Sintaxis

42 La modalidad. Los actos de habla. Construcciones imperativas, interrogativas y exclamativas

42.12 La interrogación retórica

42.12a Se suelen llamar interrogativas retóricas las que contienen implícitamente su propia respuesta o sugieren de forma velada la inclinación del hablante que las formula hacia una respuesta particular. Muchas de estas construcciones se interpretan como recursos que encubren afirmaciones o negaciones veladas. Las interrogaciones retóricas pueden contener marcas de orientación, es decir, rasgos formales que muestran objetivamente en qué sentido se orienta la respuesta. No obstante, estas marcas están ausentes otras veces, de modo que la interpretación orientada se deduce del contexto o de la entonación. Ilustra este último caso la pregunta ¿Cómo estar seguro? Es probable que el que la construya lo haga asumiendo una respuesta negativa, pero nada impide proporcionar una réplica de signo contrario.

42.12b Al primer grupo de preguntas retóricas (es decir, las que contienen marcas de orientación) pertenecen las encabezadas por acaso. La presencia de este adverbio en la oración ¿Acaso se oye mal este disco? sugiere que el que habla asume que la respuesta a esa pregunta es negativa; en ¿Acaso el Gobierno actual no empieza a necesitar nuevas fuentes de legitimidad? (Vistazo 3/4/1997), el que pregunta presenta su enunciado, de modo análogo, como una declaración velada. Recuérdese, en este mismo sentido, el § 30.11f. No está presente el adverbio acaso en ¿Y a quién no le gusta pasarse dos meses de vacaciones?, pero se obtiene el mismo resultado por efecto de la conjunción y, y también de la estructura sintáctica de la oración. Tiene el mismo sentido de acaso la expresión por ventura, poco usada hoy: ¿Por ventura considerarías una retirada estratégica como huida, capitán? (Arrau, Norte). Así pues, en estos enunciados se presupone una respuesta afirmativa cuando la interrogativa retórica contiene marcas negativas, y al contrario.

42.12c Algunas palabras interrogativas, junto con los grupos que forman, adquieren valor retórico. Estas interrogativas bimembres sin verbo se ajustan a la pauta «grupo interrogativo + grupo nominal». El primer segmento se interpreta como predicado y el segundo como sujeto. Son más frecuentes las interrogativas bimembres que se construyen con para qué y por qué, como ¿Para qué tanto esfuerzo? (que sugiere ‘No existe razón para tanto esfuerzo’); ¿Por qué estas carreras?, o como las que se citan a continuación:

¿Dónde la preparación del profesor y los años y años de esfuerzo y dedicación? ¿Para qué todo esto? (País [Esp.] 2/2/1984); ¿Por qué este sufrimiento, Virgen Purísima? (Cabal, Briones); ¿Por qué tanto dolor humano…? ¿Por qué, Señor, por qué? (Revilla, Guatemala); Prometía la disminución de los impuestos, el aumento del empleo, la afirmación de Francia en el concierto europeo… ¿Para qué más? (Vanguardia [Esp.] 16/12/1995); —Para qué esta farsa, el hijito salió tan payaso como el padre —oyó decir a Modesto Díaz (Vargas Llosa, Fiesta).

42.12d Se explica en el § 48.6 que los enunciados interrogativos pueden ser inductores negativos. sustituyen en esos usos a la negación como legitimadores de indefinidos negativos y de modismos de polaridad negativa. Como se explica en esos apartados, cuando estos elementos aparecen en posición posverbal, requieren la presencia de alguna negación preverbal: *Movió un dedo por nosotros ~ No movió un dedo por nosotros. Resulta, sin embargo, natural la pregunta retórica ¿Cuándo movió él un dedo por nosotros?, lo que muestra que la interrogación retórica se asimila a los inductores negativos. Se obtiene el mismo efecto en ¿Quién podría pegar ojo con este ruido? y otras muchas oraciones similares. Análogamente la presencia del adverbio acaso, ya mencionado, facilita la de las palabras nada, nadie, ningún, jamás, etc., en interrogativas similares:

¿O acaso tiene nadie derecho a mutilar un tramo de la patria natural […]? (Ducoudray, F., Naturaleza); ¿Tuvo acaso ningún poema de motivo antiguo o mitológico, ni en las formas de sus versos…? (Vallejo, Romanticismo); ¿Conocióme a mí allí en mi prosperidad? ¿Entró alguna vez en mi casa? ¿O acaso comió jamás del mondongo que yo guisava? (Avellaneda, Quijote).

