Sintaxis

46 Construcciones causales, finales e ilativas

46.5 Causales y finales del enunciado y de la enunciación

46.5a En la presente sección se distinguirán las subordinadas causales y finales que pertenecen al plano de la enunciación y son, por tanto, externas al predicado (recuérdense los § 46.3a y 46.3h y ss.) de las que corresponden al plano del enunciado, que son internas a él. Esta distinción se puede establecer asimismo en las condicionales y en las concesivas, como se explica en los § 47.4 y 47.12r y ss. Considérense en primer lugar las oraciones causales. La distinción entre los dos tipos de construcciones que se analizan en este apartado se pone claramente de manifiesto si se comparan estas dos secuencias: Llueve porque esta zona está cerca de la montaña y Llueve, porque la gente lleva paraguas. En el primer ejemplo puede entenderse que la cercanía de la montaña produce, o al menos favorece, el hecho de que llueva. En la segunda no se dice, por el contrario, que el que la gente lleve paraguas sea la causa de la lluvia. Aun así, la conjunción porque no deja de tener sentido causal en esta segunda oración, ya que el hecho de que la gente lleve paraguas se interpreta como la causa de que el hablante infiera y, por tanto, comunique que está lloviendo. Así pues, la primera oración contiene una subordinada causal que corresponde al enunciado —más exactamente al predicado verbal llover, puesto que esa acción es la que se justifica o se explica—, mientras que la segunda corresponde a la enunciación, de modo más preciso a un verbo tácito de lengua o de juicio que exprese el hecho mismo de emitir esas palabras o el de llegar a la conclusión que en ellas se presenta. Se obtiene también una subordinada de este tipo en: Seguramente decían la verdad; porque mi olfato no me engaña y mi olfato me advertía que era inocente (Egido, Corazón). De manera paralela a como sucede en el ejemplo anterior (Llueve porque…), en este último no se dice que el hecho de que a alguien no le engañe su olfato sea la causa de que otra persona diga la verdad, sino más bien la razón de que el hablante entienda o deduzca que ello es así.

46.5b La distinción que se acaba de introducir se reconoció desde antiguo en la tradición gramatical y se acuñaron diversos nombres para explicarla. Así, para algunos autores clásicos, las causales que aquí se han llamado del enunciado expresarían causas reales o materiales, y las que se han denominado de la enunciación designarían causas lógicas. Se reconoce hoy en día que esta nomenclatura presenta varias dificultades aplicada a los casos mencionados. La primera es que la oposición afecta igualmente, como se ha adelantado, a las subordinadas concesivas y a las condicionales, además de a un gran número de adverbios cuyo significado no está relacionado con la noción de ‘causa’ (§ 30.10 y 30.11). El segundo problema radica en que a las causas llamadas lógicas no siempre corresponde ese nombre en justicia, ya que no introducen necesariamente justificaciones que se infieran de principios racionales. No se perciben, por ejemplo, tales vínculos lógicos en ¿Qué hacen los niños? Porque están muy callados, ni tampoco en estas otras oraciones:

¿Tú no crees que vaya a venir algo después?, porque ahorita sí apachurraron el movimiento (Martín Campo, Carreteras); Y tú, ten cuidado, que tampoco estás bien de salud (Galdós, Tormento).

Se tiende, por ello, a pensar en la actualidad que el término tradicional causa lógica no es el más adecuado en la distinción que ahora se examina. Nótese que en la primera de estas últimas oraciones no se presenta la causa lógica de lo que se pregunta, sino más bien la razón por la que se formula esa cuestión. De forma análoga, en la segunda se justifica la recomendación que se introduce. En el § 42.1d se explica que las modalidades enunciativas pueden presentarse de varias formas, pero todas tienen en común el hecho de que a través de ellas el hablante realiza actos verbales, así como juicios o apreciaciones, sobre muy diversos estados de cosas. Se volverá sobre este punto en los § 46.5f y ss.

46.5c La conjunción porque es la más frecuente entre las conjunciones causales que corresponden al plano de la enunciación, pero no es la única. Se documentan también este tipo de subordinadas con dado que, puesto que y ya que, entre otras que se examinarán en los § 46.6h y ss. Si se entiende que las oraciones causales que pertenecen al plano de la enunciación contienen justificaciones del hecho mismo de emitir las informaciones que se aducen, se comprende mejor el que aparezcan en contextos en los que no se expresan solo conjeturas. Mediante estas subordinadas se justifican, como se ha explicado, las razones por las que se dice o se infiere algo, pero también se introduce la justificación de una amenaza o una imprecación, como en Cuando yo sea jefe de estudios, esto se va a acabar, porque ya está bien, o la razón por la que se formula un deseo: Hay gringos que en este pueblo no han llegado y ojalá no lleguen porque lo compran todo de una sola vez (Morón, Gallo). Se justifica una sugerencia o una petición en el ejemplo de Galdós citado en el § 46.5b (con causal de enunciación tras imperativo) y también en Como en Guatemala todo se copia, sería bueno que los clubes empezaran a organizarse de verdad (Siglo Veintiuno 7/10/1997). Se justifica, en cambio, una conjetura o una deducción en El ascensor no funciona, porque la gente sube a pie, o Polo, Henri, Iroco y otros dos muchachos que no conozco están contando chistes obscenos seguramente, pues no han dejado de reír desde que se juntaron (Martín Campo, Carreteras).

