Sintaxis

16. El pronombre personal. La correferencia. Las formas de tratamiento

16.4 Los pronombres reflexivos

16.4a Como se expuso en las páginas anteriores, los pronombres reflexivos se diferencian de otros pronombres en que requieren un antecedente cercano con el que han de concordar. En la sección precedente (§ 16.3ñ) se clasificaron los pronombres reflexivos en dos grupos. Se explicó allí que los pronombres del primer grupo son siempre reflexivos, mientras que los del segundo pueden serlo o no en función de diversos factores. El pronombre se es átono, y los otros dos que componen su serie son tónicos (sí, consigo). Los tres elementos tienen siempre antecedente, sea expreso o tácito. Así, el antecedente de en Ella reclamaba el dinero para es el pronombre ella, y el de se en Dice que él no se considera responsable es el pronombre él. Obsérvese que no podría servir de antecedente un elemento que perteneciera a otra oración. El antecedente de sí (mismo) en El profesor dice que Pablito habla siempre de sí mismo es Pablito, no el profesor. Si se hubiera dicho, en cambio, … de él, la oración admitiría cualquiera de estas interpretaciones, o incluso otras, ya que él podría tener como antecedente otro pronombre u otro grupo nominal introducido en el discurso anterior.

16.4b El antecedente de los reflexivos puede ser un sujeto tácito (en el sentido que se da a este concepto en el § 33.4). Lo identifica a veces la flexión verbal de persona, como en No se cuida nada (es decir, Ø no se cuida nada, donde Ø representa el sujeto tácito cuyo referente ofrecerá el contexto previo). Otras veces no existe marca formal que lo proporcione, como cuando el antecedente del reflexivo es el sujeto sobrentendido de los infinitivos: Es necesario cuidarse (se subraya el pronombre reflexivo); cosas que hay que hacer para estar contenta consigo misma. Puede serlo igualmente el de los gerundios, como en No se soluciona nada culpándose a sí mismo. Suele hablarse en estos casos de antecedentes pronominales tácitos de naturaleza genérica.

16.4c Los pronombres del grupo segundo de reflexivos introducidos en el § 16.3ñ no marcan morfológicamente la reflexividad. Estos pronombres pueden adquirir o no la interpretación reflexiva en los contextos apropiados. Como el pronombre es reflexivo, cabe decir Ella lo quiere para sí, de modo que el sujeto de quiere (el pronombre ella) habrá de concordar en rasgos de persona con . También es posible decir Yo lo quiero para mí, oración a la que se aplica un razonamiento análogo. En cambio, el pronombre no pertenece al primer grupo, sino al segundo, ya que no es inherentemente reflexivo. Es posible decir, por tanto, Ella lo quiere para mí, construcción no reflexiva en la que el sujeto de quiere (ella) no concuerda con , pero la lengua rechaza, como es de esperar, *Yo lo quiero para sí, ya que el pronombre pertenece al primer grupo, no al segundo, y el pronombre yo no concuerda con él en rasgos de persona. Todas estas oraciones se ajustan, por tanto, a la clasificación introducida en el § 16.3ñ.

16.4d Se observan algunas discordancias de reflexividad en la lengua hablada, que se recomienda evitar. Se trata de oraciones como Tardé unos minutos en volver en sí (en lugar de la forma correcta … en volver en mí); No doy más de sí (por … de mí), o Tenéis que valeros por sí mismos, variante incorrecta de Tenéis que valeros por vosotros mismos. Algunos hablantes extienden la discordancia a la expresión estar fuera de {mí ~ ti ~ sí}, y forman oraciones, asimismo incorrectas, como Yo estaba totalmente fuera de sí, por … fuera de mí. Aparecen también estas incorrecciones en la expresión de por {mí ~ ti ~ sí}, como en Yo, que soy poco espabilado de por sí (en lugar de … de por mí), y en secuencias como Yo ya no era dueño de sí, en vez de Yo ya no era dueño de mí. Se proporcionan algunos ejemplos de las variantes correctas a continuación:

Contesté: —No doy más de como desafiándola (Quiroga, Nombre); Y mientras yo forcejeaba con la puerta, fuera de (Prieto, Memorias I); Yo no las tenía todas conmigo, pero mi odio pudo más que mi susto (Borges, Libro); Lo que pasa es que tengo la piel morena de por (Sánchez Ferlosio, Jarama).

Las discordancias similares en el sistema de los posesivos (como en Me salí con la suya por Me salí con la mía) se analizan en los § 18.6f y ss.

16.4e El pronombre indefinido uno no pertenece al paradigma de los personales, pero se asimila indirectamente a ellos. El pronombre uno admite usos reflexivos, casi siempre se guido del adjetivo mismo:

Yo creía que leer lo que escriben sobre uno era más o menos como mirarse a uno mismo y no en el espejo (Cortázar, Armas); Es malo esto de no decirse las cosas ni siquiera a uno mismo (Cela, Cruz).