Alternan frecuentemente en estas oraciones nada ~ algo; nadie ~ alguien; ningún ~ algún, etc. Los indefinidos negativos son algo menos frecuentes en los textos, pero sugieren mayor energía o contundencia cuando se emplean, como en ¿Dónde has visto tú a {nadie ~ alguien} que acepte una oferta así?; ¿Cuándo he ido yo a {ningún ~ algún} sitio sin pedirte antes opinión? Así pues, cuándo se interpreta aquí como ‘en ningún momento’, quién se interpreta como ‘nadie’, etc. La conjunción sino (analizada en los § 31.10ñ y ss. y 48.2b, c) se asimila a este grupo: ¿Quién sino yo para saberlo? ¿Quién sino yo, señor? (Terán, Eulalia).

42.12e Cuando se analizaron las palabras interrogativas, se explicó (§ 22.2m,n y 22.16ñ) que ciertos sustantivos enfáticos, no necesariamente coincidentes en todos los países hispanohablantes, acompañan a los pronombres y adverbios interrogativos creando grupos complejos de interpretación retórica. A ese paradigma pertenecen demonios, diablos, diantre, fregados, leches, narices, entre otros muchos. El grado en que son o pueden ser malsonantes varía en las distintas áreas lingüísticas. Se forman así grupos sintácticos interrogativos como los subrayados en los textos siguientes:

¿Qué diablos quiere decir esto? (Schwartz, Conspiración); ¿Dónde demonios se encuentra ese muchacho? (Britton, Siglo); ¿Qué leches es eso del pedaleo entrópico? (García Sánchez, Alpe d’Huez); No sé pa’ qué fregados lo quieres (López, W., Vine); ¿Quién diantres es ese hombre? (Salisachs, Gangrena); Todo quisque se ha dedicado a analizar cómo diablos pudo ser que dos militantes ecologistas se acreditaran como “chicos de la Prensa” sin que nadie reparara en qué clase más rara de periodistas eran, y cómo narices fue que lograran introducirse en el recinto (Mundo [Esp.] 6/10/1994); ¿Qué cojones quiere ese hombre con su tronco? (Rojo, Hotel); ¡¿Por qué carajo viven aquí si no pueden pagárselo?! (Daneri, Matar); ¿¡Cuándo coño has visto tú que yo me vaya a ver una del gordo y el flaco en vez de cumplir con mi obligación!? (Fernán Gómez, Viaje).

42.12f Las oraciones construidas como se indica en el apartado precedente revelan, en diversos grados, fastidio, incomodidad, enojo, impaciencia, desesperación y otras actitudes similares ante alguna situación adversa. Los grupos sintácticos así formados admiten varias interpretaciones. Se niega, por ejemplo, la existencia de razón alguna en ¿Por qué narices vas a ese lugar?, que se puede parafrasear aproximadamente como ‘No veo razón para que vayas a ese lugar’. Corresponde una interpretación similar al texto de Fernán Gómez citado en el apartado anterior. En cambio, la pregunta ¿Qué diablos significa este número? no da a entender que el número en cuestión carece de significado, sino más bien que el que habla no se lo encuentra. En otros muchos casos similares el hablante que construye preguntas retóricas de esta forma —muy cercanas, de hecho, a las exclamaciones— no expresa con ellas que no existan personas, lugares, cosas, etc. que satisfagan la incógnita apropiada, sino más bien que carece de esa información —que debería ser accesible— o que considera difícil obtenerla.

