CAPÍTULO VI. La ortografía de las expresiones procedentes de otras lenguas

2. La ortografía de extranjerismos y latinismos

2.2. Latinismos

2.2.2. Latinismos crudos y latinismos adaptados

Al igual que ocurre con los extranjerismos, también en los latinismos debe distinguirse entre latinismos crudos y latinismos adaptados.

Son voces propiamente latinas, que no cabe considerar incorporadas al caudal léxico del español, aquellas que se usan en los textos con plena conciencia por parte del autor de estar empleando términos en latín, unas veces por simple prurito culto y otras, las más, por resultar más expresivo, informativo o evocador denominar con la palabra latina correspondiente realidades directamente vinculadas o pertenecientes al mundo latino, sea clásico o medieval. Como es natural, en esos casos, las palabras latinas se escriben con su grafía originaria y sin añadir signos ajenos al sistema latino de escritura, esto es, sin tildes, ya que el latín carece de ellas. El carácter foráneo de esas voces debe marcarse gráficamente, como es habitual cuando se usan palabras o expresiones en otro idioma, a través de la cursiva o las comillas:

«Su animus se amigaba con el spiritus, logrando un cuerpo en el que intervenía el vaho lunar o la energía solar» (Lezama Oppiano [Cuba 1977]).

«Tiberio dio una vez un banquete y los invitados, al entrar en el triclinium, observaron que sobre la mesa solo había medio jabalí» (Benítez Caballo I [Esp. 1984]).

«El grupo formado por gramática, retórica y lógica se conocía como trivium, mientras que la aritmética, la geometría, la astronomía y la música formaban el quadrivium» (PzTamayo Ciencia [Méx. 1991]).

«Las termas o baños públicos tenían piscina fría (frigidarium), piscina caliente (caldarium), vestuario (apodyterium) y otras instalaciones para practicar deportes, jugar o mantener relaciones sociales» (CSerraller Arte [Esp. 1997]).

«Los Jansonius, padre e hijo, hacen lo mismo con la obra de Ortelius, que comparten tanto los atlas como las tabulae, es decir, las cartas regionales, cartografía más propia de publicistas o editores que de cartógrafos» (Ortega Horizontes [Esp. 2000]).

Eso no impide que algunas de estas voces latinas que designan referentes históricos circunscritos al mundo latino cuenten con formas adaptadas al español, como es el caso de triclinio, trivio o cuadrivio, que, como palabras ya españolas, se escriben sin ningún tipo de resalte gráfico:

«Cleopatra suspiraba en su triclinio» (Moix Sueño [Esp. 1986]).

«No parece que las nociones más elementales de este saber formasen en aquel medio parte de la cultura general, fundada todavía en la tradición del trivio y del cuadrivio» (Gaos Sueño [Esp. 1960]).

Por otra parte, hay voces tomadas del latín (incluido el latín científico, el propio de los términos acuñados modernamente a la manera latina en la terminología científica y técnica) que se han incorporado en época más o menos reciente al caudal léxico del español para nombrar realidades que no tienen ya vinculación directa o exclusiva con el mundo latino, sino que designan realidades existentes en el mundo actual y, por tanto, cubren necesidades expresivas en el habla de hoy. La mayoría de estos latinismos, muchos de los cuales, como ya se ha indicado, han entrado no directamente desde el latín, sino a través de alguna de las lenguas modernas de nuestro entorno, se han adaptado con toda naturalidad al español. Se trata de palabras como accésit, adenda, afidávit, álbum, campus, clepsidra, currículum, déficit, desiderátum, detritus, diplodocus, estatus, eucaliptus, exabrupto, exlibris, exvoto, facsímil, factótum, hábitat, herpes, humus, lapsus, memorándum, ómnibus, pandemónium, péplum, plácet, pódium, quid, quídam, referéndum, réquiem, solárium, superávit, vademécum, etc.

Como se ve, ninguna de estas voces presenta una grafía ajena a nuestras convenciones ortográficas (aunque su terminación pueda no ser característica de las voces patrimoniales españolas) ni plantea problemas de inadecuación entre su forma gráfica y su pronunciación según el sistema español de correspondencias entre grafemas y fonemas. Todas ellas, además, se han sometido a las reglas de acentuación gráfica propias de nuestra lengua; de hecho, en muchos de los latinismos la adaptación solo requiere la aplicación de la tilde (álbum, déficit, hábitat, ómnibus, plácet, pódium, etc.) y otros no deben llevarla según las normas, por lo que conservan a menudo en español idéntica grafía que en latín (herpes, humus, lapsus, ratio, etc.). Pero, cuando ha sido necesario, se ha modificado la grafía originaria para adecuarla a los patrones ortográficos del español; por ejemplo, reduciendo a una las consonantes geminadas del latín sin reflejo en la pronunciación española: lat. accessit > esp. accésit, lat. addenda > esp. adenda, lat. affidavit > esp. afidávit; sustituyendo secuencias gráficas ajenas a nuestra ortografía por las que son propias de nuestra lengua en esos contextos, como y > i en representación del fonema /i/ en interior de palabra o qu > cu en representación de la secuencia fónica /ku/: lat. clepsydra > esp. clepsidra, lat. quantum > esp. cuanto (en física, ‘cantidad de energía emitida o absorbida por un átomo o una molécula, proporcional a su frecuencia de radiación’); o añadiendo una e- de apoyo ante la ese líquida latina: lat. squalus > esp. escualo, lat. status > esp. estatus. En otras ocasiones, ha sido la pronunciación la que se ha adecuado a la grafía latina originaria según los patrones de nuestra lengua, como en quid (‘esencia o punto clave’, normalmente en la locución el quid de la cuestión), quídam (‘cualquiera’, hoy raro) o réquiem, que se pronuncian respectivamente en español [kíd], [kídam] y [rrékiem], sin otorgar ningún valor fónico a la u, que sí lo tiene en la pronunciación latina: [kuíd], [kuídam] y [rrékuiem].

