Sintaxis

34 El complemento directo. Transitividad e intransitividad

34.8 El complemento directo preposicional (I). Nombres y pronombres. Complementos de persona y de cosa personificada

34.8a El complemento directo puede ir encabezado por la preposición a. En documentos latinos de la época preliteraria española aparece con frecuencia la preposición ad con acusativos de persona, por confusión con el dativo. Se marca así la persona que se ve afectada por la acción o resulta implicada en ella. El romance heredó esta confusión vacilante de los dos casos latinos, y ya en la época arcaica se encuentran ejemplos de ella: Veré a la mugier a todo mio solaz (Cid). En la Edad Moderna se halla muy generalizada la tendencia a construir con la preposición a los complementos directos de persona, y sin preposición, como en latín, los de cosa. Existen, sin embargo, numerosos casos de alternancia, y también de vacilación, como se explicará en esta sección y en las siguientes.

34.8b La construcción «ad + acusativo» cobró auge en el latín vulgar y se extendió a los complementos indirectos, primero pronominales (ad mihi por mihi) y más tarde también nominales. Algunos usos de a ante complementos directos de persona recuerdan hoy a los complementos indirectos en algunos de sus rasgos, como se explicará en los § 34.10b, c. Entre los varios factores que contribuyeron a la expansión de la construcción «ad + acusativo» está el hecho de que ciertos verbos latinos que regían dativo (entre otros, auxiliāri y servīre) pasaran a usarse como transitivos en español, régimen que otros verbos pudieron seguir por analogía. Otras características del romance, resultado de la evolución del latín, pudieron tener asimismo influencia variable: la indistinción entre los pronombres átonos de acusativo y de dativo para la primera y segunda persona, así como la conveniencia o la necesidad de diferenciar el sujeto y el objeto directo en posiciones posverbales. Desde muy temprano, el uso de la preposición fue mayoritario con los complementos directos animados, fundamentalmente de persona, si bien se registra también con complementos directos inanimados, entre los que destacan los de lugar (§ 34.8q).

34.8c Existe una relación estrecha entre el acusativo preposicional y las construcciones de tópico inicial que se suelen denominar dislocadas34.2e y 40.3). En efecto, si se intenta topicalizar el complemento directo de la oración Las intuiciones preceden siempre los descubrimientos, se obtendrá la variante A los descubrimientos los preceden siempre las intuiciones, es decir, una oración que contiene una preposición que no estaba presente en la oración considerada. La variante que carece de preposición es agramatical en la lengua de hoy: *Los descubrimientos los preceden siempre las intuiciones. Se obtiene una diferencia similar al comparar Expulsaron hace poco (a) dos profesores con A dos profesores, los expulsaron hace poco, donde no es posible omitir la preposición. En el español rioplatense cobra particular relevancia esta diferencia, ya que en esa variedad lingüística se permite que en las construcciones dislocadas aparezca la preposición ante sustantivos que no la admiten en otros contextos, salvo en los casos de doblado que se analizan en el § 16.14r. Ello da lugar a contrastes como (A) estos libros hay que colocarlos en la estantería ~ Hay que colocar (*a) estos libros en la estantería, o como A la montaña yo no la podía ver desde allí ~ Yo no podía ver (*a) la montaña desde allí. Algunos gramáticos entienden que la preposición a ejerce en el interior del grupo verbal un papel relativamente similar al que pone de manifiesto en las construcciones dislocadas que se han mencionado. Se retomará esta relación en el § 34.10j.

34.8d La presencia de la preposición es obligada en ciertos contextos, está excluida en algunos y es potestativa en otros, unas veces con cambios de sentido apreciables y otras con solo una leve diferencia de significado. Los factores que intervienen en todos estos contrastes son varios, especialmente la naturaleza personal o no personal del complemento directo (animacidad), la medida en que los nombres que designan cosas pueden asimilarse a los que denotan personas en ciertos contextos (personificación) o el hecho de que el grupo nominal lleve o no determinante (definitud). Importa asimismo el que dicho grupo nominal reciba o no interpretación específica, es decir, el que aluda o no a personas o cosas particulares que el hablante o el oyente pueden identificar. Aun así, este factor (especificidad) se ha puesto en tela de juicio con argumentos de peso, como se verá en los § 34.9e y ss. Es igualmente pertinente la interpretación agentiva que pueda atribuirse al sujeto, que suele estar en función de la clase semántica a la que pertenezca el verbo transitivo. Como se verá, a esos factores se añaden otras variables de menor estabilidad que están en función del contexto o de la situación.