42.12g Los modificadores nominales impiden que esas expresiones se integren en preguntas abiertas: no admiten complementos partitivos *¿Quién diablos de ellos…? y suelen rechazar otros contextos en los que las palabras interrogativas han de interpretarse en sentido específico quién en concreto, dónde en particular, etc. Rechazan asimismo la interrogación múltiple (¿Quién dijo qué? ~ *¿Quién diablos dijo qué?) y también la interrogación indirecta cuando no está en tela de juicio el valor que corresponde a una variable: Sé muy bien quién (*diablos) robó el dinero, pero no te lo voy a decir. Se analizan otros aspectos de estos grupos sintácticos en los § 22.2m y ss., 22.16ñ y 23.14m.

42.12h La inferencia que se obtiene con la fórmula ¿Es que…? es menos marcada que la que se produce con acaso. El hablante introduce con ella cierta hipótesis que estima ilógica o poco probable, pero digna de consideración:

¿Es que debo pedirle una vez más que se vaya de aquí y nos permita continuar? (Volpi, Klingsor); ¿Es que no respetas nada, muchacho? (Quintero, Esperando); ¿Es que no recuerdas que tienes un hijo desolado, una nuera histérica y un nieto cariñoso…? (Díez, Oscurecer); ¿Es que se puede comprar con dinero lo que vale la sonrisa de un niño? (Lindo, Tinto).

Véase también, en relación con esta fórmula, el § 47.4u.

42.12i En el § 22.16r se introducen las locuciones adverbiales interrogativas a santo de qué, a cuento de qué y a cuenta de qué. Las tres sugieren la inexistencia de motivo alguno para alguna situación:

¿A santo de qué se permitían importunar quienes ni siquiera habían dado prueba de existencia? (Ponte, Contrabando); ¿A cuento de qué tanta preocupación? (Hoy [Chile] 20/1/1997); ¿A cuenta de qué ser tan amiga de Sara Segul? (García Ponce, Crónica).

También se usa «a qué viene + grupo nominal» para hacer referencia a la falta de justificación de algo, especialmente si se muestra o se manifiesta de modo expreso:

¿A qué viene tanta y tanta justificación y palabrería? (Omar, Hoy); —¿Eres muy amigo del licenciado Seppia? —intervino ella cada vez más tensa, sin advertir que al usar “eres” en lugar de “es” se colocaba a menor distancia. El hombre rió con breve calma. Pero, a seguidas, comentó: —¿A qué viene eso? (Reyes, R., Estafa); ¿A qué viene esa increíble oferta de cuento de hadas? (Buero, Música).

42.12j Las preguntas retóricas encabezadas por ¿A que…? suelen estar orientadas en un sentido opuesto a las formadas por acaso. El que las usa puede dar a entender con ellas que lo que dice es correcto, como en ¿A que tengo razón? o en ¿A que te has olvidado de mí? (Montero, M., Trenza). También se utilizan para plantear un reto o una apuesta, sea real o fingida. El que habla manifiesta su confianza en que puede hacer algo, como en ¿A que te lo atrapo? (Pardo Bazán, Pazos), pero también su seguridad en que el oyente fallará en lo que se le plantea:

¿A que me aciertan ustedes en dónde estoy? —dijo el pobre demente— (Galdós, Fortunata); ¡A que no me alcanzas, Scaramouche! (Paso, F., Palinuro); —¿A que no se marca usted este pasodoble conmigo, don Daniel? (Fernán Gómez, Viaje).

42.12k Están asimismo orientadas las preguntas precedidas de la conjunción conque, que suelen implicar censura en diversos grados. El que pregunta ¿No lo sabías? no orienta necesariamente la respuesta, pero el que elige la variante ¿Conque no lo sabías? expresa que su interlocutor poseía la información de la que se habla, y a la vez lo censura por ocultarla o por dar a entender lo contrario. A esta misma pauta corresponden los textos siguientes:

¿Conque el explosivo lo pusieron, según tú, la noche del día 20? Eso es casi imposible, por no decir que imposible del todo (Val, Hendaya); ¿Conque sobraba Carlota, eh? La que sobra en tus planes soy yo (Amestoy, Ederra); ¿Conque no venía para acá? ¿Y entonces adónde iba tan elegante? (Chamorro, Filos).