Suele alternar, además, en ellos con el pronombre . Podría haberse dicho, en efecto, … mirarse a sí mismo en el texto de Cortázar, y … ni siquiera a sí mismo en el de Cela. En su interpretación como pronombre personal (uno mismo), uno requiere antecedentes de interpretación inespecífica, como los sujetos de los infinitivos (Hay que ser condescendiente con uno mismo), el pronombre se de las impersonales reflejas (Si se está satisfecho con uno mismo, …) o de las pasivas reflejas (Cuando se releen los viejos escritos de uno mismo). También es posible suponer antecedentes tácitos en los grupos nominales, como en La excesiva indulgencia con una misma.

16.4f Como se explicó en el § 15.8ñ, se observa en algunas variantes del español americano una marcada tendencia al uso del pronombre uno entre las mujeres para referirse a sí mismas, en lugar del pronombre una, lo que repercute en la concordancia de género y número. En los siguientes ejemplos aparecen el uso de uno y el de una referidos solo a mujeres en contextos reflexivos:

En esa soledad, me encontré con el dolor y con el grado de honestidad que una puede llegar a tener con una misma (Caras 9/12/1997); Es muy difícil retratarse a una misma. Supongo que la gente me ve de forma muy distinta a como me veo yo (Mundo [Esp.] 20/11/1995); La cosa más importante de la vida es estar en paz con uno mismo. Si estás en paz, apareces guapa (Tiempo [Esp.] 23/7/1990); Pero o sea, no sé, pero yo me considero que yo para la edad que tengo soy algo madura, ¿no?, no digo madura, pero, o sea, tengo como más sentido común que el resto […], pero, bueno, uno si uno no se aprecia a uno mismo, pienso yo que quién más lo va a hacer (CREA oral, Venezuela).

No es reflexivo el pronombre uno cuando se emplea en referencia al hablante en oraciones como Es imposible escribir la biografía de alguien sin que se le despierte a una la curiosidad por aquellos seres con los cuales convivió (Jurado, Escocés). A diferencia de los demás pronombres reflexivos, uno puede ser sujeto, usado con esta interpretación: Uno no está ya para estos trotes. Recuérdense, en este sentido, los § 15.8m y ss.

16.4g Los pronombres de primera y segunda persona admiten interpretaciones reflexivas, como se ha explicado antes, tanto si son singulares como si son plurales: Me compré una bicicleta; Nos daremos unas vacaciones; No os alejéis. La concordancia de los reflexivos con su antecedente no puede ser parcial. el reflexivo y su antecedente no pueden, en consecuencia, compartir solo algunos de sus rasgos morfológicos. Por esta razón la lengua rechaza oraciones como *Yo nos compré ayer los billetes o *Nos he preparado un postre especial. Estas oraciones anómalas expresan significados comprensibles, ya que es natural preparar un postre o comprar los billetes para uno mismo a la vez que para los demás. Su irregularidad radica en que no se da en ellas la concordancia de número entre el reflexivo y su antecedente, sino solo la de persona: Yo [1.ª persona singular] nos [1.ª persona plural] compré ayer los billetes. Un razonamiento similar excluye secuencias como *Os das la enhorabuena (cf. darte los demás la enhorabuena y también tú a ti mismo) o *Me traemos suerte. Para la reflexividad parcial en las oraciones imperativas, véase el § 42.3ñ.

16.4h La constricción sobre la reflexividad parcial deja de ser efectiva cuando los elementos que se comparan no son argumentos o adjuntos del mismo predicado (recuérdese que yo y me son dos argumentos de afeitar en Yo me afeito). Este mismo criterio pone de manifiesto, en opinión de algunos gramáticos, que, cuando se pierde esa relación de coargumentalidad, se pierde también la de reflexividad en sentido estricto. Contrastan muy claramente, en efecto, *Nos compré los billetes con Compré los billetes para nosotros, aun cuando ambas oraciones expresarían significados muy próximos. El sujeto y el pronombre nos son complementos del mismo verbo (compré) en la primera de estas dos oraciones. En la segunda, por el contrario, el pronombre nosotros no es complemento de compré, sino término de la preposición para. No es, pues, forzoso que establezca una relación de reflexividad con el sujeto de dicho verbo. El que la restricción que impide la concordancia parcial tienda a darse entre elementos que ejercen funciones paralelas respecto de un mismo predicado se ve también confirmado por el hecho de que no sean incorrectas ni agramaticales oraciones como Nos veo a todos desocupados (o en el paro) dentro de poco. El pronombre nos es el complemento directo de veo, pero es a la vez el elemento del que se predica desocupados. En el § 38.7d se explica que en Lo considero incapaz, el pronombre lo es el complemento directo de considero, pero no designa propiamente el paciente de este verbo, es decir, la persona considerada u “objeto de consideración”.