34.8e Algunos gramáticos han establecido diversas jerarquías de factores que permiten evaluar la prominencia de cada uno de ellos cuando son varios los que concurren. Así, resulta inusitado que un nombre propio de persona en función de objeto directo se construya sin la preposición a: Vi a Beatriz ~ *Vi Beatriz. Se ha observado que los contrastes entre presencia y ausencia de preposición son regulares en español desde los textos más antiguos, por lo que este factor (nombre propio de persona) ocupa el lugar más alto en la mayor parte de las jerarquías a las que se hace referencia. Las oscilaciones se detectan ya en la lengua medieval con los grupos nominales formados con nombres comunes, pero también con los nombres de lugar, como se verá más adelante. En la lengua actual es posible construir grupos nominales de persona sin la preposición a en la función de objeto directo, como en Nunca había visto unas niñas tan bonitas como sus dos primas, Cuquita y Abrahanita (González, E., Dios). A su vez, la elección del verbo ver en esta secuencia es también un factor relevante, como se explicará en el § 34.10j. No existe una jerarquía de factores que sea hoy aceptada de forma general por todos los gramáticos, sino más bien un conjunto de ellos que se suelen considerar pertinentes en diversa medida.

34.8f Aparece sistemáticamente la preposición a ante los pronombres personales tónicos, los interrogativos, los exclamativos, los relativos y algunos indefinidos si denotan personas y ejercen la función de objeto directo. Los pronombres personales tónicos que ejercen esa función aparecen siempre en construcciones de doblado o de duplicación pronominal, como se explica en el § 16.14f. Se obtienen así contrastes como La vi a ella ~ *Vi a ella ~ *Vi ella ~ La vi. La segunda opción no era anómala en castellano antiguo, como se explica en ese mismo apartado. La anomalía de la tercera variante es análoga a la de *Vimos ustedes; *Saludarán nosotros y otras muchas oraciones similares que ponen de manifiesto el hecho de que el verbo no puede marcar directamente a los pronombres personales como complementos suyos. En el § 16.2e se registran algunas excepciones, como Dijo ello en el español del Perú. No son construcciones de doblado o de duplicación pronominal secuencias como Me presentaron a ella. La expresión subrayada no concuerda con me (complemento directo) y constituye un complemento de régimen. Las diferencias con la variante Me la presentaron se analizan en los § 16.11e, 16.14i y 35.8r, s. Cuando los pronombres personales tónicos en función de objeto directo se coordinan con grupos nominales, se reproduce la preposición en los dos miembros de la coordinación, como en Obedecí y la cámara empezó a recular mientras nos filmaba a mí y al antedespacho por el que pasé la vista (Díaz Martínez, Piel).

34.8g Los pronombres indefinidos que denotan personas exigen igualmente la presencia de la preposición a: A nadie obligaremos ~ No obligaremos a nadie ~ *No obligaremos nadie. Sobre la variante agramatical *Obligaremos a nadie, véase el § 48.3. Son excepción los indefinidos uno, alguien y alguno (raramente los demás) en los complementos de ciertos verbos, como en Nunca he visto alguien así (Paz Soldán, Materia) o en Aureliano Segundo quitó el candado buscando alguien con quien conversar (García Márquez, Cien años). Los interrogativos y los exclamativos exigen la preposición. Dan lugar, por tanto, a contrastes como ¿A quién buscan ustedes? ~ *¿Quién buscan ustedes? Se ilustran a continuación las construcciones mencionadas en este apartado y en el precedente. Se subraya la secuencia «a + pronombre»:

Solo os tengo a vosotros, y a mamá (Vázquez, Á., Juanita Narboni); Además, a quién van a engañar, si no hay nadie más en la calle (Adoum, Ciudad); Aún no ha llamado a nadie (Obligado, C., Salsa); Matar a cualquiera, no. Acabar con un tirano, sí (Vargas Llosa, Fiesta); Viejo necio, viejo necio, me carcajeé sordamente sin aclararme a cuál de los dos ilustres líricos insultaba (Conget, Mujeres).

