CAPÍTULO VI. La ortografía de las expresiones procedentes de otras lenguas

2. La ortografía de extranjerismos y latinismos

2.1. Extranjerismos

2.1.3. Extranjerismos adaptados

Como se ha explicado más arriba, tanto de forma espontánea como, en época más reciente, a través de propuestas promovidas por la Asociación de Academias de la Lengua Española en sus obras normativas, gran cantidad de voces de otras lenguas que se han incorporado al caudal léxico del español han experimentado ciertas variaciones formales con el fin de adecuarse al sistema fonológico, ortográfico y morfológico propio de nuestra lengua. Este proceso de aclimatación de los extranjerismos contribuye a preservar la coherencia de nuestro sistema lingüístico y a mantener la fuerte cohesión entre grafía y pronunciación de que goza el español frente a otras lenguas.

La mayor parte de las veces, la adaptación de los extranjerismos se realiza modificando la grafía originaria para adecuarla, según nuestras reglas ortográficas, a la pronunciación de esas voces en español, que suele aproximarse a la que tienen en la lengua de origen. En la grafía adaptada se prescinde normalmente de los grafemas del original que no tienen reflejo en la dicción española y se aplican las reglas de acentuación gráfica propias de nuestro idioma: fr. o ingl. alligator > esp. aligátor; it. attrezzo > esp. atrezo; ingl. by-pass > esp. baipás; ingl. boycott > esp. boicot; ingl. blue jeans > esp. bluyín; fr. boulevard > esp. bulevar; it. cappuccino > esp. capuchino; fr. champagne > esp. champán; ingl. cricket > esp. críquet; ingl. crawl > esp. crol; fr. croissant > esp. cruasán; ingl. scooter > esp. escúter; polaco złoty > esp. esloti; it. spaghetti > esp. espagueti; ingl. gangster > esp. gánster; ingl. groggy > esp. grogui; it. ghetto > esp. gueto; ingl. home run > esp. jonrón; fr. luthier > esp. lutier; ingl. meeting > esp. mitin; ingl. overall > esp. overol; ingl. paddle > esp. pádel; fr. passe-partout > esp. paspartú; fr. ragoût > esp. ragú; ingl. sequoia > esp. secuoya; fr. vaudeville > esp. vodevil; ingl. gymkhana > esp. yincana; fr. yogourt > esp. yogur, etc.

A veces la adaptación solo requiere la aplicación de la tilde, como en ambigú (del fr. ambigu), bádminton (del ingl. badminton), blíster (del ingl. blister) o máster (del ingl. master). Y, en algunas ocasiones, el extranjerismo no plantea ningún problema de inadecuación entre grafía y pronunciación de acuerdo con la ortografía del español, y se incorpora a nuestra lengua con la misma grafía que tiene en el idioma de origen, como ocurre con box, kit o set, voces tomadas del inglés que se pronuncian en español tal como se escriben: [bóks], [kít] y [sét].

En otros casos, se mantiene la grafía originaria sin cambios o con leves modificaciones, y es la pronunciación de los hispanohablantes la que se acomoda a dicha grafía, aunque al hacerlo se aparte de la pronunciación original de la voz extranjera. Así sucede, por ejemplo, con la adaptación bafle (‘dispositivo que facilita la mejor difusión y calidad del sonido de un altavoz’), que toma como referencia la grafía del original inglés baffle, y no su pronunciación [báfel] (justamente lo contrario de lo acaecido con la adaptación pádel, del ingl. paddle, que ha tomado como referencia la pronunciación del original inglés, y no su grafía). Otro caso de adaptación de la pronunciación española a la grafía del original es la voz quiche (‘pastel horneado hecho con una base de pasta sobre la que se pone una mezcla de huevos, leche y otros ingredientes’), que se pronuncia generalmente en español tal y como se escribe, esto es [kíche], y no [kísh], como en francés, lengua de donde la hemos tomado. También puzle se ha adaptado al español tomando como referencia la grafía del término inglés, y no su pronunciación (ingl. puzzle [pásel]).

En ciertas ocasiones puede resultar menos violento modificar la pronunciación de un extranjerismo que su grafía, a la hora de recomendar su posible adaptación. Así, en caso de adaptar al español la voz inglesa gay (‘homosexual’), se considera preferible mantener la grafía original y proponer su pronunciación como si de una palabra española se tratase, es decir, [gái], que modificar la grafía original, escribiendo guey, para adecuarla a la pronunciación más próxima al inglés y también la más generalizada aún entre los hispanohablantes.

Cabe señalar que no siempre se producen resultados homogéneos en todo el ámbito hispánico a la hora de adaptar las voces extranjeras. En primer lugar, existen zonas o países donde los hispanohablantes se muestran más reticentes a las adaptaciones y suelen usar con preferencia los extranjerismos crudos, sin adaptar, con su grafía y pronunciación originarias, mientras que los hablantes de otras zonas o países no manifiestan tanta resistencia a acomodar los préstamos de uso corriente en español a los moldes propios de nuestra lengua. Se da, así, el caso de que extranjerismos plenamente adaptados en España se emplean crudos en el español americano. Es lo que ocurre con iceberg (‘gran masa de hielo que flota en el mar’), voz de origen neerlandés incorporada al español a través del inglés, que en España es un extranjerismo adaptado, ya que la grafía inglesa se pronuncia a la española ([izebérg] o, en zonas de seseo, [isebérg]), mientras que en el español de América está consolidada la pronunciación inglesa [áisberg]. También ilustra esta dualidad la voz francesa beige [pron. béʒ] (‘color castaño claro’), que en el español americano se emplea como extranjerismo crudo y en España se ha adaptado con la grafía beis.

A veces se producen soluciones diversas en diferentes zonas del ámbito hispánico en la adaptación de un mismo extranjerismo al español, según se haya tomado como referencia la grafía o la pronunciación del original. Así ha ocurrido, por ejemplo, con la voz inglesa jersey (‘prenda de punto y con mangas que cubre desde el cuello a la cintura’), que en el español de España y varios países de América se ha adaptado mayoritariamente pronunciando a la española la grafía original: jersey [jerséi]; mientras que en otros países americanos se ha modificado la grafía para adecuarla a la pronunciación aproximada del original inglés: yérsey o yersi.

En cualquier caso, debe siempre respetarse la norma general de escribir los extranjerismos crudos con la marca gráfica que indica su condición de tales, que, como ya se ha explicado (v. § 2.1.1), es preferentemente la cursiva o, en segundo término, las comillas. En cambio, los extranjerismos de uso corriente en español que se han adaptado a nuestra lengua —y no plantean, por ello, problemas de inadecuación entre su grafía y su pronunciación según nuestras convenciones ortográficas— se consideran palabras españolas a todos los efectos y, por tanto, no necesitan marcarse en modo alguno:

«La hombrera derecha de la blusa beige, esa de Cacharel, se ladea hacia el costado» (Serrano Vida [Chile 1995]).

«Una corbata de seda marrón con estampado en beis» (Mendicutti Palomo [Esp. 1991]).

     

    Ortografía de la lengua española
    Real Academia Española © Todos los derechos reservados

    cerrar

    Buscador general de la RAE