Morfología

2. El género

2.1 Definición. Clases de género. Sus características fundamentales

2.1a El género es una propiedad de los nombres y de los pronombres que tiene carácter inherente y produce efectos en la concordancia con los determinantes, los cuantificadores, los adjetivos y, a veces, con otras clases de palabras (§ 13.5, 14.2, 15.1a, 16.2, 17.2, 18.1e, k, 19.2, 21.1f, 22.1d y 27.10). Estas voces reproducen los rasgos de género de los sustantivos o de los pronombres, como se observa en estos ejemplos:

la [artículo femenino] mesa [sustantivo femenino] pequeña [adjetivo femenino]; Ella [pronombre femenino] es muy simpática [adjetivo femenino]; este [demostrativo masculino] cuarto [numeral masculino] capítulo [sustantivo masculino]; Los [artículo masculino] libros [sustantivo masculino] eran suyos [posesivo masculino].

2.1b Con muchos sustantivos que designan seres animados (llamados comúnmente sustantivos animados), el género sirve para diferenciar el sexo del referente (alcalde/alcaldesa; gato/gata; niño/niña; presidente/presidenta; profesor/profesora). Aun así, a algunos sustantivos que designan seres sexuados les corresponde más de un género (§ 2.4a y ss.), mientras que otras veces las diferencias de sexo entre personas o animales no se ven reflejadas en el género de los sustantivos que los designan (§ 2.9). Los rasgos de género del sustantivo se extienden al grupo nominal que constituye. De esta forma, el adjetivo pequeña en La mesa del comedor era pequeña concuerda con el sustantivo mesa y, por extensión, con todo el grupo nominal que se subraya. El sustantivo no es por sí solo el sujeto de la oración, pero impone su género a dicho grupo, como pone de manifiesto el género del adjetivo pequeña. La concordancia de género no es opcional en español. Sobre la discordancia que se observa entre el género del sustantivo y el del grupo nominal en Su excelsa majestad quedará satisfecho, véase el § 2.6i; sobre la discordancia observada en Buenos Aires estaba preciosa, véanse los § 2.10g y ss. Para la concordancia de género de los sujetos tácitos, como en Estoy {enfermo ~ enferma}, véanse los § 2.1k y 37.6.

2.1c Atendiendo al género, los sustantivos se clasifican en masculinos y femeninos. Como se ha explicado, este rasgo gramatical lleva a los determinantes y a los adjetivos a concordar con los sustantivos. Aunque existen algunas tendencias objetivas, que se analizarán en este capítulo, la terminación de los nombres no condiciona de forma necesaria su género. Por ejemplo, los sustantivos césped y pared son, respectivamente, masculino y femenino, a pesar de que comparten la misma terminación. Se dice, por tanto, el césped húmedo y la pared blanca. Los sustantivos no pueden tener en español género neutro, frente a lo que sucede en otros muchos idiomas. Sí pueden ser neutros en nuestra lengua los demostrativos (esto, eso, aquello), los cuantificadores (tanto, cuanto, mucho, poco), los artículos (lo) y los pronombres personales (ello, lo). Véanse, sobre esta cuestión, los § 14.9, 14.10, 16.2, 17.2, y 19.4. El género en que aparecen los modificadores o complementos adjetivales de estos elementos neutros no se diferencia morfológicamente del masculino:

Pues yo te digo que eso es imbécil y monstruoso (Baroja, Aurora); Al analizar minuciosamente los recónditos elementos primordiales de su pasión, hallaba mucho bueno y mucho malo (Longares, Corsé); Cuando estos salieron al escenario, aquello fue asombroso (País [Esp.] 28/9/1977); Todo ello era falso, como luego se demostró (Semprún, Federico Sánchez); Esto es solamente cierto para las guerras de conquista (Madero, Sucesión).

2.1d Las oraciones carecen de género, pero los pronombres que se refieren a ellas son neutros, como en —¿Dijo que llamaría? —No, no dijo eso; en Aseguró que ella era la responsable, pero yo no lo creí, o en Usted es un caballero, lo supe desde la primera vez que lo vi (Muñoz Molina, Invierno). Sobre esa forma de concordancia, véanse también los § 13.5n, 14.10, 16.2, 17.6 y 19.4. El que los sustantivos no tengan género neutro y el que ningún adjetivo posea formas particulares para concordar de esta manera con los pronombres son factores que llevan a pensar que el neutro no es propiamente un tercer género del español, equiparable a los otros dos, sino más bien el exponente de una clase gramatical de palabras que designan ciertas nociones abstractas. Sobre las varias interpretaciones que admiten los grupos sintácticos formados con artículos neutros, véanse los § 14.9 y 14.10. Sobre el llamado neutro de materia, véase el § 12.2ñ.