16.4i Se explicó en las páginas anteriores que el sujeto tácito de un infinitivo puede aportar los rasgos gramaticales de un pronombre reflexivo dentro de su misma oración, como en Conviene cuidarse, con reflexivo átono, o en No es bueno hablar demasiado de sí mismo, con reflexivo tónico. La referencia de este elemento nulo o tácito suele estar determinada desde fuera de la oración. De hecho, esta determinación es muy a menudo forzosa. En efecto, el sujeto tácito de quejarnos concuerda con el de podemos en Lo peor que podemos hacer es quejarnos. En cambio, el sujeto tácito de quejarse concuerda con uno en Lo peor que uno puede hacer es quejarse. En la lengua poco cuidada se omiten a veces estas relaciones de correferencia y se construyen oraciones como Lo peor que se puede hacer es quejarnos, que se recomienda evitar.

16.4j Es mayor la variación en las construcciones con haber que. El hecho de que, junto a Habría que irse ya —de uso general en todas las áreas lingüísticas—, se registre también en muchas Habría que irnos ya se debe a que haber que posee propiedades en común con las perífrasis verbales, como se explica en los § 28.6s y ss. La asociación parece darse, por consiguiente, entre habría que irnos y tendríamos que irnos, a pesar de la diferencia que se observa en los rasgos morfológicos del verbo. La primera variante se registra en casi todos los países hispanohablantes, pero no se valora igualmente en ellos. Se extiende a la lengua escrita en México, casi toda Centroamérica, el área caribeña, el Perú o el Uruguay, mientras que en otras áreas se asocia con el coloquio y tiende a evitarse en los registros formales. He aquí algunas muestras de esta construcción en textos diversos:

Lo que está claro es que no tuve chances, y hay que sincerarnos, y decir las cosas como son (Clarín 18/4/1997); Aquí hay que jugárnosla con lo que tenemos (Paz Soldán, Materia); Hay que animarnos a preguntarle a don Federico qué fue lo que pasó aquí en los últimos tiempos (Azuela, A., Casa); Mientras Lavinia se concentraba en manejar con cuidado (hay que asegurarnos que no nos pare la policía por una infracción de tránsito, había dicho Sebastián) (Belli, Mujer); No hay que meternos en problemas con la parroquia (Bayly, Días); Hay que convencernos de una vez por todas de que la poesía es mucho más que literatura (Universal [Ven.] 17/4/1988); Pero hay que guiarnos por lo que hay y contar con la cantera (Vanguardia [Esp.] 16/5/1995).

Sobre las alternancias del tipo de El último en {marcharme ~ marcharse} fui yo, véase el § 37.6h.

16.4k Si se repasa la relación de pronombres que integran el grupo 2, sin distinción de reflexividad en el §16.3ñ, se comprobará que no aparecen en él pronombres átonos de tercera persona. En efecto, no forman parte de esta lista los pronombres lo, la, le o sus respectivos plurales, pero sí aparecen en ella pronombres reflexivos tónicos de tercera persona. El contraste se reduce, en lo fundamental, al que se establece en pares como Mi amigo lo vio en un espejo, donde la interpretación reflexiva de lo es imposible, y Mi amigo siempre habla de él, donde la interpretación reflexiva de él, en concurrencia con sí (mismo), es posible en una de las opciones. Se piensa en la actualidad que este contraste está relacionado con el hecho de que los pronombres átonos tiendan a integrarse morfológicamente en el verbo, aunque la grafía no muestre esta integración.

16.4l Para obtener la interpretación reflexiva con el pronombre tónico él y otros que no son inherentemente reflexivos, no basta con establecer la concordancia adecuada con su antecedente, sino que se precisan además ciertas condiciones léxicas, algunas de las cuales solo se han estudiado en parte. La interpretación reflexiva se acepta con mayor naturalidad en Siempre habla de él o en Está muy seguro de él, que en Siempre sueña con él o en Está muy contento con él. Algunos gramáticos entienden que estos contrastes se deben a restricciones pragmáticas, pero otros sostienen que están determinados por las propiedades gramaticales de las preposiciones de y con. En cualquier caso, es claro que la presencia del adjetivo enfático mismo permite que funcionen como reflexivos pronombres que no se identifican como tales desde el punto de vista léxico, de modo que Está muy contento con él mismo pasa a equivaler a Está muy contento consigo mismo. Cuando esta alternancia es posible, en la lengua culta suele preferirse la opción inherentemente reflexiva (consigo).