Información adicional

De algunos de los latinismos que conservan en el uso español su terminación originaria en -us o en -um se han creado variantes formales en las que dicha terminación se ve sustituida por la -o característica de los sustantivos masculinos españoles, como en auditórium / auditorio, currículum / currículo, detritus / detrito, diplodocus / diplodoco, eucaliptus / eucalipto, maremágnum / maremagno, memorándum / memorando, pandemónium / pandemonio, pódium / podio, referéndum / referendo, solárium / solario o ultimátum / ultimato, aunque en muchos casos las formas con la terminación originaria suelen ser las más usadas. Esas variantes sobreadaptadas respondían al deseo de asimilar completamente los latinismos a las palabras españolas, aplicándoles la misma transformación que habrían sufrido de haber pertenecido al fondo léxico patrimonial, a lo que se unió el fin práctico de facilitar con ello la formación de un plural regular en esas voces, cuando la norma sobre el modo de pluralizar los latinismos no estaba aún bien fijada. Sin embargo, no todos los latinismos con esas terminaciones cuentan con variantes en -o, como ocurre, por ejemplo, con álbum, rictus o vademécum, de modo que esa transformación no resulta imprescindible para su incorporación, como latinismos adaptados, al léxico español.

Pese a lo dicho, existe un reducido grupo de latinismos que conservan aún inalterada en el uso su grafía etimológica, sin haberse adaptado por completo a la ortografía española conforme a las pautas antes señaladas, aunque sí se escriben a menudo con la tilde que les corresponde según las reglas de acentuación del español, tal como venía prescribiendo la norma académica para todos los latinismos, sin discriminar entre crudos y adaptados, desde finales del siglo XIX. Se trata de voces como exequátur [eksekuátur], quadrívium [kuadríbium] (de la que existe, como se ha visto, la adaptación plena cuadrivio) o quórum [kuórum]. Estas formas a medio adaptar contradicen los intentos por regularizar y simplificar la escritura del español promovidos por la ortografía académica, que ya en 1815 determinó que se escribieran con cu todas las palabras cuya grafía etimológica presentara la secuencia gráfica qu con valor fónico de /ku/. Siguiendo esa pauta regularizadora, se recomienda que aquellos latinismos que forman ya parte del léxico del español, como quórum y exequátur (aunque esta última restrinja su empleo, al igual que afidávit y plácet, al lenguaje jurídico o diplomático), pasen a escribirse con grafías plenamente adaptadas, esto es, cuórum y execuátur. Para la voz latina quadrivium existe ya la forma adaptada cuadrivio, de modo que resulta innecesario y, por ello, inconveniente incorporar ahora al uso una grafía más, proponiendo la adaptación cuadrívium. Otro ejemplo de latinismo a medio adaptar es súmmum (‘el colmo, lo sumo’), que se recomienda sustituir por la grafía plenamente adaptada sumun, ya documentada en el uso: «Apuesta por las camisas claras, aunque a veces se atreve con las negras, el sumun de la nueva progresía» (VGalicia@ [Esp.] 22.10.2004); «No era el sumun de la elegancia, pero el Haití era un café emblemático» (Calderón Viaje [Perú 2006] 101). Quien desee seguir escribiendo estas voces con la grafía etimológica latina deberá tratarlas como latinismos crudos o no adaptados y escribirlas, por tanto, en cursiva (o entre comillas) y sin tilde.

Información adicional

Aunque la norma ortográfica académica, desde la Gramática de 1870 hasta la Ortografía de 1999, comenzó recomendando y llegó, más tarde, a prescribir que las voces latinas usadas a menudo en español se sometieran a las mismas reglas de acentuación gráfica que las palabras españolas con el fin de facilitar a todos su correcta lectura, hoy se considera más conveniente tratar los latinismos como los demás préstamos de otras lenguas, de modo que se escribirán con tilde solo cuando se hayan adaptado plenamente al español, esto es, cuando no presenten ningún rasgo ajeno a nuestras convenciones gráfico-fonológicas.

     

    Ortografía de la lengua española
    Real Academia Española © Todos los derechos reservados

    cerrar

    Buscador general de la RAE