CAPÍTULO I. La representación gráfica de los fonemas: el uso de las letras o grafemas

5. Los grafemas del español

5.4. El alfabeto o abecedario

5.4.3. Los nombres de las letras

Junto con las letras, también heredamos del latín sus nombres. A diferencia de los griegos, que habían mantenido en esencia los nombres semíticos de las letras, adaptándolos a su lengua (alfa, beta, gamma, etc.), los nombres de las letras en latín —probablemente también por influencia etrusca— son esencialmente fonéticos, ya que se forman a partir de su sonido característico.

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En los alfabetos semíticos, el nombre de cada letra es una palabra dotada de significado que comienza con el sonido representado por esa letra; por ejemplo, en hebreo, los nombres de las letras que representan los fonemas /b/ y /d/ son bet ‘casa’ y dálet ‘puerta’, claramente emparentados con los nombres griegos beta y delta.

En el sistema latino, el nombre de las vocales es su propio sonido, mientras que para nombrar las consonantes se añaden al sonido que cada una representa los apoyos vocálicos necesarios para su pronunciación. Estos apoyos vocálicos los proporciona esencialmente la vocal /e/, que es la que requiere menor esfuerzo articulatorio. Los nombres latinos de las consonantes se forman posponiendo esta vocal a los fonemas oclusivos (be, de, ge, pe, te, etc.) y anteponiéndosela al resto (ef, el, em, es, etc.). Las letras c, k y q, que en latín representaban siempre el fonema /k/, añaden a ese sonido una vocal de apoyo distinta en cada caso, para así diferenciar sus nombres: ce, ka, qu, pronunciados en latín [ké, ká, kú] (la c, la más común de las tres, añade la e típica, mientras que las otras dos adoptan la vocal ante la que más frecuentemente se escribía en latín cada una de ellas). La x se denominó ix, dando la vuelta al nombre griego xi, cambio quizá debido a que ninguna palabra latina comienza por el sonido [ks] que esta letra representa. La y —la ípsilon del alfabeto griego— se denominó i/y Graeca (‘i griega’) en atención a su origen, y la z conservó el nombre griego zeta.

Como se ve, los nombres españoles de todas estas letras descienden directamente de sus nombres latinos, con la diferencia de que a los terminados en consonante se les añadió también una e al final: efe, ele, eme, ese, etc. Por su parte, el nombre equis reproduce por escrito, con los apoyos vocálicos necesarios, la secuencia de fonemas que esta letra normalmente representa (/k + s/ pronunciación con apoyo vocálico: [ékis]; grafía: equis). El nombre ye que ha venido a sustituir al tradicional de i griega se creó posteriormente por analogía con la pauta denominativa del resto de las consonantes (v. § 5.4.3.1).

Explicación aparte merecen los nombres hache, jota, uve y uve doble.

El nombre hache para la h parece proceder de la denominación francesa de esta letra, préstamo que pudo tener lugar a raíz de la introducción de la escritura carolingia por los monjes cluniacenses a finales de la Baja Edad Media, de donde también tomamos el dígrafo ch para representar el fonema /ch/. El nombre francés hache —al igual que el italiano acca o el catalán hac— parece provenir, a su vez, del lat. vulgar *hacca, forma que responde a la imitación deformada del sonido aspirado que esta letra representaba en su origen, y que desapareció muy pronto del latín hablado.

El nombre jota para la j, letra que tiene su origen en una variante gráfica de la i, proviene de iota, nombre griego de esa vocal.

El nombre uve para la v es relativamente reciente y no se incorpora al diccionario académico hasta la edición de 1947 y a la ortografía hasta 1969. Surge de unir los nombres de los dos valores que originariamente tuvo esta letra: u (vocal) + ve (consonante). En un principio, la v se denominaba por escrito v consonante o u consonante por oposición a la u vocal con la que compartió oficios durante siglos. Desde 1869 pasó a llamarse ve, siguiendo la pauta característica de los nombres de la mayoría de las consonantes. Durante mucho tiempo esta fue la única denominación reconocida para la v en las obras académicas, lo que explica su arraigo y actual vigencia en el español de América (v. § 5.4.3.1). El nombre uve nace de la necesidad de distinguir oralmente los nombres de las letras b y v, ya que las palabras be y ve se pronuncian del mismo modo en español. Precisamente esa virtud distintiva del nombre uve es lo que justifica su elección como la denominación recomendada para la v en todo el ámbito hispánico.

Por último, el nombre uve doble para la w es reflejo del origen de esta letra, que nace por duplicación de la uve.

 

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