2.1e No existe discordancia de género en secuencias como el alma dormida o el agua embalsada. Como se explica en el § 14.2, la presencia de la forma el del artículo con sustantivos femeninos que comienzan con /a/ tónica obedece a razones morfofonológicas. No obstante, muchos hablantes tienden a identificar la variante femenina el del artículo determinado con la forma homónima correspondiente al masculino singular. Tal asimilación desencadena, por analogía, la tendencia a convertir en masculinos otros determinantes y adjetivos que preceden al sustantivo. Se trata de secuencias como este hacha, ese aria, el otro ave, todo el hambre, poco agua, el primer aula, el mismo arma y otras análogas que se estudian en los § 14.2, 15.1c, 17.2c, 19.5h-i y 19.7c. Pese a que estos usos se han extendido mucho en los últimos tiempos y se documentan con cierta frecuencia en los textos, no se consideran correctos, puesto que se producen como consecuencia de una confusión en la concordancia de género. Lo adecuado es, por tanto, esta hacha, esa aria, la otra ave, toda el hambre, poca agua, la primera aula, la misma arma. Sobre alternancias como todo África/toda África o todo Sevilla/toda Sevilla, véanse los § 2.10g y ss.

2.1f Se ha aducido ocasionalmente que, al ser el artículo determinado uno de los componentes que dieron lugar al demostrativo aquel, combinaciones como aquel aula o aquel ave tendrían mayor justificación histórica que las que se acaban de mencionar. Es cierto que los testimonios que se ajustan a esta pauta son más numerosos en todas las épocas que los que corresponden a esas combinaciones con los demostrativos ese o este:

¡Oh bella Galatea, más süave / que los claveles que troncó la Aurora; / blanca más que las plumas de aquel ave / que dulce muere y en las aguas mora […]! (Góngora, Polifemo); Agachó la cabeza y bebió de aquel agua creyendo que se bebía a sí misma (Ferrero, Opium); Aquel ala del edificio solo albergaba oficinas vacías a esa hora de la madrugada (Chaviano, Casa).

Aun así, también aquí se prefieren en el español de hoy las variantes en femenino (aquella ave, aquella agua, aquella ala). Para la combinación del artículo indeterminado un y de los cuantificadores indefinidos algún y ningún con los nombres femeninos que comienzan con /a/ tónica, véanse los § 15.1c y 19.5h-i.

2.1g Como se ha señalado, el género gramatical aporta información semántica con los sustantivos que designan seres animados, ya que suele diferenciar el sexo que les corresponde. La lengua emplea distintos procedimientos para indicar estas diferencias. Muchos sustantivos marcan el género añadiendo un morfema a la raíz (§ 2.3), como en gato/gata, duque/duquesa o poeta/poetisa (sobre este último par, véase el § 2.5e). En cambio otros, llamados heterónimos, utilizan radicales diferentes, como en toro/vaca, yerno/nuera, caballo/yegua, etc. Ciertos sustantivos —los llamados comunes en cuanto al género— no experimentan cambios en su forma y hacen explícito su género indirectamente, es decir, mediante los determinantes o los adjetivos que los acompañan: el artista/la artista; profesionales destacados/profesionales destacadas; este testigo/esta testigo. Se llaman sustantivos ambiguos en cuanto al género los que pueden aparecer en masculino o femenino designando en ambos casos la misma entidad, generalmente inanimada, como en el mar/la mar o el tizne/la tizne. Se analizarán en los § 2.4g y ss. y 2.8.

2.1h Se denominan nombres epicenos los sustantivos que se refieren a personas o animales mediante un único género gramatical, sea este masculino (el personaje, el rinoceronte, el vástago) o femenino (la lechuza, la persona, la víctima). Muchos nombres epicenos que designan animales y plantas pueden ser modificados por los términos macho y hembra, que especifican en cada caso el sexo que corresponde a la entidad designada: la avispa {macho ~ hembra}; el hipopótamo {macho ~ hembra}; el espárrago {macho ~ hembra}; el ombú {macho ~ hembra}. Los que denotan seres humanos no admiten, en cambio, esta construcción: *la víctima {macho ~ hembra}; *el personaje {macho ~ hembra}. Cuando es necesario especificar el sexo del referente, se prefiere emplear los términos masculino y femenino, como en los textos siguientes:

Sin embargo, la adaptación cinematográfica modifica sustancialmente el carácter de ese personaje femenino (Paranaguá, Ripstein); En la contraportada del álbum está la foto de un chico desmayado con la cara besuqueada, otra víctima masculina de las roqueras (País [Esp.] 2/2/1986).