16.4m Se explicó en los apartados anteriores que los pronombres de la serie él/ella/ellos/ellas adquieren valor reflexivo en algunos contextos, aun cuando no son pronombres reflexivos inherentemente. Son muy comunes las alternancias de estos pronombres con el reflexivo en contextos preposicionales, siempre que muestren los rasgos morfológicos del sujeto, lo que les permite comportarse como reflexivos. Son muchos los contextos en los que podría ser sustituido por un pronombre de la serie él/ella/ellos/ellas. En los registros más cuidados de la lengua escrita se prefiere la variante , como se ha indicado, pero la otra opción se considera igualmente correcta:

la enorme importancia que se da a {sí ~ él} mismo; hasta que no tomen conciencia de {sí ~ ellas} mismas; Más que escribir una autobiografía, el autor dibuja una representación falseada de {sí ~ él} mismo; Se pasan el día hablando de {sí ~ ellos} mismos; No es más que un puro ejercicio intelectual que se agota en {sí ~ él} mismo.

En los siguientes ejemplos aparece el pronombre en contextos en los que podría ser sustituido por un pronombre de la serie él/ella/ellos/ellas:

Explotó en una rabieta descomunal contra el occiso, contra sí misma, contra el mundo (Santos Febres, Pez); La frivolidad, proverbial atributo del ser humano, ayuda a veces a oxigenar la vida, a ejercitar la vocación lúdica que cada uno debe y puede descubrir en sí mismo (Benedetti, Perplejidades); Los otros asintieron y restregaron sus manos, suspiraron, sonrieron para nadie o para sí mismos (Burel, Elogio); Don Uriel sintió que los murales expresaban por sí mismos mucho más que lo que sobre ellos pudiera decirse (Velasco Piña, Regina).

En estos otros se muestra el caso contrario, es decir, el uso de él/ella/ellos/ellas en contextos en los que podrían ser sustituidos por :

No pudo imaginar a Trilles integrado a ese paisaje, y mucho menos a él mismo, por más que se vio reflejado varias veces en los espejos de los escaparates (Burel, Elogio); Esa ocultación se da porque inclusive la mujer discrimina contra ella misma al inclinarse más por una candidatura de un hombre que por la de una mujer (Ostolaza, Política); No perdió la conciencia, pero tampoco se afligió por él mismo y por sus actos (Martini, Fantasma); Fue un gesto de nobleza, de humildad y de desafío ante él mismo (Tiempo [Col.] 17/7/1997).

16.4n Como se indica en las páginas anteriores, el adjetivo mismo favorece la interpretación reflexiva de los pronombres que no lo son de modo inherente: él mismo pasa a interpretarse como expresión reflexiva en Mi amigo siempre habla de él mismo, por lo que se refiere a mi amigo. Se admiten igualmente estas expresiones en las oraciones de duplicación o doblado pronominal (§ 16.14f), es decir, en las oraciones que muestran un pronombre tónico que duplica un pronombre átono con su mismo contenido, como en Lo vio a él; Se vio a sí misma; etc. Alternan, pues, Se felicitaban a {sí ~ ellos} mismos. Ambas opciones se consideran correctas, pero se prefiere la primera. Se ilustran las dos variantes a continuación:

Aureliano Segundo se vio a sí mismo en los espejos del techo (García Márquez, Cien años); Los mexicoamericanos se ven a ellos mismos como parte de una continuidad de la civilización mexicana (Nuevo Herald 15/1/1998); Ellas se ven a sí mismas como mujeres que disfrutan de su maternidad (Fuller, Dilemas); Se vio a sí misma niña, niña y muerta entre los juguetes muertos (Loynaz, Jardín); Quería a su mujer como se quería a sí mismo (Cuesta, Cuentos); Y confirmé mi tesis sobre las personas que se toman a ellas mismas demasiado en serio (Prensa [Nic.] 14/7/1997).

16.4ñ Son, en cambio, raros —y no se recomiendan— los usos de estos pronombres sin el adjetivo mismo en los contextos de duplicación, como en Luisa se quiere a ella. No se omitiría, análogamente, mismos en […] se desdibuja como atmósfera cordial en la que nos manifestamos a nosotros mismos (Kovadloff, Biografía), a pesar de que nosotros concuerda con nos y también con la primera persona de plural de manifestamos, lo que garantiza la interpretación reflexiva.

16.4o Los pronombres tónicos reflexivos que aparecen en grupos verbales con duplicación y sin el adjetivo mismo resultan menos forzados cuando la construcción es enfática, como en Luisa solo se quiere a ella (o … no se quiere más que a ella); No se prestan atención más que a ellos, o en los textos que se citan a continuación:

Pero ella, nada: su cabreo; no se escuchaba más que a ella y todo lo que tenía metido en la cabeza (Quiñones, F., Hortensia); Pero él no quiere nunca nada, o más bien, solo se quiere a él (Mihura, Juan).

