CAPÍTULO V. La representación gráfica de las unidades léxicas

3. Las abreviaciones gráficas

3.1. Origen de las abreviaciones gráficas

Como explicación del nacimiento de las abreviaciones gráficas se han propuesto diversas razones, sin que ninguna de ellas resulte, por sí sola, del todo satisfactoria para justificar todos los casos.

Tradicionalmente se ha venido considerando que su uso respondía a la necesidad de ahorrar tanto en material de escritura como en tiempo y esfuerzo a la hora de escribir, aunque esta explicación no resulta suficiente si se tiene en cuenta que a menudo conviven en la misma inscripción o manuscrito formas abreviadas junto a formas ornamentales que suponen un considerable derroche de medios.

De otro lado, el empleo de abreviaciones gráficas tiene también que ver con el hecho de que, por condicionamientos meramente físicos, la velocidad de emisión del discurso oral supera con mucho la de su plasmación por escrito. Del desajuste entre ambas velocidades surge la necesidad de arbitrar una serie de signos y convenciones que permitan reproducir gráficamente el discurso oral de forma rápida e inequívoca. De hecho, en la creación y uso de abreviaciones influyeron sin duda los sistemas de escritura taquigráfica empleados ya en la Antigüedad, cuyo desarrollo está ligado al de aquellas actividades en las que con frecuencia resultaba necesario transcribir directamente emisiones de carácter oral (juicios, discursos políticos, dictado de cartas y documentos, etc.).

Por otra parte, la economía y la rapidez favorecidas por el uso de abreviaciones no inciden solo en el plano de la escritura, sino también en el de la lectura, ya que se ha demostrado que no leemos las palabras reconociendo una a una las letras que las conforman, sino de manera global, en bloque, fijando la atención en los elementos más representativos que nos permiten su rápida identificación visual. Así, cuando una abreviación se utiliza repetidamente como representación de un término o expresión hasta consolidarse en una forma abreviada convencional, su reconocimiento en la lectura es inmediato, más rápido que el del término o expresión completos.

En la aparición y uso de cierto tipo de abreviaciones gráficas suelen reconocerse también motivaciones puramente extralingüísticas, como la ocultación supersticiosa del nombre para evitar que la persona fuera objeto de maldición, que podría estar en el origen de las primeras iniciales de nombres propios documentadas en época romana, o el empleo reverencial de formas abreviadas para evitar, por respeto, la mención del nombre de la divinidad, abreviaciones estas denominadas nomina sacra (nombres sacros), utilizadas desde los primeros tiempos del cristianismo y cuyo mecanismo abreviativo se extendió luego a otro tipo de términos.

Los procedimientos y signos de abreviación que hoy utilizamos son el resultado de la depuración de un sistema desarrollado en época romana, consolidado en la época medieval y perfeccionado en la actualidad.

En latín, aunque no puede hablarse estrictamente de un sistema normalizado, había cuatro tipos fundamentales de abreviaciones gráficas: las notas tironianas, un sistema de signos similar a la taquigrafía moderna; las siglas, abreviaciones extremas que conservan solo la inicial del término abreviado; los nomina sacra o nombres sacros ya mencionados, y las notae iuris o abreviaturas jurídicas, inicialmente utilizadas para abreviar determinados tecnicismos o expresiones frecuentes en textos de carácter jurídico, pero que se extendieron más tarde a todo tipo de textos y proliferaron tanto que llegaron incluso a ser prohibidas en el siglo V porque su uso abusivo había llegado a dificultar gravemente la legibilidad de los textos.