34.8h El relativo quien se asimila al interrogativo quién, como en Solo podemos medir el dolor por la pérdida de alguien a quien amamos o conocimos (País [Esp.] 9/1/1997). No constituyen excepción oraciones como No encuentro quien me ayude, puesto que en este caso es la relativa sin antecedente expreso, no el pronombre relativo quien, la unidad que desempeña la función de complemento directo. Cuando el relativo que se refiere a personas y ejerce la función de objeto directo, es incompatible con la preposición a: las personas {que ~ *a que ~ a las que} amamos. Sobre esta propiedad, véase el § 44.2ñ. Los relativos complejos el que/la que/los que/las que se asimilan a los que incorporan léxicamente el antecedente (quien, quienes) en que requieren la preposición si se refieren a personas y ejercen la función de objeto directo, lo que da lugar a contrastes como Luis es la persona {a la que ~ *la que ~ que} vi.

34.8i La preposición a aparece de forma característica cuando el objeto directo nominal designa una o varias personas y es definido. Es, pues, necesaria en He visto a tu hermano, y se rechaza en He visto tu paraguas. Por ello, no sería posible eliminar la preposición a que aparece en los textos siguientes, construidos con grupos nominales definidos:

Ya comprenderéis que aborrecía a los hombres (Lugones, Fuerzas); Sabía que la gracia física y la posición de su sobrino no dejarían de tentar a las vecinas duchas (Mujica Lainez, Aquí); Miró a su protector con ojos llorosos (Grandes, Edades).

Se ha observado que la lengua medieval y la clásica no seguían tan claramente esta pauta:

En braços tenedes mis fijas, tan blancas commo el sol (Cid); No disgustemos mi abuela (Lope Vega, Fuerza); Llegó a Ávila con harto deseo de conocer la Madre Teresa de Jesús (Yepes, Santa Teresa); Dice el texto sagrado que acusaron los escribas fariseos la mujer adúltera (Quevedo, Política).

En contextos muy restringidos, esta pauta es posible también en la lengua actual, como se explica en los apartados siguientes.

34.8j Los nombres propios de persona que se usan metonímicamente suelen mantener la preposición, como cuando se habla del autor para hacer referencia a su obra: traducir a Platón, interpretar a Haydn, leer a Cervantes. No obstante, en el lenguaje especializado de la música clásica es habitual omitir la preposición en los complementos directos de tocar, interpretar, dirigir y otros verbos similares cuando se designa la obra por medio de su compositor, como en tocar Mozart, dirigir Beethoven o interpretar Wagner: Ha retomado la polémica originada cuando su orquesta trató de interpretar Wagner y la opinión pública se opuso (Mundo [Esp.] 9/2/1994). No se emplea, en cambio, la preposición cuando el nombre propio se usa como común para designar la obra de algún artista particular, como en Subastaron ese Picasso (en lugar de a ese Picasso) por cien mil dólares.

34.8k Los nombres de persona se usan a veces sin preposición en la función de objeto directo cuando designan tipos de individuos. Ilustran esta construcción los textos siguientes, creados a partir de grupos nominales definidos:

Al comparar los niños del sector público (Grupo 1) con los de centros privados (Grupo 2), se comprobó una diferencia significativa en la seroprevalencia de ambos grupos (Médica Uruguay 8/2001); Mitrione prefería los borrachitos a los presos políticos (Chavarría, Rojo); ¿Quién elige los jugadores que hay que fichar? (Vanguardia [Esp.] 16/6/1995); Baja con el teléfono portátil pegado a la oreja, garabateando notas mientras toma la primera de sus tres tazas de café antes de llevar los niños a la escuela (Santiago, Sueño); Cuando ellos eran pequeños iban al “cine” como estos chiquillos, y de las películas tomaban sus héroes y sus malvados (Laforet, Llamada).

Estas oraciones admiten variantes con la preposición, pero en casi todos los casos su ausencia permite expresar más nítidamente que se habla de clases o de grupos particulares de personas. No se admitirían, en cambio, variantes como *… antes de llevar su hijo a la escuela, que no son compatibles con esta interpretación. Se ha observado en varios estudios que la interpretación de tipo estaba mucho menos restringida en la lengua antigua de lo que lo está en la contemporánea.