La construcción él mismo (junto con sus variantes de género y número) admite usos enfáticos que no se consideran propiamente reflexivos, como en He hablado con Luis, y él mismo se encargará del asunto (es decir, ‘él en persona’, ‘él y no otro’), donde él mismo ejerce la función de sujeto. Se retomará este uso en esta misma sección (§ 16.4w y ss.). Los valores no reflexivos de mismo se estudian en el § 13.11.

16.4p El grupo pronominal sí mismo muestra que el adjetivo mismo puede incidir sobre pronombres que son de suyo reflexivos. Este hecho introduce cierta redundancia en el sistema de los pronombres personales del español, pero se suele interpretar como una forma de enfatizar en la sintaxis una relación que la morfología ya expresa. Se volverá sobre esta enfatización en el § 16.4r. De igual manera, la concordancia de persona con su antecedente garantiza que ti es un pronombre reflexivo en la oración Tú estás muy seguro de ti. Aun así, el adjetivo mismo se puede añadir opcionalmente, por lo que no se interpreta como el elemento que establece o garantiza la relación reflexiva, sino más bien como una marca que la enfatiza. La presencia o la ausencia de mismo en estos contextos no es del todo libre, como se explicará en los apartados que siguen.

16.4q Se suelen distinguir las construcciones en las que la presencia de mismo es forzosa, como modificador de los reflexivos tónicos, de aquellas otras en las que resulta potestativa. La presencia de mismo tras los reflexivos tónicos es obligatoria en las construcciones de doblado o duplicación pronominal, es decir, aquellas en las que un pronombre tónico reproduce los rasgos de un pronombre átono con el que concuerda en la misma oración. Se obtienen así contrastes como Solo se perjudica a sí mismo ~ *Solo se perjudica a sí o Se regaló un viaje a sí misma ~ *Se regaló un viaje a sí. Los contextos de duplicación no exigían, en cambio, el adjetivo mismo en la lengua antigua, y de ello hay abundantes muestras en el español del Siglo de Oro. Donde Lope de Vega usa a sí en La tema deste mundo más general es quitarse años a sí y ponerlos a los otros (Lope Vega, Dorotea), habría de decirse a sí mismo en la lengua actual, sin que el adjetivo mismo resulte optativo. He aquí otros ejemplos antiguos con reflexivos tónicos sin el adjetivo mismo:

El que no sabe gobernarse a ¿cómo sabrá gobernar a otros? (Cervantes, Quijote II); En las dos canciones pasadas parece se atribuía a alguna cosa la esposa (San Juan de la Cruz, Cántico); Señor, yo soy Judas, y bien me conoceis vos, que soy mucho mejor que éstos porque yo si os vendí, remedié el mundo, y éstos vendiendose a y a vos lo han destruido (Quevedo, Sueños).

Entre los contextos verbales sin duplicación, el español clásico omitía con frecuencia el adjetivo mismo en aquellos que denotan movimiento físico o figurado desde un lugar o una persona, o bien hacia ellos. Estos usos clásicos se sienten literarios en la lengua actual, pero no son ajenos al español de nuestros días, que los reproduce con cierta frecuencia. Se trata de expresiones como olvidarse de sí, huir de sí, vaciarse de sí, arrojar de sí los malos espíritus y otras que siguen pautas similares:

[…] vida adonde anda el ánima y el corazón dividido y como enajenado de sí (León, Casada); Echa de sí [=‘el ungüento’] muchos y muy suaves olores (Granada, Libro); Habiendo Sancho lo mejor que pudo acomodado a Rocinante y a su jumento, se fue tras el olor que despedían de sí ciertos tasajos de cabra que hirviendo al fuego en un caldero estaban (Cervantes, Quijote I); Pues chica, no pienses en salir de Madrid —agregó la tarasca cogiéndola por un brazo, atrayéndola a sí y sentándola sobre sus rodillas— (Galdós, Fortunata); Que pues le ofrezco mi mano, / no la alejará de sí / quien ya me dio el corazón (Bretón Herreros, Muérete).