Durante la Edad Media, además de las notas tironianas y los nomina sacra, existía un cuerpo de abreviaturas (descendiente en gran medida de las notae iuris romanas), cuya formación respondía a tres procedimientos básicos: el truncamiento o suspensión (se conserva la parte inicial del término abreviado, eliminando algunos de sus caracteres finales), la contracción (se eliminan solo caracteres centrales, conservando el segmento inicial y final) y la aféresis (se eliminan solo caracteres iniciales), procedimiento este último muy poco frecuente. Los signos utilizados para marcar las abreviaturas eran de naturaleza muy diversa, aunque los más comunes eran el punto (colocado a diferentes alturas) y la línea (horizontal y sobrescrita y, en ciertos usos, ligeramente ondulada, o bien oblicua y situada al final del cuerpo de la abreviatura), además de las letras voladas.

Información adicional

La raya horizontal como signo de abreviatura no se utiliza en la actualidad, pero pervive en el trazo que cruza el asta descendente de la q en algunos modelos caligráficos, procedente de la marca de abreviación de que, así como en la ñ, cuya tilde o virgulilla característica era originariamente la marca de abreviación del grupo nn.

Si comparamos este sistema con el que se utiliza en nuestros días, podrán apreciarse pocas diferencias, ya que el truncamiento y la contracción son los procedimientos normativos para la formación de abreviaturas en el español actual (v. § 3.2.2). El hecho de que el punto sea hoy el signo abreviativo por excelencia se debe a que es el signo más comúnmente utilizado desde la Antigüedad para marcar la ausencia de la materia gráfica no reproducida.

Aunque, en la actualidad, las abreviaturas y las siglas constituyen dos procedimientos bien diferenciados de abreviación gráfica, tienen un origen común.

Como se ha apuntado, las siglas, que se hallan ya en los textos romanos más antiguos, no son en su origen sino abreviaturas por truncamiento extremo, que reducían la palabra abreviada a su letra inicial. Parece que este tipo de abreviación extrema se aplicó en un principio a los nombres de pila citados en las inscripciones, bien reproduciendo solo la primera letra (T = Titus), bien añadiendo alguna otra en caso necesario (TI = Tiberius). Su empleo se extendió progresivamente a expresiones formularias muy repetidas en ciertos contextos: C·M·F (clarissimae memoriae femina, ‘mujer de ilustre recuerdo’, normalmente en inscripciones funerarias), E·S·C (ex Senatus consulto, ‘por decreto del Senado’), S·P·Q·R (Senatus Populusque Romanus, ‘el Senado y el pueblo de Roma’). Tanto en las inscripciones como en los manuscritos, cada una de las letras mayúsculas que integraban la sigla podía aparecer seguida de un punto situado a media altura en la banda de escritura, separando las iniciales correspondientes a las diferentes palabras constitutivas de la expresión compleja abreviada.

Asimismo, durante la Edad Media, las siglas, entendidas aún como abreviaturas extremas, se utilizaron sobre todo para abreviar los nombres propios de persona, los cargos, títulos o dignidades a ellas aplicados y expresiones formularias de muy diverso tipo.

En la actualidad, el empleo de siglas, como un procedimiento ya diferenciado de las abreviaturas, es un fenómeno muy extendido, que se utiliza no solo para designar de forma abreviada instituciones, empresas u organizaciones, sino para abreviar muchos otros tipos de expresiones complejas. La acuñación de siglas es hoy una de las vías más productivas de creación de nuevos términos, hasta el punto de que muchas de ellas, una vez constituidas, pueden funcionar como bases léxicas en la formación de derivados: ugetista (‘de la UGT [Unión General de Trabajadores], organización sindical española’), penepeísta (‘del PNP [Partido Nuevo Progresista], partido político puertorriqueño’), priista (‘del PRI [Partido Revolucionario Institucional], partido político mexicano’). Su desarrollo ha sido especialmente notorio en los países anglosajones, de ahí que muchas de las palabras incorporadas al español desde el inglés fueran, originariamente, siglas, como es el caso de radar (radio detecting and ranging) o láser (light amplification by stimulated emission of radiation).

     

    Ortografía de la lengua española
    Real Academia Española © Todos los derechos reservados

    cerrar

    Buscador general de la RAE