CAPÍTULO VI. La ortografía de las expresiones procedentes de otras lenguas

2. La ortografía de extranjerismos y latinismos

2.2. Latinismos

2.2.1. El latín como lengua de préstamo

El español es una lengua románica, que procede por evolución natural del latín que se extendió por la península ibérica durante la romanización —iniciada a finales del siglo III a. C.— y que se impuso a las diferentes lenguas que allí se hablaban antes de la llegada de los romanos (llamadas conjuntamente, por ello, lenguas prerromanas).

De ese latín hispánico, en el que figuran algunas palabras de origen prerromano y otras de origen germánico, provenientes de las lenguas habladas por los diversos pueblos que invadieron el Imperio romano occidental a partir del siglo V d. C., procede la base léxica del español, lo que se denomina léxico heredado o patrimonial, el constituido por las voces que han estado presentes en la lengua desde sus orígenes y que, por ello, han experimentado todos los cambios que caracterizan el proceso evolutivo que conduce del latín al español.

A esa base léxica se han ido incorporando sucesivamente, como se indicó más arriba (v. § 1), términos procedentes de las diversas lenguas con las que el español ha entrado en contacto a lo largo de su historia (arabismos, galicismos, italianismos, indigenismos, anglicismos, etc.), y que hemos considerado genéricamente extranjerismos, con independencia del momento histórico de su incorporación. Esos términos tomados de otras lenguas que se añaden al léxico patrimonial heredado conforman lo que se denomina léxico adquirido, y de él forman parte también los llamados cultismos, esto es, los préstamos tomados directamente de las lenguas clásicas, por lo general del latín, pero también del griego, que se incorporan en etapas posteriores a la de formación del idioma y que, por ello, no han sufrido todas las trasformaciones experimentadas por las voces patrimoniales.

A lo largo de la Edad Media, el latín se constituye como un sistema lingüístico ya diferenciado de las diversas lenguas romances que en él tienen su origen y se convierte en la lengua de comunicación internacional de la Europa medieval. Se trata, pues, de la lengua de cultura por excelencia, de la que las distintas lenguas europeas, entre ellas el español, toman prestados términos para cubrir las nuevas necesidades expresivas que van surgiendo a medida que esas lenguas se convierten en vehículos de expresión en todos los ámbitos de la ciencia y la cultura. A menudo la incorporación de cultismos responde, simplemente, al prestigio de los términos latinos cultos frente a las voces patrimoniales, a algunas de las cuales llegan incluso a desplazar por completo en el uso (como rápido, que sustituyó a aína). Entre los cultismos más antiguos se encuentran los numerosos términos latinos introducidos durante la Edad Media, algunos procedentes a su vez del griego, y pertenecientes sobre todo al ámbito religioso-eclesiástico (absolución, caridad, católico, cementerio, misa, sacramento…), académico-científico (ciencia, discípulo, ecuación, geometría, glosa, matemática, metafísica, parálisis, retórica…) y jurídico (acusación, adulterio, herencia, justicia…), además de gran número de vocablos abstractos no vinculados a un ámbito específico (devoción, obediencia, sapiencia…). A partir del siglo XV, con el humanismo renacentista, el interés por la cultura grecolatina y el florecimiento del estudio de las lenguas clásicas fomentan e intensifican la penetración de cultismos, tanto latinos (adolescente, exhortar, obtuso, rápido…) como griegos (ábaco, academia, musa, tragedia…), proceso que continuará a lo largo del Siglo de Oro (enigmático, infausto, simpatía…).

La incorporación de términos tomados de las lenguas clásicas ha sido en todas las épocas, y de manera muy señalada también en la actual, uno de los recursos más utilizados por el lenguaje científico y técnico para establecer su terminología específica (átomo, córnea, ecuación, misil, placenta, tándem…), de forma que muchos de estos cultismos tienen implantación trasnacional y han llegado a menudo al español no directamente del latín o del griego, sino a través de una lengua moderna que ha actuado como puente (así sucedió con misil, del latín missĭlis ‘que se puede lanzar’, derivado de mittĕre ‘enviar, lanzar’, cuya acentuación aguda en español se explica por haberse incorporado a través del francés; o con video o vídeo, que hemos tomado del inglés, aunque su origen está en la forma latina vidĕo ‘yo veo’). El latín y el griego son asimismo la fuente de numerosos neologismos de la ciencia y de la técnica que, aun careciendo de existencia real en esas lenguas, se han acuñado a partir de raíces léxicas griegas o latinas, recibiendo, por ello, el nombre de neocultismos (bicicleta, biopsia, claustrofobia, helicóptero, leucocito…).

Así pues, como se ve, el latín es también fuente de préstamos léxicos, al igual que las demás lenguas con las que el español ha entrado en contacto a lo largo de su historia, aunque tenga la particularidad de no hablarse ya como lengua viva y de ser, para las lenguas románicas, entre ellas el español, la lengua madre.

Todas las voces tomadas del latín en un momento histórico posterior a los orígenes del español pueden denominarse, de forma genérica, latinismos, nombre análogo al que reciben los demás préstamos según su lengua de procedencia (arabismos, galicismos, helenismos, italianismos, anglicismos, etc.).

Como ha sucedido con los préstamos de otras lenguas que han pasado a formar parte del léxico español, los cultismos, en general, y los latinismos, en particular, se han acomodado normalmente a nuestro sistema ortográfico y morfológico, con la facilidad añadida, en este caso, de provenir de una lengua muy cercana a la nuestra. A su acomodación contribuyeron además, decisivamente, las diversas reformas ortográficas llevadas a cabo por la Real Academia Española durante la segunda mitad del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX, tendentes siempre a regularizar y simplificar la ortografía del español, tanto en el léxico heredado como en el adquirido por la vía del préstamo.

     

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