16.4r El adjetivo mismo suele ser necesario en el español actual como modificador de los reflexivos tónicos mí, ti, sí con un gran número de complementos de régimen, sean verbales (Solo se preocupa por sí mismo), adjetivales (Son idénticos a sí mismos) o nominales (Te falta confianza en ti mismo). No se hace en cambio tan indispensable con otros complementos del verbo (Solo piensas en ti), del adjetivo (Se siente muy seguro de sí) o del sustantivo (Yo no era dueño de mí). Tampoco es imprescindible el adjetivo mismo en el complemento reflexivo de la preposición para, como en los ejemplos que se analizaron en el § 16.4c, o en estos otros:

Samaritana intelectual, nos hacía resúmenes de los libros que leía para sí o para los dos (Adoum, Ciudad); ¿Dónde está ahora ese hombre que quiso todo para sí, que tanto pudo y que logró tan poco? (Roa Bastos, Vigilia); Se trata aquí de la mayor o menor proximidad física en las relaciones con el prójimo que cada individuo considera deseables para sí (Aisenson, Cuerpo); Lo abrumaba con una generosidad extrema y nunca exigía para sí una atención particular (Liendo, Platos); Dispuso para sí el título medieval de Caudillo (Haro, Lope).

16.4s Varias preposiciones y adverbios locativos que expresan ubicación física o figurada se caracterizan por admitir, también con naturalidad, la ausencia de este adjetivo enfático como modificador de los reflexivos tónicos, como en lo que guardas dentro de ti; fantasmas que intentaba arrojar lejos de sí; el rastro que al partir dejan tras de sí o en Me sentó junto a sí; Yo estaba fuera de mí; Atraes hacia ti las iras de los demás. Se muestra la misma pauta en estos ejemplos:

Tienes ante ti al descendiente de un príncipe de Israel de la rama de Aarón (Gómez Ojea, Cantiga); Arroja lejos de sí el libro que acaba de leer (Moix, A. M., Vals); La tomó de la mano y la sentó junto a sí en una butaca y la abrazó y exprimió con labios sedientos los de ella (Alonso González, Flor); Él estaba completamente tranquilo y yo, en cambio, fuera de mí (Martín Gaite, Nubosidad); Para la mejor seguridad común, tomó sobre sí el penoso trabajo de rondar la ciudad las más noches (Bustamante, Azanza).

16.4t Se usó ampliamente en la lengua literaria (al menos hasta la primera mitad del siglo xx) el adjetivo propio con el valor que tiene mismo en el español actual:

¡Vergüenza le daba confesárselo a sí propio! (Clarín, Regenta); Esto se lo decía ella a sí propia en sus soliloquios (Galdós, Fortunata); Lo hizo por salvarse a sí propio y por codicia de una gran suma de dinero (Alarcón, Escándalo); Confesábase a sí propio, honradamente, no haber nacido para gobernar un negocio (Pérez Ayala, Belarmino); Hacía a sí propia regalos misteriosos para que creyese la gente que procedían de Sobrado (Pardo Bazán, Tribuna); Las mujeres se vendían a sí propias (Jardiel, Amor); A sí propio se daba el extraño mote de Capacho (Chacón Calvo, Ensayos).

Con frecuencia algo menor, subsiste esta pauta en el español de hoy, especialmente en el mexicano y el antillano, pero también en el de otras variedades. Estos usos se dan siempre en la lengua literaria, y a veces revelan la intención arcaizante del autor:

Aquí nos dice que su experiencia religiosa, su vivencia de Dios, fue de lo que hay en Dios mismo, a saber, plenitud de reposo por la plenitud de posesión que tiene de sí propio (Beuchot, Experiencia); Él veía en todo lo que en sí propio llevaba (Vitier, Sol); Cuando Guarionex, herido y fatigado luego de una batalla con los españoles, caminaba al acaso como si huyese de sí propio porque en todas partes veía su pesar […] (Hernández Norman, Novela); Todos sabían (decían saber) que dentro de él había un infierno, una insatisfacción absoluta, un daño donde la violencia se atrapaba a sí propia (Villena, L. A., Burdel).

Los pronombres él/ella/ellos/ellas también se asimilan a los reflexivos en lo relativo a esta propiedad, más frecuentemente en la lengua clásica que en la contemporánea: Entre entrambos tomaron el cuidado como si fuera para ellos propios (Santa Teresa, Fundaciones). Como se ha señalado, este uso de propio por mismo tiene connotaciones arcaizantes en el español contemporáneo. No obstante, el adjetivo propio se utiliza con valor reflexivo en contextos en los que no modifica a un pronombre, como en Tiene uno que preocuparse por la propia seguridad. Se analizan otros aspectos del adjetivo propio en contextos similares a este en los § 13.11ñ y ss.