También se usan en estos contextos varón o mujer, como en el personaje varón de la comedia. Se analizarán los nombres epicenos en el § 2.9.

2.1i Si bien son relativamente numerosos los sustantivos epicenos y los comunes en cuanto al género —a veces con oscilaciones en su consideración gramatical, como se verá en los § 2.7a y 2.8a—, son, en cambio, raros los nombres de persona cuyo género no se corresponde con el sexo del individuo que designan. Es lo que sucede con el sustantivo marimacho, que, siendo masculino, designa coloquialmente, como señala el DRAE, a la mujer que por su corpulencia o acciones parece hombre: A esta chica su padre nos la va a convertir en un marimacho (Muñoz Molina, Sefarad). Aun así, se registra el sustantivo marimacha, que se usa en México y en otros países, y también se atestigua marimacho empleado como femenino, como en el siguiente ejemplo: Después de rodar la comedia gay […] en la que es una marimacho escritora de “best sellers” (Mundo [Esp.] 15/3/1996). De forma paralela, la mayor parte de los llamados adjetivos de dos terminaciones13.5e: pequeño/pequeña) muestran la alternancia -o/-a, lo que no impide que algunos adjetivos de una sola terminación puedan acabar en vocal, como sucede con belga.

2.1j Las diferencias léxicas a las que se acaba de aludir son independientes del hecho de que muchos nombres que expresan atributos de los individuos no concuerden en género con el grupo nominal del que se predican. Así, en Greta Garbo es un mito del cine, no hay concordancia de género entre el sustantivo mito y el nombre propio Greta Garbo, a diferencia de lo que sucede en Greta Garbo es una actriz mítica, donde la hay entre el sustantivo actriz y ese mismo nombre. Se retomará esta cuestión en los § 37.6a, b. Tampoco el género de los nombres colectivos guarda relación directa con el sexo de los integrantes de las realidades designadas, como muestran con claridad los nombres colectivos que se refieren a agrupaciones diversas: la comisión (femenino) frente a el comité (masculino); el ganado (masculino) frente a la jauría (femenino), etc. En algunos casos, el género del nombre colectivo se contrapone al que habitualmente poseen los integrantes de las agrupaciones correspondientes: el mujerío, el harén, la torada.

2.1k Como se ha señalado, los adjetivos concuerdan en género y número con el sustantivo del que se predican o sobre el que inciden: gato negro, gata negra, gatos negros, gatas negras. La concordancia es independiente de la función sintáctica que corresponda al adjetivo. Concuerdan, pues, con los sustantivos los adjetivos que los modifican (ojos melancólicos y profundos; las tranquilas tardes soleadas sanjuaninas) y también los que funcionan como atributos o predicativos (La tarde estaba soleada). Esta generalización se extiende a las oraciones que poseen sujetos tácitos, cuyos efectos gramaticales son patentes en la concordancia: Comieron callados; Se sabía enferma. En las oraciones de sujeto no expreso que se acaban de mencionar, el género del adjetivo reproduce igualmente el de ese sujeto tácito con el que concuerda (§ 33.4b).

2.1l La flexión del adjetivo —inexistente en algunas lenguas— no aporta significación, ya que se limita a reproducir los rasgos de género y número del sustantivo. En expresiones como un alta médica o un alto en el camino, las voces subrayadas son sustantivos. Su género está marcado en el DRAE y su plural (altas médicas, altos en el camino) se interpreta semánticamente y permite diferenciar significados (unidad frente a pluralidad). Carece, en cambio, de consecuencias para el significado la diferencia que se obtiene en una pared alta ~ un muro alto, ya que esa diferencia de género está impuesta por los sustantivos a los que esos adjetivos modifican. De forma análoga, tampoco tiene consecuencias semánticas el plural altas en paredes altas, pero sí las tiene, lógicamente, en el sustantivo paredes. Así pues, los rasgos de género y número de los adjetivos carecen de interpretación semántica y constituyen únicamente marcas de concordancia. Como es lógico, no altera estas relaciones gramaticales el hecho de que ciertos adjetivos se apliquen solo a sustantivos que designan personas de un sexo determinado (encinta, impotente —en el sentido de ‘incapaz de realizar el coito’—, etc.). Tampoco se interpreta semánticamente el género del adjetivo en pares como periodistas expertos/periodistas expertas. Como el sustantivo periodista es común en cuanto al género, puede admitir, en contextos diferentes, el masculino o el femenino. El adjetivo experto/experta concuerda con el sustantivo y hace explícito uno de los dos. Sobre otros aspectos del género y el número de los adjetivos, véanse los § 3.2 y 13.5.

 

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