46.5d Las causales de la enunciación que preceden o siguen a las oraciones interrogativas admiten varias interpretaciones, Así, la oración causal que aparece en ¿Hace frío fuera? Porque los veo a ustedes muy abrigados, introduce la justificación de que alguien haga cierta pregunta, no la causa de que alguien tenga frío. En cambio, en las oraciones siguientes, las preguntas se interpretan como sugerencias, y las causales que las preceden como justificaciones del que habla para introducirlas:

Ya que nadie da órdenes, ¿por qué no empezamos a darlas nosotros, que sabemos? (Martínez, Perón); Puesto que todavía tienes edad para ello, ¿por qué no te matriculas en Medicina? (Laín Entralgo, Descargo).

46.5e Como se ha señalado, suele entenderse que las causales de la enunciación dependen de un verbo implícito en primera persona que se corresponde con el acto de habla justificado. No obstante, cuando se omite un imperativo del tipo de dime o dígame, se hace referencia a la segunda persona, en lugar de a la primera. No existe pleno acuerdo entre los gramáticos sobre la forma de dar cabida al verbo omitido en el análisis sintáctico. Unas veces, el verbo tácito es de lengua (afirmo, digo, ordeno, pido, pregunto), otras de juicio (deduzco, infiero) y otras puede corresponder a ciertos tipos de actitud proposicional (deseo), como en el ejemplo de Morón del § 46.5c. Como se verá más adelante, las causales explicativas (§ 46.6) están relacionadas con las causales de la enunciación, pero no son por completo equivalentes a ellas.

46.5f Dadas las características semánticas de las oraciones descritas, no sorprende que sean tan habituales las alternancias entre la presencia y la ausencia de los verbos de lengua en estas construcciones. Llama la atención, de hecho, la elevada frecuencia de fórmulas como Te lo digo porque…; Lo digo porque… y otras similares tanto en la lengua oral como en la escrita. Con ellas se retoma explícitamente el contenido que se acaba de presentar y se justifica la razón de que haya sido enunciado. Al aparecer explícito el verbo de dicción como predicado, la oración resultante se asimila a las causales del enunciado:

¿Y qué hace durante el insomnio? ¿Aprovecha para trabajar más? Es mejor que se lo tome con calma, se lo digo porque yo lo padezco a veces (Marías, J., Batalla); —Dice que, a pesar de sus años y sus quilitos, es usted la mujer más tentadora de Talara. —Lo digo porque lo creo —susurró el Teniente Silva, poniendo cara de conquistador (Vargas Llosa, Palomino Molero); Yo no quería ir ni en pedo. Y te lo digo porque sin duda ya habrá habido alguno que te haya venido con el cuento (Fontanarrosa, Mesa); —Señor Delley, no sé qué hace, pero ahí dentro huele tanto a whisky que como encienda una cerilla saltará todo el edificio por los aires. Se lo digo porque sé de dónde saca el señor Molloy ese brebaje (Trapiello, Amigos).

46.5g La distinción que se introdujo en los apartados anteriores se aplica asimismo a las oraciones finales. La subordinada final puede explicar el propósito de la acción que se menciona, como en Trabaja para ganar dinero (subordinada del enunciado), o bien manifestar la razón que justifica la afirmación misma (subordinada de la enunciación). Entre estas últimas, son muy habituales las que se dirigen a algún interlocutor:

Vale más que tú, para que sepas (Adoum, Ciudad); Mira, es más pequeña que yo, para que veas, ¿eh? (Sánchez Ferlosio, Jarama); Aquí nadie sabe nada de esos países ni de esa guerra, para que luego diga que las noticias llegan a todas partes (Landero, Juegos).

Así, una paráfrasis natural de la expresión subrayada en el primer texto podría ser Lo digo para que lo sepas. Se obtienen paráfrasis similares en los demás casos.

46.5h En las subordinadas finales que pertenecen al plano de la enunciación son muy frecuentes las fórmulas metalingüísticas en las que el que habla expresa su propósito de ser breve, de no cansar a su interlocutor o a su público, o su deseo de expresarse con precisión:

Me interesa puntualizar, para ser exactos, que no debe juzgarse solamente al cine en ese sentido (Évora, Tomás); Al día siguiente, para no hacerles el cuento largo, como todo lo teníamos que decir en confesión, las madres se enteraron de aquello (González, E., Dios); Para terminar, en Italia hubo una voluntad autárquica en lo económico, una política cultural e incluso un arte fascista y un deseo imperialista (Tusell, Historia); Para no extenderme, permítanme una reflexión más: Saravia regresa de la revolución federalista de Brasil (Enfoques 14/8/2005); Así de sencillo. ¿Para qué darle más vueltas? (Zarraluki, Historia); El último punto que trató el señor Senador, y para no alargarme más en el uso del tiempo, fue el correspondiente a qué acciones tomaremos para impulsar el diálogo (Senado [Méx.] 25/9/1998).

46.5i Como sucedía en las oraciones causales, también se construyen estas subordinadas finales con mención expresa —en lugar de tácita— de un verbo de lengua, generalmente decir. Al estar presente el verbo de lengua, las subordinadas pasan a interpretarse como finales del enunciado:

Para ahorrarnos tiempo te diré que hubo hace años un tormentoso idilio y que subsistía ahora una buena y algo tediosa amistad (Mendoza, Laberinto); Para no entrar en detalles, digamos que es la hermana de Huberto Naranjo (Allende, Eva).

Repárese en que en el primer caso podría haberse dicho Para ahorrarnos tiempo, hubo hace años… y, en el segundo, Para no entrar en detalles, es la hermana de Huberto Naranjo.

 

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