34.8l La interpretación de tipo no puede disociarse por completo de la naturaleza léxica del verbo transitivo al que complementa el objeto directo. Dos de los ejemplos citados en el apartado anterior están construidos con los verbos preferir y elegir. Estos verbos, de interpretación prospectiva, pertenecen al grupo de los llamados intensionales (§ 15.10, 25.2l y 34.10j), que se caracterizan por inducir la interpretación inespecífica de los grupos nominales indefinidos. En los § 37.5d, p se explica que se usa el pronombre qué, y no quién, en contrastes como Se equivocó de médico > ¿De {qué ~ *quién} se equivocó? o en Julieta cambió de novio > ¿De {qué ~ *quién} cambió Julieta?, ya que los sustantivos a los que el pronombre sustituye no designan propiamente personas, sino clases o tipos de entidades.

34.8m Los verbos designar, elegir, nombrar, votar y otros similares admiten alternancias de presencia/ausencia de preposición, puesto que su complemento directo puede designar un individuo (elegir al próximo presidente), pero también un cargo, un puesto o una dignidad: Se le anularon aproximadamente 35000 votos disminuyendo su representación en el congreso que deberá elegir el próximo presidente de la república después que ningún candidato alcanzó la mayoría absoluta en los comicios generales (Universal [Ven.] 6/4/1999). En el § 41.11 se explica que, con estos mismos verbos, tales grupos nominales pueden ser sujetos pacientes en las oraciones pasivas reflejas, como en Celebró el martes por la noche su reunión anual de membresía en donde se eligieron los nuevos oficiales de dicha organización (Américas 26/2/1997), es decir, ‘fueron elegidos’. Como allí se observa, raramente pueden desempeñar esta función los grupos nominales definidos de persona. La oración Se asesinaron no significa, en efecto, ‘Fueron asesinados’ en el español actual.

34.8n Es más raro que los grupos nominales en singular en función de objeto directo se construyan sin preposición en la interpretación de tipo, como sucede en Estoy buscando la mujer de mi vida (Nación [Arg.] 11/7/1992), donde se habla de buscar cierto tipo de mujer, no un individuo particular. Favorecen esta interpretación los adjetivos adecuado, ideal, modélico o perfecto, así como los superlativos, entre otros elementos similares que destacan por su capacidad para construir arquetipos. Se obtienen así oraciones como Es imposible encontrar el político perfecto; Hay que elegir la persona más adecuada o La capacidad para encontrar el hombre mejor situado y la buena mano de casi todos sus jugadores son dignas de admiración (País [Esp.] 27/6/1997). Se registran algunas excepciones. El grupo nominal definido subrayado en El húngaro Lorenzo le robó la mujer al comerciante a quien había amenazado el coronel y se escapó con ella (Cela, Cristo) no designa un tipo de persona, sino un individuo particular. Puede influir en la ausencia de preposición el hecho de que el dativo simpatético fuerce la interpretación de posesión alienable35.7g y ss.), con la consiguiente despersonificación del complemento directo.

34.8ñ Cabe relacionar también la llamada interpretación de tipo con el hecho de que algunos verbos transitivos de causación, de forma destacada causar, dejar, ocasionar y producir, admitan complementos directos de persona (en la acepción pertinente aquí), pero rechacen marcadamente la preposición a, como en La crisis produjo {muchos desocupados ~ *a muchos desocupados}; El huracán dejó {veinte muertos ~ *a veinte muertos} —se descarta la interpretación de muertos como complemento predicativo— o en Un automóvil gris […] va ocupado por fascistas que atacan a tiros a nuestra gente y han causado varias víctimas (Leguina, Nombre), donde se rechazaría como agramatical la variante *a varias víctimas. Repárese en que en estos casos se formulan preguntas con el pronombre qué (—¿Qué produjo la crisis? —Muchos desocupados), no con el pronombre quién. En otras acepciones de estos mismos predicados, no pertinentes aquí, se admite el complemento directo preposicional con naturalidad, como en provocar a la policía (‘incitarla, inducirla a actuar’). Así pues, los objetos directos de persona en causar heridos, producir licenciados u ocasionar muertos denotan ‘lo causado’, ‘lo producido’ y ‘lo ocasionado’, pero no designan a los individuos sobre los que se ejercen dichas acciones, sino más bien la clase de entidades a las que pertenecen. Se coordinan, pues, con naturalidad con complementos no personales, como en El huracán causó inundaciones, derrumbamientos y algunos muertos. El marcado rechazo de la preposición a en estos contextos puede relacionarse también con la llamada interpretación proposicional de los grupos nominales, según la cual varios muertos en El temporal causó varios muertos significaría aproximadamente ‘que hubiera varios muertos’. Se trata de la interpretación característica de alternancias como Es necesario {un acuerdo ~ que haya un acuerdo} y otras similares que se analizan en los § 43.1d y ss. y 43.8c y ss.