16.4u Se señaló al comienzo de esta sección que el antecedente del pronombre reflexivo es con mucha frecuencia el sujeto de su propia oración, como en la mayor parte de los ejemplos considerados en los apartados anteriores. No lo es, sin embargo, en todos los casos. Los pronombres reflexivos contenidos en muchos complementos predicativos del complemento directo no optativos (§ 38.7) toman a este último como antecedente. Así, el antecedente del reflexivo en la oración Yo lo veía muy confiado y seguro de sí, no es el sujeto de la oración (yo), sino el complemento directo (lo). Se aplica el mismo razonamiento a La habíamos considerado siempre muy consecuente consigo misma y a otros casos análogos. De manera semejante, es posible construir grupos verbales como comparar a alguien consigo mismo. El antecedente del reflexivo consigo no es aquí el sujeto de comparar, sino su objeto directo (a alguien). Se obtiene esta misma pauta con otros muchos verbos de tres argumentos. Se hizo notar en las páginas anteriores que las oraciones no son los únicos entornos en los que se reconocen relaciones de reflexividad. El antecedente (expreso o tácito) de un reflexivo puede formar parte, en efecto, del grupo nominal que lo contiene. Este antecedente es un posesivo en su excesiva preocupación por sí mismo, y un complemento del nombre en la creciente animadversión del poeta hacia sí mismo. Sobre las construcciones que contienen reflexivos de interpretación catafórica, véase el § 16.6d.

16.4v Desde el punto de vista sintáctico, la reflexividad es una relación formal que establece la correferencia entre dos elementos: un pronombre y su antecedente. Esta relación se restringe, además, a ciertos entornos, fundamentalmente las oraciones y los grupos nominales, tal como se ha explicado. Aun así, el hecho de que dos argumentos de un mismo predicado se refieran al mismo individuo tiene otras consecuencias de naturaleza semántica. Como se vio, los adjetivos mismo y propio son marcas sintácticas que resaltan esa identidad, pero el concepto ‘resaltar la identidad de dos argumentos’ debe hacerse algo más preciso. Algunos gramáticos interpretan los adjetivos enfáticos mencionados como marcadores de foco contrastivo40.4). Si bien los pronombres reflexivos desempeñan las funciones de complemento directo, indirecto o preposicional, existen complementos predicativos del sujeto de interpretación cuasirreflexiva e igualmente enfáticos. Considérense los pares siguientes:

Manuel se sirvió la carne él mismo ~ Manuel se sirvió la carne a sí mismo.

Los niños de siete años se visten ellos mismos ~ Los niños de siete años se visten a sí mismos.

Entre los miembros de cada uno de estos pares se establecen diferencias de sentido. La oración Manuel se sirvió la carne él mismo implica ‘No le sirvieron la carne otros’. Por el contrario, Manuel se sirvió la carne a sí mismo sugiere ‘No sirvió la carne a otros’. En el segundo par se obtiene una diferencia similar. En uno y otro caso se establece una relación contrastiva: el segmento reflexivo (él mismo o a sí mismo) se interpreta como foco del contraste que se establece. Concuerda, además, en los rasgos de caso que se ponen de manifiesto con el elemento oracional que permite determinar cómo se fija el contraste (… no otros y … no a otros, respectivamente). El pronombre él en la expresión él mismo no es exactamente un pronombre reflexivo (no es un argumento, sino un complemento predicativo), pero, como se ha visto, interviene en una relación de correferencia similar a la que establecen los pronombres reflexivos, y se interpreta en función de una relación contrastiva también análoga.

16.4w Los complementos predicativos del sujeto con interpretación enfática (él mismo, ellos mismos) suelen admitir paráfrasis con el adjetivo solo (él solo, ellos solos) o bien con expresiones como sin ayuda, en persona, sin compañía u otras similares. Sin embargo, el adjetivo solo es compatible con verbos de varias clases semánticas, mientras que los predicativos enfáticos son raros con los que no expresan la participación activa o voluntaria del agente en algún proceso. Se obtienen así contrastes como El tejado se cayó {solo ~ *él mismo}. El factor que resulta relevante en estos contrastes no es únicamente la oposición «persona–cosa», puesto que resultan irregulares oraciones como *Luisa se murió ella (o … ella misma). Repárese, en el mismo sentido, en que si se dice El enfermo se curó solo no se habla de ninguna intervención activa del enfermo sobre su cuerpo, al contrario de lo que sucede en El enfermo se curó él o en El enfermo se curó él mismo.

