Sintaxis

42 La modalidad. Los actos de habla. Construcciones imperativas, interrogativas y exclamativas

42.13 La exclamación (I). Grupos sintácticos exclamativos. Las expresiones vocativas

42.13a En el § 32.2a se introdujo una clasificación de los enunciados exclamativos. Estas expresiones se dividieron allí en interjecciones (¡Caray!), locuciones interjectivas (¡Ni modo!), grupos sintácticos interjectivos (¡Caramba con el muchachito!), onomatopeyas (¡Cataplum!), grupos exclamativos (¡Menuda suerte!), oraciones exclamativas (¡Qué rápido va!) y vocativos (Acérquese, señora). Se analizaron allí las interjecciones, las locuciones interjectivas, las onomatopeyas y los grupos interjectivos. Restan, pues, tres unidades de ese paradigma: los grupos exclamativos, las expresiones vocativas y las oraciones exclamativas.

42.13b Los grupos exclamativos son secuencias de palabras menores que una oración que pueden emplearse como enunciados independientes. No aparecen en los diccionarios porque se construyen con recursos sintácticos, a diferencia de las locuciones interjectivas. Los grupos exclamativos pueden usarse aislados (¡Qué bien!; ¡Cuánto tiempo!) o insertados en oraciones exclamativas (¡Qué bien se portó!; ¡Cuánto tiempo hacía que no nos veíamos!), es decir, pueden constituir enunciados por sí solos o bien formar parte de enunciados más complejos. Aun así, es posible interpretar algunos de los grupos exclamativos como resultado de procesos de elipsis, como en ¡Qué buen tiempo (hace)! o en ¡Qué torpe (soy)! Los grupos exclamativos se clasifican en función de la clase de palabras en torno a la que se forman:

 constituidos con palabras exclamativasconstituidos sin palabras exclamativas
grupos exclamativos nominales 1. ¡Qué maravilla!; ¡Vaya día! 5. ¡Magnífico partido!; ¡Buena broma!
grupos exclamativos adjetivales 2. ¡Qué lindo!; ¡Cuán inútil! 6. ¡Demasiado caro!; ¡Muy curioso!
grupos exclamativos adverbiales 3. ¡Cuán lejos!; ¡Qué cerquita! 7. ¡Más afuera!; ¡No tan deprisa!
grupos exclamativos verbales (formas no personales) 4. ¡Cuánto trabajar la tierra!; ¡Cuán olvidado de todos! 8. ¡Bien hecho!; ¡Formando filas!; ¡Darme ese disgusto a mí!

A estas construcciones exclamativas se pueden añadir los grupos preposicionales estudiados en los § 42.2o, p y 42.5s, que, aunque poseen valor desiderativo o exhortativo, se asimilan entonativamente a los exclamativos. Los grupos exclamativos que corresponden a los tipos 1 a 4 se construyen a partir de los determinantes y los adverbios exclamativos, cuyas propiedades se analizan en los § 22.13-16. Una diferencia relevante entre estos grupos exclamativos y los correspondientes interrogativos es el hecho de que los últimos requieren de un contexto lingüístico que los primeros pueden no necesitar. En efecto, las preguntas ¿Qué paisaje? o ¿Cuatro mil dólares? pueden tener sentido en el interior de cierto diálogo, en función de las condiciones gramaticales y discursivas que se analizaron en las secciones precedentes. Por el contrario, las exclamaciones ¡Qué paisaje! o ¡Cuatro mil dólares! pueden ser interpretadas en un conjunto más amplio de contextos como reacciones del hablante ante palabras o ante situaciones. Se retomará esta cuestión en el § 42.13o.

42.13c Aunque, en sentido estricto, vaya no forma parte del paradigma al que pertenecen qué, cuán o cuánto, se asimila a los determinantes exclamativos, ya que modifica a los nombres como otros miembros de esta clase de palabras. Vaya incide, pues, sobre los sustantivos y sus grupos sintácticos, construidos en singular o en plural, y da lugar a otros que denotan elogio, menosprecio, contrariedad y otras significaciones de sentido igualmente extremo. Su interpretación está en función del sustantivo al que vaya modifique, pero también de la situación o del contexto:

Se oía el ruido de algo que caía desde lo alto del árbol haciéndole exclamar: “¡Vaya fruta!” (Asturias, Maladrón); ¿Se puede reducir todo a decir que es un conflicto generacional? ¡Vaya tontería! (Aguinis, Cruz); Se ha vestido lo de atrás por delante, y lo del pecho a la espalda. ¡Vaya broma! (Irizarry, Teoría).