Otras veces, en cambio, el hablante hace expreso, al elegir conque en las preguntas retóricas, su sorpresa —agradable o desagradable— ante el descubrimiento reciente de alguna información:

¿Conque usted es el autor? (Uslar Pietri, Oficio); ¿Conque no os importa que yo me muera? (Vázquez, Á., Juanita Narboni); ¿Y los piojos? ¿Conque la golosina de las porteñas son los bichos que les sacan del pelo a sus hijos, grandísimo hijo de puta? (Vargas Llosa, Tía).

42.12l Favorece asimismo la interpretación orientada la perífrasis «ir a + infinitivo» (§ 28.8m):

¿Cómo lo voy a dejar solo… así como está? (Rovner, Sueños); ¿Cómo lo vas a recordar, si eso no ha sucedido nunca? (Buero, Diálogo); Eso dice la historia / pero ¿cómo lo vamos a saber nosotros? (Novo, Poesía); Me dolía venderlo, pero ¿qué iba a hacer yo con todo eso? (Vázquez Montalbán, Soledad); ¿Qué iban a hacer si les tocaran quinientos millones de la lotería (Siglo 15/5/1997).

También suelen estar orientadas hacia una respuesta negativa muchas interrogativas directas de infinitivo (§ 26.2f), aunque, tal como se indicó arriba, la respuesta positiva no se descarta en ellas necesariamente. La respuesta negativa es la que se sugiere normalmente en oraciones como ¿Para qué insistir?; ¿Cómo estar seguro?; ¿Qué decir en un momento así?; ¿Para qué molestarse?, o como las que contienen los textos siguientes:

¿Qué responder a semejante declaración? (Cabrera Infante, Habana); ¿Cómo saber la verdad? (Millás, Mujeres); ¿Cómo poner orden en ese caos perpetuo en el que le sumía su hermana una y otra vez? (Ferrero, Bélver).

42.12m Son asimismo retóricas, y están mucho más marcadas en relación con la respuesta que sugieren, las preguntas de o no formuladas con infinitivo que anticipan la respuesta negativa que el hablante da a continuación:

—¿Irme yo con él? —dijo el muchacho— […] No, señor, ni por pienso (Cervantes, Quijote I); ¿Coger los pinceles para producir testimonios de tu decadencia y tu ruina? Mierda, no (Vargas Llosa, Paraíso).

42.12n Otras oraciones interrogativas se usan a menudo en la interpretación orientada (en el sentido de opuesta a la polaridad que manifiestan: afirmativa > negativa; negativa > afirmativa), pero no rechazan la interpretación literal en determinados contextos. No se trata de modismos ni de expresiones enteramente acuñadas, pero sí de fórmulas semilexicalizadas que el hablante y el oyente raramente interpretan como preguntas abiertas:

¿Tienes idea de lo que cuesta esto?; ¿Adónde vas con ese traje?; ¿Cómo puede uno estar con esa persona?; ¿Por qué no me habré quedado en mi casa?; ¿Qué se puede esperar de una persona así?; ¿Qué te has creído que es este trabajo?; ¿Quién se podía haber imaginado que hoy estaríamos aquí?; ¿Te has dado cuenta de qué hora es?

Existen otras marcas que favorecen la interpretación retórica de las preguntas directas, como la fórmula «no sabes (o sabés) + interrogativa», la negación de un condicional (¿Qué no haría yo por ti?) o el futuro de conjetura (§ 23.14h y ss.). Es habitual en estas últimas interrogativas parciales que el que habla dé respuesta a su propia pregunta, en lugar de esperar la de su interlocutor: Cuando iba a alcanzar la orilla vi que un hombre surgía de entre los palmerales. ¿Quién dirás que era? ¡EL ZORRO! (Vázquez, Á., Juanita Narboni).

 

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