16.4x Cabe pensar que los significados de él mismo (y sus variantes morfológicas) que se mencionan son consecuencia de la relación contrastiva descrita en el § 16.4v. En efecto, el adjetivo mismo es optativo en las oraciones contrastivas a las que allí se alude (Se sirvió la carne él; Nuria quiere abrir el regalo ella), al igual que lo es en algunas construcciones reflexivas analizadas en las páginas precedentes: Está muy seguro de sí (mismo); Lo que guardas dentro de ti (mismo). Existen, como se ve, varios puntos en común entre estos pronombres enfáticos y los reflexivos. Algunos gramáticos los consideran suficientes para integrarlos plenamente en la categoría de los reflexivos, mientras que otros entienden que no lo son, de forma similar a como tampoco son reflexivas las construcciones equivalentes con el adjetivo solo (El niño quiere escribir la carta él solo). Se aplica un razonamiento similar a otros marcadores de énfasis. En los § 13.8t y ss. se analizan los valores fundamentales del adjetivo mero. Se explica allí que mero alterna con mismo en algunos países, en expresiones como el mero día en que nació. El adjetivo mero admite además paráfrasis de sentido contrastivo similares a las analizadas en los apartados anteriores. Así, yo mero significa en México y parte de Centroamérica ‘incluso yo’, ‘precisamente yo’ (también ‘yo personalmente’ o ‘yo sin ir más lejos’). Este uso, muy cercano al de mismo, es también enfático, más que propiamente reflexivo. He aquí algunos ejemplos de la pauta «pronombre personal + mero»:

Mas qué decir de yo mero, que me dejé arrastrar a tu loca aventura por ti (Fuentes, Naranjo); El niño deja pasar unos instantes y luego va hasta la puerta y mira. —Yo mero mando… ¡Carajo! —salta bronca voz, que lleva por delante a un hombre tostado y joven (Chávez, Batallador); Vete allá, cuentas con todos los recursos del partido para tu campaña y tú mero serás el presidente (Hipólito, Guerrero); Y su modo de cantar como si fueran otra vez los tiempos del maestro Gabriel; como si él mero los encabezara […] (Yáñez, Tierras).

Se usa en los mismos contextos el diminutivo merito: —¡Ah!, ¿eres tú, cabo Pérez? —Yo merito, mi teniente, esperando la gloria de verla por acá (Victoria Zepeda, Casta). También se ha registrado el adjetivo mismito con este uso.

16.4y Además de los adjetivos señalados (mismo, propio, mero), otros elementos acercan las estructuras enfáticas a las reflexivas. Mientras que resulta improbable que el pronombre él se refiera a el jefe en El jefe no se fía de él, la correferencia pasaría a ser más plausible si en lugar de de él se usara ni de él (El jefe no se fía ni de él). La forma ni (reducción de ni siquiera, como se explica en el § 48.3s) es un marcador de énfasis, aunque se diferencia de mismo y propio en que introduce una relación escalar. Esta marca de foco viene a ser, además, un índice de la interpretación reflexiva en las estructuras que se analizan. El adverbio de foco solo40.9g y ss.) favorece asimismo la interpretación reflexiva de los pronombres tónicos que no son reflexivos inherentemente, como en Marina solo se fía de ella (interpretación reflexiva aceptable), frente a Marina se fía de ella (interpretación reflexiva improbable). Recuérdese el § 16.4o. En general, se recomienda el uso de mismo siempre que el hablante entienda que puede producirse anfibología porque del contexto inmediatamente anterior no se deduce con claridad si el pronombre personal se ha de interpretar o no como reflexivo.

16.4z El adverbio mismo (o su variante mesmo) se usaba con el valor de incluso en la lengua antigua: […] puede contezer que mismo el omiziero se faz desafiar, assabiendas, dalguno non connocido pariente suio (Fuero de Béjar). El adjetivo mismo todavía conserva parte de su significación escalar (en el sentido explicado en el § 40.8b) en expresiones como Yo mismo he estado allí alguna vez (es decir, ‘incluso yo’ o ‘yo sin ir más lejos’), que son comunes en el español general. La relación entre el adjetivo mismo y las construcciones escalares es también patente en la alternancia entre el mismo … no y ni siquiera, que se percibe en pares como El mismo Plácido Domingo no lo hubiera cantado mejor ~ Ni siquiera Plácido Domingo lo hubiera cantado mejor40.8g y ss.). La relación entre reflexividad y énfasis se percibe además en la interpretación del adjetivo mismo que algunos gramáticos han llamado intensiva13.11d), como en Vive en el mismo Toledo, no en los alrededores, en la que mismo equivale a ‘exactamente, precisamente’ u otros adverbios similares de naturaleza focal. En el español de México puede tener este valor también el adjetivo citado mero, como en Viven en el mero centro de la ciudad. Se analizan estos usos en el § 13.11. Los posesivos reflexivos suelen ser asimismo enfáticos, como en Se daba su paseo todas las mañanas18.6b y ss.). También lo es el prefijo auto-, que tiene sentido reflexivo en autoflagelarse, autoinculparse y otras formaciones similares que se analizan en los § 10.7b y ss. La posesión inalienable se asocia con la reflexividad en construcciones como en Pablo movió la cabeza (es decir, ‘su cabeza’ o ‘su propia cabeza’); Me duele la espalda; etc. Estas cuestiones se estudian en los § 14.7m y ss. y 18.7h.

 

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