Confirma el uso de vaya como determinante el que forme términos de preposición junto con el sustantivo sobre el que incide: ¡En vaya líos me mete usted! (Vázquez Montalbán, Soledad). Alternan, no obstante, «vaya + sustantivo» y «vaya un + sustantivo» (como ¡Vaya lío! y ¡Vaya un lío!). Esta alternancia es similar a la que se da en otras lenguas con determinantes exclamativos (ingl. What day! ~ What a day!). Véanse también, en relación con vaya, los § 42.15f, k y ss.

42.13d Se forman asimismo grupos nominales con los exclamativos qué (¡Qué macana!; ¡Qué calor!; ¡Qué desgracia!) y cuánto, con sus variantes de género y número (¡Cuánto dinero!; ¡Cuántas ocasiones desperdiciadas!; ¡Cuánta generosidad por su parte!). Equivalen qué y cuánto en estas expresiones construidas con unos nombres no contables (¡Qué calor!=¡Cuánto calor!), pero no con otros (¡Qué aceite!≠¡Cuánto aceite!). Las diferencias entre estos dos grupos de sustantivos se analizan en los § 22.13k-t. Frente a otras lenguas, el español forma numerosos grupos nominales exclamativos con la pauta «qué + nombre de impresión o de emoción»: ¡Qué hambre!; ¡Qué frío!; ¡Qué dolor! A este numeroso paradigma pertenecen los siguientes sustantivos, entre otros muchos:

aburrimiento, agobio, alegría, asco, calor, cansancio, desesperación, felicidad, gusto, incertidumbre, miedo, pena, picor, placer, preocupación, rabia, risa, satisfacción, sed, sorpresa, sueño, tristeza.

La pauta que corresponde a ¡Qué maravilla de partido! o ¡Qué espanto de película! se analiza en el § 12.14. Están parcialmente lexicalizados los grupos sintácticos exclamativos ¡Qué diablos!; ¡Qué narices!; ¡Qué caramba!; ¡Qué gaitas!; ¡Qué vaina!, y otros análogos formados de manera similar a como se construyen sus correlatos interrogativos (§ 42.12e). Estos grupos se emplean para manifestar sorpresa o fastidio, pero pueden expresar significados más complejos, por ejemplo indiferencia en relación con las consecuencias que pueda tener una decisión tomada: Espero que siga así, hasta que llegue mi relevo. Después, que se caiga el mundo, qué diablos (Vargas Llosa, Tía).

42.13e Se construyen también grupos nominales exclamativos con la expresión cuantificativa ¡Qué de…! seguida de sustantivos contables en plural (¡Qué de flores!) o de incontables en singular (¡Qué de gente!):

Qué de años y de años, señor (Uslar Pietri, Oficio); ¡Qué de miseria, de rencor sofocado y vergonzante, en la mayoría de estos hermanos de raza! (Salinas, Correspondencia); ¡Qué de erres y zetas, qué de pecados y crímenes, qué de represión imperialista vienen haciendo por la zona de mi pueblo sin saberlo desde que nacen! (Jiménez Losantos, España).

Con «qué + sustantivo contable» se pondera una de las propiedades del sustantivo correspondiente (¡Qué niños!), mientras que con «qué de + sustantivo contable» (¡Qué de niños!) se pone de manifiesto que su número es elevado, y a la vez se expresa alguna reacción emotiva (sorpresa, satisfacción, desagrado, etc.) ante ese hecho. Véanse también, sobre esta misma construcción, los § 12.2l y 22.13v. Los grupos exclamativos que se construyen con «qué tal + sustantivo» en el área andina, como en ¡Qué tal disparate! (Hoy [Ec.] 14/8/2006), se analizan en los § 22.14t y ss.

42.13f La casilla 2 corresponde a los grupos exclamativos adjetivales que se construyen con los cuantificadores qué (¡Qué difícil de expresar!; ¡Qué increíblemente hermoso!) y cuán. Como se observó en el § 22.14o, este último se suele restringir a la lengua literaria, sea clásica o moderna:

—¡Cuán regaladas y honestas respuestas tuve! (Cervantes, Quijote I); Estaba dispuesto a saltarme todas las ponencias, no me importaba cuán importantes fueran (Donoso, Elefantes).

