ‘Para todo individuo x, toda cosa y o todo tiempo z, Elena no dijo y a x en z’.

48.1l Algunos gramáticos han examinado desde el punto de vista sintáctico los dos análisis descritos en los apartados precedentes y han puesto de manifiesto que ciertos contextos parecen favorecer uno de ellos, mientras que otros se corresponden más bien con el otro. Así, nadie se parece a todo(s), pero no a alguien, en que admite los adverbios casi, absolutamente, prácticamente y otros similares:

casi todos ~ casi nadie ~ *casi alguien; absolutamente nadie ~ absolutamente todos ~ *absolutamente alguien.

Como se explica más adelante (§ 48.3x), existen expresiones de sentido negativo formadas con el cuantificador todo, como la subrayada en No ha trabajado en toda su vida, que concurren con otras expresiones negativas. En el español medieval se admitía el cuantificador todo con el sentido del actual ninguno y sus variantes, como en estos ejemplos:

Que lo sepan sin toda dubda (Fuero Juzgo); E quel mandaua que luego soltasse al Patriarca sin todo detenemiento & quel tornasse todas sus cosas quel tomara (Gran conquista de Ultramar).

En la lengua actual, todo alterna con nada en las construcciones comparativas: mejor que {todo ~ nada}. Se tratará de nuevo esta alternancia en el § 48.4v.

48.1m Frente a los contextos sintácticos que favorecen la interpretación de los indefinidos negativos como cuantificadores universales, existen otros que los agrupan con los existenciales. Se analizarán en este apartado y en el siguiente. En efecto, nadie y alguien pueden aparecer en los contextos existenciales sin dar lugar al llamado efecto de definitud15.6c), en lo que se oponen a todo(s): En este momento no hay {na die ~ alguien ~ *todos} a quien(es) estén buscando. Por otra parte, alguno y ninguno tienen complementos partitivos: {alguno ~ ninguno} de ellos, mientras que el cuantificador todo(s) los rechaza y alguien solo los admite en las condiciones restrictivas descritas en el § 20.1m.

48.1n En un gran número de contextos creados por expresiones de sentido negativo, alternan algo ~ nada; alguno ~ ninguno y alguien ~ nadie. El cuantificador todo se admite en ellos, pero da lugar a una diferencia clara de significación. Así, son posibles las tres opciones que se ilustran en Dudo mucho de que aparezca {alguien ~ nadie ~ todo el mundo} por allí, pero las dos primeras variantes proporcionan oraciones casi sinónimas, frente a la tercera. Se examinarán estos contextos en el § 48.5i. La etimología de nadie y nada (mencionada en el § 48.1c) muestra asimismo que estos indefinidos surgieron como cuantificadores existenciales. Expresiones como un alma, un comino y otras muchas que se usan en sentido idiomático son también existenciales (§ 48.7d). Cabe pensar que las dos interpretaciones semánticas descritas (universal y existencial) son apropiadas gramaticalmente, aun cuando la sintaxis restrinja a veces los contextos que favorecen una u otra.

48.1ñ Cuando los indefinidos negativos (nada, nadie, ninguno, etc.), así como una serie de expresiones idiomáticas que se les asemejan (§ 48.7d y ss.), se construyen en posición posverbal, exigen un elemento negativo en la preverbal. Se dice, pues, No vino nadie; Nadie decía nada; Tampoco ella fue a ningún sitio o No movió un dedo por mí, pero la lengua rechaza las correspondientes variantes sin negación: *Vino nadie; *Alguien decía nada; *También ella fue a ningún sitio; *Movió un dedo por mí. Existen algunas excepciones a esta generalización, que se analizarán en el § 48.3a. Las expresiones que exigen negación en los contextos mencionados se suelen denominar términos de polaridad negativa. Estas expresiones se estudiarán en los § 48.7-9. Los contextos que satisfacen el requisito relativo a la negación preverbal no son únicamente los mencionados, sino también la preposición sin (sin ver a nadie), la interrogación retórica (¿Cómo iba yo a decirle nada?), la comparación (antes que ningún otro), ciertos predicados de sentido negativo pertenecientes a varias categorías (Rechazó enérgicamente participar en ninguna conspiración; Es contrario a que se tome ninguna medida radical; ante la imposibilidad de hacer nada) y otras muchas expresiones similares. Estos contextos negativos se denominan inductores o activadores de la negación y se analizarán en el § 48.6.

