Introducción

3. La ortografía del español

3.2. Criterios en la configuración del sistema ortográfico del español

3.2.7. Unidad ortográfica

Todos los criterios hasta aquí expuestos han de supeditarse al criterio de unidad, que es el principio fundamental que debe regir la configuración de cualquier sistema ortográfico. Según este principio, la representación gráfica de una lengua ha de ser la misma para todos sus hablantes y en todo su territorio, con independencia de las diferencias de pronunciación que puedan existir por razones geográficas, socioculturales o personales.

En las lenguas de escritura alfabética, como es el español, el sistema ortográfico debe reflejar todos los fonemas efectivamente existentes en cualquiera de sus variedades, aunque algunos de ellos solo se realicen en la pronunciación de determinadas áreas o hablantes. Por esta razón, la ortografía del español ha tomado como referencia para su escritura las variedades orales que distinguen los fonemas /z/ y /ll/, aun cuando estas son claramente minoritarias en el conjunto del ámbito hispánico. En virtud del principio de unidad ortográfica, todos los hispanohablantes escriben zapato, cereza, cine y llave, aunque la mayoría pronuncie [sapáto], [serésa], [síne] y [yábe], porque sigue habiendo zonas y hablantes que pronuncian [zapáto], [zeréza], [zíne] y [llábe].

Así pues, el criterio fonológico, el de mayor peso en la configuración de nuestro sistema ortográfico, tiene como límite en su aplicación la necesidad de mantener una grafía uniforme por encima de las diferencias de pronunciación. Estas diferencias no deben trascender nunca de manera general al plano de la escritura y solo han aflorado en muy contadas ocasiones en forma de variantes en la grafía de algunas palabras. Así ha ocurrido, por ejemplo, en ciertas voces propias u originarias de áreas seseantes, como Cuzco/Cusco o membrecía/membresía, o, en relación con el yeísmo, con el verbo descangallar, para el que se admite también la grafía descangayar.

El criterio de unidad debe operar también, precisamente, para limitar la presencia de variantes en la escritura, tratando de cumplir el ideal de que a cada palabra le corresponda una sola representación gráfica. Las variantes son fruto, en la mayoría de los casos, de la aplicación de más de un criterio o principio ortográfico a una misma palabra a lo largo de su historia, en función de las épocas e, incluso, del gusto personal de los hablantes. Aun cuando por razón de su implantación en el uso, presente o pasado, deban ser a menudo reconocidas en el diccionario, la normativa ortográfica ha de orientar, en lo posible, sobre cuál de las variantes debe considerarse preferible en cada caso.

     

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