Los grupos exclamativos adverbiales se construyen de idéntica forma, es decir, con qué (¡Qué deprisa!; ¡Qué rápido!; ¡Qué lejos!; ¡Qué poco!) o con cuán, igualmente en la lengua literaria: Hemos estado frente a la muerte y hemos comprendido cuán cerca está también la nuestra (Regàs, Azul).

42.13g Los grupos formados con qué y adjetivo (¡Qué alto!; ¡Qué raro!) o adverbio (¡Qué temprano!; ¡Qué deprisa!)expresan un grado elevado, incluso extremo, de la propiedad que se cuantifica. Las preguntas correspondientes se construyen con qué tan seguido de adjetivo o adverbio en el español americano: ¿Qué tan grande está su hijo?; ¿Qué tan lejos vive? Como se explicó en el § 22.13u, estos grupos sintácticos se forman también con «qué + adjetivo» en el español antillano: ¿Qué importante es esto para usted? Aceptan cuantificadores exclamativos en el español general los adjetivos y adverbios que ya han sido modificados por algún otro elemento gradativo, como en ¡Qué increíblemente alto!; ¡Qué extraordinariamente rápido! En el español europeo, más frecuentemente que en el americano, se admiten los grupos exclamativos en los que qué modifica a un adjetivo formado con el sufijo -ísimo:

¡Pero qué hermosísima está hoy esta rosa de Jericó! (Clarín, Regenta); Qué delgadísimo estás (Marsé, Teresa); ¡Qué brutísimo eres! (Álvarez Quintero, Genio); ¡Qué poquísima educación tienes! (Alonso Millán, Raya); ¡Qué buenísima persona eres! (Buero, Lázaro); ¡Qué felicísima estoy de verme de vuelta en mi casa […]! (González, E., Dios).

Véase también el § 13.3h en relación con estas construcciones.

42.13h El exclamativo so (contracción de seó, que, a su vez, procede de señor) se usa en el habla coloquial de muchos países a manera de adverbio de grado antepuesto a adjetivos de sentido depreciativo. Se forman así grupos adjetivales exclamativos de significación imprecativa:

Cállese usted, so pendejo (Herrera Luque, Casa); ¿Captas el doble sentido de la frase, so pánfila? (Obligado, C., Salsa); Valías para confesor de un rey, so tunante (Ayerra, Lucha); ¿Pero qué te crees, so zoquete? (Fuentes, Región); Que me pases el cognac, so borracho (Marqués, Mirada); ¡Hace cuatro años que estudio piano, so tonto, y sé un poco de eso! (Fernández Flórez, D., Memorias).

En la lengua clásica se registra ampliamente seor por señor. Este uso pervivió en los siglos posteriores y se especializó en los grupos nominales vocativos. Es raro en la lengua actual:

¡Esa lámpara, seor bandido! (Clarín, Regenta); ¡Yo no me llamo Pedriño, seor funfurriña, sino Esteban Berón de buena casa! (Acevedo, Nativa); Ave María, seor amo (Fernández Lizardi, Quijotita).

42.13i Se crean también grupos nominales y adjetivales exclamativos con los sustantivos pedazo, especie, remedo y otros semejantes seguidos de la preposición de como en ¡Especie de animal! o en —¡¡Sinvergüenza!! Había aparecido Faustina en el jardín. —¡¡Pedazo de sinvergüenza!! (Sánchez Ferlosio, Jarama). La forma so se puede anteponer al primero de ellos, como en ¡Ah, no tengo plata y vienes a pedir, so pedazo de inútil! (Mundo [Esp.] 14/10/2008). Con los sustantivos de grupo que se describen en los § 12.6k y ss. se crea un gran número de estas expresiones exclamativas, como ¡Manga de tarados!, ¡Pandilla de delincuentes! o ¡Hatajo de maulas! (Benet, Saúl).

