CAPÍTULO I. La representación gráfica de los fonemas: el uso de las letras o grafemas

4. Los fonemas del español

4.2. Los fonemas consonánticos

4.2.1. Subsistemas consonánticos del español: los fenómenos del seseo, el ceceo y el yeísmo

4.2.1.1. El seseo y el ceceo

Mientras que en el español de la mayor parte de España se articulan en la zona dentoalveolar dos fonemas fricativos sordos distintos, el alveolar /s/ y el interdental /z/, en el español de Hispanoamérica, Canarias y casi toda Andalucía se articula en esa zona un único fonema fricativo sordo, que presenta muy variadas realizaciones: mayoritariamente se articula apoyando el predorso de la lengua en la cara interior de los dientes superiores o en sus alvéolos, produciéndose el sonido [s] característico de las zonas de seseo; en ciertas áreas de Andalucía, en cambio, este fonema presenta realizaciones interdentales, resultando el sonido [z] característico de las zonas de ceceo. Como consecuencia de los fenómenos del seseo y el ceceo, los hispanohablantes de América, Canarias y la mayor parte de Andalucía pronuncian del mismo modo pares de palabras como abrasar/ abrazar, casa/caza, sima/cima, coser/cocer, encausar/encauzar, rebosar/rebozar o tasa/taza. Quienes sesean, que son la mayoría, pronuncian estos pares como [abrasár], [kása], [síma], [kosér], [enkausár], [rrebosár] y [tása]; quienes cecean, en cambio, pronuncian [abrazár], [káza], [zíma], [kozér], [enkauzár], [rrebozár] y [táza]. Por lo tanto, para los hispanohablantes de estas zonas, los grafemas c (ante e, i), z y s representan gráficamente el mismo fonema, lo que provoca en ellos dudas e inseguridades ortográficas adicionales, que no tienen aquellos hablantes para los que estos grafemas representan dos fonemas distintos: /z/ (las letras c ante e o i y z) y /s/ (la letra s).

A diferencia del seseo, que goza de total aceptación en la norma culta, el ceceo carece de prestigio y los hablantes cultos andaluces tienden a evitarlo en favor del seseo.

Información adicional

La existencia de estos dos subsistemas consonánticos —el que distingue dos fonemas fricativos sordos en la zona dentoalveolar y el que solo presenta uno— tiene que ver con el distinto resultado que el reajuste de las sibilantes medievales produjo en diferentes zonas. En el español medieval existían tres parejas de fonemas sibilantes, llamados así por percibirse una especie de silbido al emitir el sonido correspondiente. Estos tres pares se diferenciaban entre sí por el modo y el lugar de articulación y, dentro de cada par, por ser uno de los fonemas sordo y el otro sonoro:

• Africado dentoalveolar

— sordo: Se representaba, por lo general, con los grafemas c (ante e, i) o ç, y sonaba aproximadamente [ts]. Ejemplos: cerca [tsérka], plaça [plátsa] (‘plaza’).

— sonoro: Se representaba con el grafema z y sonaba aproximadamente [ds]. Ejemplos: fazer [fadsér] (‘hacer’), dezir [dedsír] (‘decir’).

• Fricativo alveolar

— sordo: Se representaba, en posición intervocálica, con el dígrafo ss y sonaba como el fonema /s/ alveolar del español actual. Ejemplo: osso (‘animal plantígrado’).

— sonoro: Se representaba con el grafema s entre vocales y sonaba como suena hoy la s intervocálica del italiano o el catalán. Ejemplo: oso (forma del verbo osar ‘atreverse’).

• Fricativo prepalatal (articulado en la parte anterior del paladar)

— sordo: Se representaba con el grafema x y sonaba aproximadamente como la sh del inglés actual. Ejemplos: dixo [dísho] (‘dijo’), fixo [físho] (‘fijo’).

— sonoro: Se representaba con los grafemas g (ante e, i) o j, y sonaba aproximadamente como la j del francés actual. Ejemplos: fijo [fíʒo] (‘hijo’), muger [muʒér] (‘mujer’).

Desde la Baja Edad Media comenzaron a producirse una serie de cambios que modificaron notablemente el sistema fonológico medieval y que afectaron muy en especial a las consonantes sibilantes: las africadas perdieron la oclusión y se hicieron fricativas, por lo que, a raíz de este cambio, todas las sibilantes coincidían en el modo de articulación. Por otra parte, las sonoras se ensordecieron, por lo que las seis sibilantes originarias se vieron reducidas a tres, todas ellas fricativas sordas y, por tanto, solo distinguibles por su lugar de articulación: dental, alveolar y prepalatal, respectivamente. Para evitar las confusiones entre estos tres fonemas, debidas a la proximidad de sus zonas de articulación, en el castellano del centro y el norte de la península ibérica la sibilante dental se adelantó y pasó a articularse con la punta de la lengua entre los dientes. Así nació el fonema fricativo interdental sordo /z/, al tiempo que se mantuvo el fonema fricativo alveolar sordo /s/.

En cambio, en el castellano del sur de la península ibérica, la confusión entre las sibilantes medievales de articulación dental y alveolar, lejos de evitarse, se hizo sistemática y, así, los que en origen eran fonemas distintos acabaron por reducirse a uno solo, que actualmente presenta dos realizaciones prototípicas distintas: una (mayoritaria) como [s], en las áreas de seseo, y otra (minoritaria) como [z], en las áreas de ceceo. Este proceso de reducción ya había culminado en el momento de la extensión del español por los territorios atlánticos (Canarias e Hispanoamérica), razón por la que el seseo, llevado allí por los conquistadores y colonos, en gran parte andaluces, es también característico de estas zonas.

Por su parte, la sibilante prepalatal retrasó su lugar de articulación hasta la zona del velo del paladar, dando lugar al fonema fricativo velar sordo /j/, presente, con diferentes realizaciones, en todas las variedades del español.

     

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