34.8o La preposición a es obligada con los nombres propios de animales: Cuando, de vuelta del cortijo, fui a ver a Platero, me lo encontré mustio y doloroso (Jiménez, Platero). Por su parte, los comunes se asimilan a los de persona en muchos contextos, sobre todo si se trata de animales domésticos: Y así como quien regresa al hogar y no encuentra a su gato y lo busca con angustia por las calles del barrio […] (Jodorowsky, Pájaro). Estos mismos sustantivos aparecen sin preposición en grupos nominales definidos en las construcciones de complemento indirecto a las que se hizo referencia al final del § 34.8n, como en El niño al que le habían matado el perro por disposición del alcalde, que no podía tolerar la mierda salvo en los presupuestos municipales (Alonso, Supremísimo). Los nombres de animales admiten, no obstante, la ausencia de preposición en contextos en los que difícilmente la aceptaría un complemento directo humano, como en Bajó del vagón y vio el pájaro con mayor nitidez (Díez, Oscurecer). La presencia o la ausencia de la preposición con estos sustantivos puede depender de la cercanía afectiva que el hablante establezca respecto del animal designado, lo que (indirectamente) implica dar mayor o menor relevancia al rasgo de animacidad.

34.8p Se personifican a menudo los nombres de empresas, corporaciones, instituciones y otras muchas agrupaciones de personas que, tal como se vio en el § 12.4ñ, se pueden asimilar a los nombres colectivos: colegio, compañía, consejo, empresa, junta, sindicato, etc. No sorprende, pues, la presencia de la preposición a en estos casos, especialmente si el verbo expresa una acción que suele ejercerse sobre entidades animadas:

Si yo defiendo a una empresa tildaré como primer argumento que los otros defienden a la empresa contraria (Tiempos 5/9/2000); Puede entonces criticárseles, primero, porque muchos hubiesen querido que el Procurador tuviese posturas sectarias, que favoreciese a la guerrilla o al Gobierno, a los sindicatos o a los partidos (Hora 19/3/1997); Además, Juana criticó a la justicia por haber dejado en libertad a su hermano (Tercera 26/11/2004); Por ese motivo la dictadura militar clausuró al diario de Timerman por tres días (Mignone, Iglesia).

Solo pueden considerarse colectivos en un sentido más amplio sustantivos como ciudad, región o naturaleza. Como antes, el que el verbo transitivo se construya con naturalidad generalmente con objetos directos de persona favorece el proceso de personificación:

La guerrilla guasca amenazaba a la ciudad desde la montaña (Britton, Siglo); No es posible dejar avanzar el mal, habiendo Dios dotado a la naturaleza de tantos remedios (Lira, Medicina).

Se obtienen resultados análogos con abastecer, alimentar y otros verbos similares.

34.8q En la lengua antigua se registran numerosas alternancias de presencia o ausencia de preposición a con los topónimos. He aquí algunos de esos contrastes:

Plegaronse grandes poderes d’aca mar et venieron conquerir a Valencia (Corónicas); —¡El Criador lo mande! Si non, dexaremos Burgos, irlo hemos buscar (Cid); Acordo de çercar a Toledo e assy lo fizo (López Ayala, Crónica).

En el español contemporáneo se prefiere En nuestra excursión visitaremos Sevilla a … visitaremos a Sevilla, como en Tenía previsto visitar Sevilla y Madrid (ABC 13/10/1997). Se prefiere igualmente No pude ver Buenos Aires a No pude ver a Buenos Aires. Todavía la Gramática académica de 1931 recomendaba evitar Dejé Valencia y prescribía Dejé a Valencia, pero se trata de una opción que el español común no ha seguido. Aun así, la lengua literaria de los dos últimos siglos muestra no pocos ejemplos con a. Se recogen a continuación algunos de ellos:

En una de las colinas te volviste, Luciano, para ver a Londres iluminado (Otero, L., Temporada); El francés Augusto Le Moyne, quien conoció a Bogotá en 1829, y el norteamericano Stewart, quien arribó a ella en 1836, señalaron por su parte el aspecto triste y desolador que presentaba la ciudad (Puyo, Bogotá); […] aunque haya visitado a París, como casi todo el mundo (Pardo Bazán, Cuestión); También Cosme Vila abandonó a Gerona en compañía de su mujer, su hijo y sus suegros (Gironella, Millón).