42.13j Existe relación estrecha entre las pautas 1 y 2. Por una parte, el interrogativo qué aparece en ambas, en la primera como determinante (¡Qué horror!) y en la segunda como adverbio cuantificativo (¡Qué horroroso!). Por otro lado, los grupos adjetivales cuantificados se integran en los grupos nominales (¡Qué buena película!). Admiten el adverbio exclamativo qué muchos adjetivos de grado extremo, también llamados elativos13.3), entre ellos algunos que tienden a rechazar los adverbios de grado:

¡Qué magnífico comediante hubieras sido, de no ser un soldado tan excelso, mi buen Antonio! (Moix, Sueño); ¡Qué espléndida mujer! (Fernán Gómez, Viaje); ¡Oh, qué maravilloso, qué exquisito el razonamiento! (Somoza, Caverna).

Así pues, la expresión qué maravilloso resulta natural para todos los hispanohablantes, mientras que muy maravilloso, también documentada (§ 13.3d), está más restringida y se percibe como redundante en la conciencia lingüística de la mayoría.

42.13k Con el determinante exclamativo qué se pondera la cantidad que corresponde a una magnitud (¡Qué calor!), pero también se expresa el grado elevado de alguna propiedad (¡Qué belleza!). De hecho, en secuencias como ¡Qué estrechez mental! puede entenderse que qué equivale a cuánta, pero también que el hablante manifiesta asombro o sorpresa por el hecho de que sea elevado el grado de estrechez mental de alguien (como si se añadiera … tan increíble, … tan asombrosa, etc.). Esta pauta se registra igualmente, aunque con frecuencia mucho menor, cuando el adjetivo que aparece en la posición posnominal es calificativo: ¡Qué vestido bonito!; ¡Qué película mala! Se trata de una variante más propia hoy de la lengua literaria, con la posible excepción del español antillano y el rioplatense, en los que se documenta también en otros registros. Se muestra en los ejemplos siguientes:

¡Qué día feliz! (Paz, Sombras); ¡Qué paz lujosa y digna! (Mujica Lainez, Escarabajo); Qué grupo raro, este ¿eh? (Polimeni, Luca); Qué cosa envidiable: ser tan rico y tener dos chicos a mano (Pombo, Natura).

Las variantes de esta construcción más comunes en el español de hoy son dos: en la primera, el adjetivo posnominal aparece cuantificado por los adverbios comparativos tan o más: ¡Qué película {tan ~ más} aburrida!; ¡Qué vestido {tan ~ más} bonito! En la segunda, el adjetivo se antepone al sustantivo: ¡Qué aburrida película!; ¡Qué bonito vestido! En el siguiente fragmento se yuxtaponen dos grupos nominales exclamativos: el primero presenta la anteposición del sustantivo; el segundo muestra la pauta sintáctica que da lugar a los textos literarios que se acaban de citar: ¡Qué espantosa sed, qué calor horrible! (Barnet, Gallego).

42.13l Cabe pensar que la variación geográfica que se detecta (es decir, el hecho de que la expresión ¡Qué vestido bonito! resulte natural para unos hispanohablantes, pero no tanto para otros) muestra que las dos primeras opciones de la alternancia ¡Qué vestido {más ~ tan ~ Ø} bonito! son comunes para todos los hispanohablantes, mientras que la tercera, que contiene un cuantificador tácito, solo lo es para algunos. Recuérdese que se registra la alternancia ¿Qué (tan) importante es esto para usted? (es decir, con presencia o ausencia de tan) en el español antillano. Cuando el adjetivo se antepone (§ 13.13), se omite su cuantificador de grado, lo que permite que el papel gramatical del exclamativo qué sea el mismo en los dos miembros del par: ¡Qué película tan buena! ~ ¡Qué buena película!; ¡Qué comediante tan magnífico! ~ ¡Qué magnífico comediante! El hecho de que los adjetivos que no admiten gradación aparezcan generalmente pospuestos, en lugar de antepuestos, hace pensar hoy a muchos gramáticos que la posición antepuesta conlleva en sí misma la expresión del grado. Se analizan otros aspectos de estas alternancias en los § 13.13e y ss.