48.1o Los indefinidos negativos que exigen alguna negación preverbal cuando ocupan posiciones posverbales (No vino nadie ~ *Vino nadie) rechazan el adverbio no en posición preverbal en el español general de hoy (*Nadie no vino). En el § 48.3e se explica que no era siempre así en el antiguo y que también existen excepciones en el contemporáneo. Se obtienen de esta forma alternancias como No vino nadie ~ Nadie vino; No quiere hablar de nada ~ De nada quiere hablar; No le interesa a ninguno ~ A ninguno le interesa. Estos contrastes muestran la llamada alternancia negativa, a la que se dedicará una sección de este capítulo. En No vino nadie, se establece entre las palabras subrayadas una forma de concordancia que se analizará en el § 48.3d.

48.1p Junto a la polaridad negativa, se suele mencionar también la existencia del fenómeno contrario. Se denomina polaridad positiva la particularidad de rechazar la negación que presentan algunas expresiones. El adverbio ya, por ejemplo, es un término de polaridad positiva, frente a sus opuestos todavía o aún. Los términos de polaridad positiva solo admiten la negación proposicional (§ 48.2a). Esta interpretación —más frecuente en contextos de réplica— está también restringida, ya que ni siquiera en ellos resulta enteramente natural usar la oración El tren no ha llegado ya para significar ‘No es cierto que el tren haya llegado ya’. Numerosas expresiones que denotan grado extremo son términos de polaridad positiva: Olga no es listísima; Juan no es una verdadera maravilla en los negocios, etc. Estas secuencias resultan raras, con la posible excepción de ciertos contextos de cita, alusión o réplica en los que se desmienten palabras recién leídas, escuchadas o pronunciadas.

48.1q Las palabras negativas están asociadas con posiciones sintácticas particulares, como se ha explicado y se verá más detalladamente en las páginas que siguen. La negación podía aparecer en el español medieval entre un pronombre clítico y el verbo al que complementa, como en [...] si la no pudiere auer (Partidas), lo que se suele relacionar con el hecho de que los pronombres clíticos no eran siempre átonos en la lengua antigua (§ 16.7k).

48.1r Las palabras negativas pueden influir en la posición y en la segmentación de los predicados verbales, como se ha explicado. También pueden afectar al modo verbal. Por un lado, el subjuntivo constituye una marca sintáctica del foco de la negación cuando este último se extiende a toda una oración subordinada. Ello permite distinguir pares como No se marchó porque {estaba ~ estuviera} enojada y otros similares que se analizan en los § 25.13q y ss. Por otro lado, muchas de las construcciones de sentido imperativo (§ 42.5) se forman con la concurrencia de una negación y una forma verbal en subjuntivo. Se obtienen así contrastes marcados en pares como Nadie se preocupe ~ *Ella se preocupe, o Nada temas ~ *Algo temas. Para el uso del subjuntivo en lugar del imperativo en los contextos de negación (No vengan ~ No vengáis), véanse los § 42.3t y ss.

48.1s En el § 48.1a se presentaron varias oraciones negativas. Las construcciones negativas no son necesariamente oracionales: un problema no menor; mediante acciones no siempre legales; sin nada aprovechable. Se ha observado en un gran número de casos que la negación de algún fragmento oracional afecta a menudo a la estructura sintáctica de la oración en la que se inserta, y también a la interpretación que le corresponde. Así, con la conjunción ni se coordinan dos expresiones negativas análogas, por ejemplo, dos grupos verbales en Ni vino a casa ni llamó por teléfono. Ahora bien, el hecho de que pueda decirse Ninguno de mis hijos vino a casa ni llamó por teléfono revela que la negación que expresa el pronombre ninguno excede los límites de su grupo nominal y convierte en negativo el grupo verbal vino a casa, lo que permite que aparezca la conjunción ni. Estos hechos y otros semejantes ponen de manifiesto que la forma y la interpretación de las oraciones negativas están determinadas por las propiedades léxicas de las palabras que expresan negación, por la posición que ocupan y también por las relaciones que entre esos elementos se establecen, sea a distancia o en contigüidad. Todas estas cuestiones se examinarán en el presente capítulo.

Información adicional

En relación con este capítulo, la siguiente entrada del Glosario de términos gramaticales podría ser de su interés:
negación

 

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