34.8r Se asimilan a los nombres de persona otros muchos que designan cosas personificadas, como en los textos siguientes:

Dyonisios regresó al ataúd y llamó a la muerte con una persuasión sincera (García Hortelano, Cuento); Me eché a llorar y le abracé, pero no te puedes imaginar qué sufrimiento, Valen, porque durante varios minutos era como si abrazase a un árbol o a una roca (Delibes, Mario); Al igual que los remos de las traineras que acudieron a recibir al Rainbow Warrior y algunos veleros (Mundo [Esp.] 9/12/2002).

En el primero de estos ejemplos, la muerte adquiere las propiedades de una fuerza o un ser personal; en el segundo se habla de abrazar cosas inmateriales, pero comparándolas con las personas; en el último de estos ejemplos influye en la presencia de la preposición la interpretación metonímica (§ 34.8j), ya que se alude indirectamente a los que viajan en cierto barco.

34.8s Como se ha explicado, los procesos de personificación suelen tener lugar con predicados que se construyen de forma característica con objetos directos de persona (llamar, abrazar y recibir en los últimos textos citados). Estos predicados son los que con mayor frecuencia dan lugar a contrastes de «presencia–ausencia» de preposición, como amar Italia ~ amar a Italia (con topónimos); adorar el sol ~ adorar al sol (en la interpretación de ‘darle culto’) y otros muchos semejantes: ¿Cómo no iba a odiar al otoño? (Clarín 22/3/1979). La presencia de la preposición con los sustantivos que designan cosas personificadas es frecuente cuando los verbos implican la formación de juicios de valor relativos a la supuesta responsabilidad de alguien: acusar, culpar, excusar, inculpar, juzgar, perdonar, etc., como en acusar a la tormenta de un naufragio o en los textos siguientes:

Se culpó a la corriente del Niño por el virtual colapso de la industria pesquera (Expreso [Perú] 22/4/1990); Bajo las diatribas y condenas de tipo moralista con que España juzgaba a aquel país tachado de frívolo, latía el resentimiento con que siempre han mirado los pobres a los ricos (Martín Gaite, Usos); Por consiguiente, antes de haber acusado a la ciencia árabe de su falta de originalidad habría que haber comparado esta con la de aquellos pueblos que la precedieron (Vernet, Originalidad).

Se observa mayor alternancia, con preferencia por la presencia de la preposición, con los verbos amenazar, derrotar, vencer y otros similares que implican la existencia de un adversario, por tanto de voluntad o de intención en quien se enfrenta a alguien, como en El deseo de aventuras venció a la pereza o en El viejo ha derrotado a la soledad (Sampedro, Sonrisa). Cabe establecer otros grupos de verbos similares a estos que expresan igualmente acciones que suelen implicar la existencia de atributos superiores en el paciente o en el destinatario.

34.8t La personificación de los sustantivos está a menudo determinada por su propio significado. Así, puede emplearse el grupo nominal el planeta para designar cierto astro, por lo que se espera que se use sin preposición en grupos verbales como invadir el planeta. Pero ese mismo grupo nominal puede designar el conjunto de los habitantes de la Tierra. Resulta, pues, natural que se utilice a en secuencias como […] el Movimiento Electrónico que sacude al planeta en la actualidad (Paréntesis 25/5/2003). También se registra la preposición (en alternancia con su ausencia) cuando los sustantivos cabeza, cara, rostro, cerebro, cuerpo, alma y otros semejantes se emplean para hacer referencia a los individuos, no solo a algunos de sus elementos constitutivos, lo que representa otra forma de interpretación metonímica:

Prefiero morirme de hambre que alimentar a una cabeza que no es la mía (Paso, F., Palinuro); Nada es tan capaz como él de mantener a un alma buena en el camino del deber (ABC 2/10/1986); Y eso es lo más erótico del mundo: imaginar a un cuerpo, querer a un cuerpo sin que sirva para reproducir a otro cuerpo (Fuentes, Cristóbal); Estaba ahí, en la barra del palco de autoridades del Barcelona observando el movimiento de tantas personalidades del mundo del fútbol y también del mundo de la política, todas para él desconocidas. Hasta que vio a una cara conocida (Vanguardia [Esp.] 2/3/1995).

 

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