42.13m Los grupos nominales con qué expresan ponderación en diversos sentidos. A menudo equivalen a los formados con el indefinido un/una (o sus variantes de plural) y algún adjetivo de grado extremo: ¡Qué magnífico día! ~ ¡Un día magnífico!; ¡Qué espléndida oferta! ~ ¡Una espléndida oferta! Aun así, estos últimos no suelen subsistir sin el adjetivo como tales grupos exclamativos, mientras que los primeros sí pueden hacerlo: ¡Qué día!; ¡Qué oferta! La relación entre qué y un/una se extiende a las construcciones apositivas que se estudian en el § 12.14: un espanto de película ~ qué espanto de película; un horror de hombre ~ qué horror de hombre. Véanse también sobre esta misma relación los § 45.14k y ss.

42.13n En la lengua antigua y en la moderna se forman gran número de fórmulas sobre pautas exclamativas que contienen la conjunción ni, como Qué A ni qué B, empleada como respuesta o réplica negativa. Unas veces la expresión compleja muestra solo ligeros cambios morfológicos en B, que puede llegar a ser una voz inexistente:

Creo que convendría llamar a peritos imparciales para que den su fallo. —¡Qué peritos ni qué peritas! —dijo el de la Ossa— (García Pavón, Liberales); —No es una nube —decía uno—; es una isla. —¡Qué isla ni qué islote! Es una nube (Hostos, Peregrinación); ¡Qué rumba ni qué rumbo! (Sánchez Ferlosio, Jarama).

Otras veces, A y B no se diferencian en su forma (se obtiene, por tanto, Qué A ni qué A):

Qué pistolero ni qué pistolero (Alonso Santos, Estanquera); Damasia: Esas planillas no las podemos firmar porque el Creador dice… Cleto: ¡Pero qué Creador ni qué Creador, Damasia! (González, Provisiones); Eso sí que no se vale, qué cárcel ni qué cárcel, para esa gentuza el paredón (Azuela, A., Casa).

Finalmente, otros casos ofrecen mayores diferencias léxicas entre A y B. En ellos es frecuente que B sea una interjección o alguna otra expresión lexicalizada:

—Como quiera que sea es tu nieto. El hijo de tu hija… —Qué hija ni qué carajo (Arenas, Celestino); —Bueno, señor presidente; lo hago así porque te respeto mucho. —Qué respeto ni qué la chingada (Martín Moreno, Negro); Qué salarios, qué prestaciones ni qué ocho cuartos, lo importante era restablecer la productividad (Mastretta, Mujeres); —¡Bien por el chaval! —¡Qué chaval ni qué narices! (Barea, Forja).

42.13ñ Los grupos exclamativos que corresponden a la clase 4 presentan propiedades híbridas. Los que se forman con infinitivos están sujetos a los cruces entre nombre y verbo que ponen de manifiesto en ciertas circunstancias los miembros de esta clase de palabras (§ 26.3). De manera paralela, el grupo exclamativo ¡Cuán olvidado de todos! se asimila en buena medida a un grupo adjetival, pero contiene el complemento agente característico de las oraciones pasivas.

42.13o Los grupos nominales exclamativos que corresponden a la casilla 5 admiten un gran número de formas. De hecho, prácticamente cualquier grupo nominal puede usarse como exclamativo en el contexto sintáctico apropiado, lo que dará lugar a múltiples efectos contextuales. Repárese en que la expresión encerrada entre signos de admiración en La mirada se le iluminó. —¡El señor secretario particular que más admiro! —dijo con verdadero alborozo (Fuentes, Silla) no es una oración exclamativa, sino un grupo nominal que designa a cierto individuo. Queda claro en este fragmento que el hablante muestra su satisfacción ante la presencia de cierta persona, pero estos efectos de sentido dependen de múltiples factores contextuales. Así, la expresión ¡El paraguas! podría usarse como enunciado para manifestar muy diversas reacciones, acaso al descubrir repentinamente el hablante que lo ha olvidado en alguna parte o que le viene a la memoria por muy variadas causas. También podría usarse para fijar la atención de otra persona sobre ese objeto o con otros fines comunicativos o expresivos. A pesar de ello, los grupos nominales se especializan a veces en sentidos particulares en función de los sustantivos con los que se construyen: con ¡Un momento! o con ¡Una cerveza! se pide algo (también con ¡Música!; recuérdese el § 42.2q); con ¡Una maravilla! o con ¡Un horror! se expresan los sentimientos que se suscita en el hablante; con ¡Un disparate! o ¡Un acierto! (o con ¡Tonterías!; ¡Pavadas!; ¡Memeces!; ¡Paparruchas!) se manifiesta el valor que el que habla atribuye a alguna cosa. Existen otros muchos casos similares.

42.13p Los grupos nominales exclamativos así formados se suelen distinguir de los llamados fragmentos, es decir, de las expresiones que solo se interpretan si se proporciona la pregunta a la que sirven de respuesta (—¿Qué quieres? —El paraguas) o la información a la que se oponen en la réplica (—Creo que busca su gabardina. —Su paraguas, querrás decir). Estas mismas consideraciones se extienden a los grupos exclamativos adjetivales (6 en el § 42.13b). La secuencia ¡Muy interesante!, dicho al examinar alguna cosa, constituye un grupo adjetival exclamativo, mientras que, en un contexto como —¿Qué te pareció? —Muy interesante, se considera un fragmento. Ambas interpretaciones se diferencian con nitidez por la entonación, que en los fragmentos sigue el patrón correspondiente a los enunciados aseverativos.

42.13q Los adjetivos calificativos contenidos en los grupos nominales exclamativos que carecen de artículos u otros elementos determinativos aparecen muy frecuentemente en posición prenominal (§ 13.13-15): ¡Hermoso día!; ¡Buen trabajo!; ¡Tristes horas!; ¡Larga vida!; ¡Espléndida película! En estos casos se obtienen interpretaciones enfáticas similares a las de los correspondientes grupos construidos con qué, lo que da lugar a alternancias como ¡Hermoso día! ~ ¡Qué hermoso día! Los adjetivos bendito, bonito, bueno (o su variante apocopada buen), condenado, dichoso, lindo, menudo, valiente, y algunos otros se anteponen al sustantivo y forman grupos nominales exclamativos en los que se obtienen a menudo sentidos diferentes de los que se manifiestan en las correspondientes oraciones declarativas, a veces casi opuestas a ellos. Así, con ¡Menudo error! se hace referencia a un error abultado; con ¡Dichoso viajecito! se manifiesta disgusto por lo desafortunado de un viaje; con ¡Bonito panorama! se expresa la contrariedad del hablante por la situación en la que se ve inmerso. He aquí otros ejemplos de esta pauta:

Dichosa tartamudez… ¿No la venceré nunca? (Aub, Calle); Esas son sus pertenencias y están en la calle. Esa es su morada, su refugio, su entorno. Linda vida. No es para envidiar (País [Ur.] 4/10/2001) Valiente sinvergüenza. Y encima, pasan por gente respetable (Tomás, Orilla).

La interpretación de sentido negativo a la que se alude no es, sin embargo, sistemática. El adjetivo menudas en ¡Menudas ganas tenía yo de ir de paseo! puede significar ‘muchas’ o ‘muy pocas’, mientras que no parece existir ambigüedad en ¡Menuda paliza recibió! El uso de estos adjetivos en el sentido que se explica constituye un recurso irónico que se extiende muy frecuentemente a otras expresiones exclamativas del español, sean nominales (¡Cuánto honor!), adjetivales (¡Qué interesante!) o incluso oracionales (¡Cualquiera le dice algo!; ¡Tiene poco dinero!; ¡No es astuto el muchacho!).

42.13r En los § 42.4a y ss. se comprobó que los sujetos de los imperativos poseen propiedades distintas de los vocativos. Los grupos nominales exclamativos que se forman con nombres de persona tampoco se asimilan necesariamente a ellos. En efecto, las expresiones vocativas son pronombres personales o grupos nominales que se usan para dirigirse a alguien generalmente solicitando una respuesta o una reacción. Se emplean además para saludar o iniciar alguna conversación (¡Buenas tardes, doña Encarna!), para llamar la atención (¡Eh, tú!), pedir u ordenar algo (¡Acércate, muchacho!), para disculparse (¡Perdone, señor!) o para dirigirse a otros con muy diversos propósitos. No forman, en cambio, vocativos los grupos nominales exclamativos que se emplean sin apelar a un interlocutor, como cuando se expresa indignación hacia alguien que no está presente (¡Maldito embustero!). Sin embargo, muchas expresiones que constituyen insultos no se diferencian gramaticalmente de los vocativos más que en la intención del que habla (¡Canalla!; ¡Ladrón!), puesto que su objetivo no es llamar la atención del interlocutor, sino dirigirle alguna imprecación, esté o no presente.

42.13s Se emplean como vocativos los pronombres, los nombres propios de persona, los de parentescos, oficios, títulos honoríficos y otros sustantivos análogos:

, ven conmigo —dijo el capitán (Heras, Pasos); Manuel, la casa de Manuela está cerrada (Barnet, Gallego); Doctor, dígame la verdad. ¿Duele? (Steimberg, Espíritu); Padre, no dejes que me lleve (Martínez Salguero, Combate); ¡Compañeros, el tiempo pasa y no llegamos a ningún lado! (Santander, Corrido).

Los vocativos se dirigen también a los animales, así como a las cosas personificadas:

¡Ay, Sevilla, Sevilla, que al fin te dejo! (Rojas Villandrando, Viaje); Vamos, Lucero, arre (Quintero, E., Danza); Dime, perrito, ¿quién es tu verdadero dueño? (Rey, Sebastián); Decime si soy justo… Espejito, espejito (Viñas, Maniobras); ¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas! (Jiménez, Eternidades); Dime, sombra, ¿qué pensabas de este país nuestro y de sus gentes? (Hernández, R., Secreter).

42.13t Los vocativos se usan, además, antepuestos o pospuestos a los imperativos, pero también a las preguntas y a las interjecciones:

¡Ven acá, Raquel! (Ramos-Perea, Obsesión); ¿Vienes, Camila? (Asturias, Presidente); —Adiós, mi niña: voy a Nigeria (Alberto, Eternidad); ¡Maruja, ayuda a aquella mujer! (Magnabosco, Santito); ¡Santa Cruz, ponte bonita! (Tiempos 4/12/1996); ¡Rigoberta, ven a recoger los trastos! (Burgos, E., Rigoberta); Siéntate, Linaza, y dile a Vidal que no se vaya (Aparicio, Retratos); Échate a mi lado, así, abrázame fuerte… Y ahora escucha, Teresa (Marsé, Teresa); ¡Ven, ven, querido Diego! (Melcón, Catalina); Dame la mano, Molina (Puig, Beso).

42.13u Los grupos nominales vocativos formados por nombres comunes suelen construirse sin determinante (¡Pase, señora!; ¡Escúcheme, Majestad!), en lo que se diferencian de los sujetos de los imperativos (¡Pase la señora!; ¡Escúcheme Su Majestad!) o de la opción hoy común en otras lenguas románicas (fr. Bonjour, les amis! ‘¡Buenos días, amigos!; Au revoir, les enfants! ‘¡Adiós, niños!). Se dice, pues, ¡Eh, toro! (no *¡Eh, el toro!) o ¡Adiós, profesor! (no *¡Adiós, el profesor!). Se registran algunas excepciones que dependen de la interjección que introduce la expresión vocativa, como en Me avisas, ¿eh, mi amor…? (Dorfman, Muerte). El grupo nominal puede no ser propiamente vocativo si se obtiene una construcción predicativa como las que se mencionan en el § 32.4d: Adiós el mi Albaicín y Alhambra amada (Lope Vega, Mundo).

42.13v Las casillas 6 y 7 de la tabla (§ 42.13b) corresponden respectivamente a los grupos exclamativos adjetivales (¡Muy interesante!; ¡Demasiado fácil!) o adverbiales (¡Más lejos!; ¡No tan deprisa!). Se explica en el § 32.5ñ que los adverbios y los grupos adverbiales usados en las exclamaciones no se consideran propiamente interjecciones: ¡Así!; ¡Ahora!; ¡Adelante!; ¡Ya!; ¡Despacio! Aun así, algunos admiten usos propiamente interjectivos en contextos particulares, como ¡Arriba! en los vítores, o ¡Adentro! para alentar a los deportistas en Nicaragua y otros países centroamericanos, entre otros usos similares. Los adverbios empleados como enunciados exclamativos no pasan, pues, a ser interjecciones. Se interpretan, sin embargo, como instrucciones o indicaciones relativas a la forma de llevar a cabo alguna acción, por lo que alternan a menudo con las oraciones imperativas. En función del cuantificador con el que se construyan pueden transmitir una orden (¡Más despacio!; ¡No tan lejos!) o expresar un sentimiento o una impresión (¡Qué despacio!, ¡Cuán lejos!). En este último caso se integran en el grupo 3.

42.13w Con la pauta «adjetivo + de + grupo nominal o pronominal» se forman grupos exclamativos adjetivales en la lengua literaria. En el primero de los textos que siguen se expresa el infortunio del hablante; en el segundo, este se congratula de la dicha de los individuos que poseen cierta propiedad; en el tercero, se lanza una amenaza a alguna persona en relación con un comportamiento no verificado:

¡Infeliz de mí! ¿Dónde estoy con mi desdicha? (Parra, King Kong); ¡Feliz del que cautiva con solo el nombre! (Acevedo, Brenda); ¡Pobre de ella si es así! (Vanguardia [Esp.] 28/2/1995).

El adjetivo concuerda en género y número con el nombre o el pronombre que aparece en el término de la preposición de: Dichoso del que…; Dichosas de las que…, etc. Estas construcciones poseen puntos de contacto con las que se forman con la pauta «interjección + grupo preposicional», analizadas en los § 32.8a y ss. Asimismo comparten algunas propiedades con las estructuras predicativas bimembres que se estudian en los § 42.15i y ss. Se registra, en efecto, Desdichado el que… y también Desdichado del que…, a veces en el mismo texto:

¡Desdichado del que en la prisión está alegre! ¡Desdichado del que se escarnece a sí propio! ¡Desdichado el que da al infortunio un gesto de alegría […]! (Arenal, Cartas); Desdichado el que se case para no estar solo (Giménez Bartlett, Serpientes).

En la lengua clásica eran más frecuentes estas alternancias, como la que se produce entre triste de mí (hoy común) y triste yo: Triste yo que fuy burlada / de aquel cruel (Lope Vega, Alcalde).

42.13x El grupo 8 es paralelo al 4, con la diferencia de que las expresiones que componen el primero no son en sí mismas palabras exclamativas. Se explicó en el § 42.2r que los participios adquieren valor ilocutivo en ciertos contextos, de forma que se pueden llevar a cabo actos verbales al emplearlos: ¡Hecho! (para acordar un trato); ¡Adjudicado! (en una subasta); ¡Visto para sentencia! (en un juicio); ¡Decidido! (para expresar que se toma una decisión); ¡Hundido! (en cierto juego de mesa con barcos); ¡Todo aclarado! (para manifestar que se deshace un malentendido), etc. Los gerundios en la exclamación se usan casi siempre como expresiones apelativas (§ 27.2i y ss.), pero también se emplean para expresar que se va a iniciar una recapitulación (§ 27.1m, n).

42.13y Los infinitivos exclamativos usados aisladamente en grupos sintácticos no oracionales son característicos de la lengua poética: ¡No ser, estar, estar profundamente! / ¡Perderse al fin! (Guillén, Cántico). Son, en cambio, habituales en el español general las construcciones con infinitivo en las que se expresa contrariedad, rechazo o sorpresa en relación con algo, generalmente una situación extrema o inusitada. Se observó en el § 42.5m que son muy frecuentes las formadas con la preposición para, como en ¡Esperar tres horas para esto!; ¡Despertarme a las cuatro de la mañana para pedirme una dirección! También lo son otras se construyen sin ella:

¡Decirle eso a una ex monjita! (Nuevo Herald 11/2/1997); ¡Hacerme esto a mí, a mí que le he dado todo! (Jaramillo Levi, Tiempo); ¡Es usted un caníbal! ¡Comerse un pollo vivo…! (Vallejo, A., Eclipse); ¡Morir quemados en vida! La idea me llenó de espanto (Britton, Siglo); ¡Querer suicidarse a lo Sarah Bernhardt! ¡Sublime espectáculo! (Monegal, Jardín).

Los infinitivos coordinados en las construcciones copulativas (¡Mira que verme y no saludarme!) suelen recibir interpretación adversativa y admitir paráfrasis con a pesar de. Las exclamaciones introducidas con la fórmula (y) pensar que, como en ¡Y pensar que es hijo mío! (Sampedro, Sonrisa), ponen de manifiesto la resignación o la contrariedad del hablante ante un estado de cosas cierto, en aparente contraste con otro.

Información adicional

En relación con este capítulo, las siguientes entradas del Glosario de términos gramaticales podrían ser de su interés:
elativo, oración (de modalidad) exclamativa, vocativo

 

Nueva gramática de la lengua española
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